Por Redacción
Era una caravana inmensa, 200 elementos del Ejército Mexicano, Guardia Nacional y policías fuertemente armados, a bordo de camionetas artilladas, detuvieron la marcha de vehículos como a las once de la mañana del día lunes 29 de abril, en el tramo Bacalar – Miguel Hidalgo, justo al llegar al crucero de este último.
Con armas de grueso calibre, sentados en la batea de las camionetas, y un uniformado al frente blandiendo una ametralladora, se dirigían a Chetumal, ciudad que se desangra por una lista de “hechos no aislados” con que el crimen organizado tiene sembrado de miedo desde hace unas varias semanas a la capital de Quintana Roo, con asesinatos a empresarios y atentados a policías y familiares, la presencia de un decapitado en Buitrón Casas, así como el decomiso de autos con armamento para hacer la guerra en una de las calles desoladas de Chetumal.
Sobrevolando al convoy del pasado lunes 29 de abril, un helicóptero EC225 de la fuerza aérea planeaba por los montes de alrededor.
La “Cancunización” de Quintana Roo
Su objetivo para dirigirse a la capital de Quintana Roo, era para realizar operaciones en coordinación con las autoridades locales con el fin de inhibir las actividades de la delincuencia organizada. Y es que, nadie puede negar que vivimos tiempos inéditos en el estado, donde la antigua “acapulquización” de las zonas turísticas del norte y la Riviera Maya, se ha trocado, de un tiempo a esta parte, en la “Cancunización” de toda la geografía estatal –ni la zona maya se salva de la presencia de crimen organizado.
El asesinato de un mando de la SCC
Este que escribe, viajaba en una van del servicio público de pasajeros ese lunes 29 de abril, y pudo contemplar, al lado de la carretera, la larga fila de vehículos que pasaban y pasaban con los uniformados armados hasta los dientes. No sabía que justo en ese momento, el crimen organizado había acribillado en Chetumal a un mando de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, Fermín Cortés Burgos, ex director del penal de Cancún y que pertenecía a la Semar. Horas antes, se había levantado a un mando de la marina, quien fue entregado posteriormente por sus captores con vida.
Cortés Burgos no era un simple policía, era un alto mando de la SSC asignado a trabajos de inteligencia por su conocimiento del mapa criminal no solo de Cancún, sino también de Chetumal. A las once de la mañana de ese lunes 29 de abril se dirigía a la escuela primaria por su hijo, cuando en el trayecto fue perseguido por una camioneta blanca. El video de su asesinato que circula en redes y portales de noticias muestra un hecho interesante: justo antes de aparecer en la esquina entre avenida Chetumal y Petcacab con su motocicleta, un taxi ya venía frenando –las llantas rechinaban-, para desencadenar segundos después el impacto con la moto donde venía el mando de la SSC, el cual ese día no traía ni escolta ni un arma para protegerse. ¿Fue en realidad un accidente con el taxi? Lo cierto es que este “accidente” fue aprovechado por sus perseguidores, quienes, sin bajarse del vehículo, en dos tiempos descargaron sus cuernos de chivo contra el cuerpo del policía. Más de 30 balas le quitaron la vida al mando Cortés Burgos.
Infodemia y minimización de la ola de violencia
Por grupos de WhatsApp, la infodemia cundió en Chetumal, y los chetumaleños juntaban su zozobra pidiendo que nadie saliera de sus casas porque la ciudad ardería en balaceras porque supuestamente un cártel poderoso del norte vendría a sacar de la “plaza” a otro cártel, también del norte.
Las autoridades negaron eso, pero luego, el mismo secretario de Seguridad Ciudadana, en una conferencia del día 30 de abril que se dio en el C4 de Chetumal, reconoció que en esa ciudad se vive una disputa por la plaza entre el cartel de Caborca y el Cartel de Sinaloa. En esa misma conferencia del 30, Cristina Torres, secretaria de gobierno, como buena política, minimizó la ola de violencia que se cierne en Chetumal desde hace bastante tiempo, y que solo en estas últimas semanas se habría agudizado. Con sumo desparpajo, habló de que se estaba “politizando” el asunto por grupos que están en contra del gobierno, y más en tiempos electorales.
La frontera porosa con Belice
Lo cierto es que estos “hechos aislados” en el sur del estado, ya se encuentran demasiado presentes en el imaginario ciudadano, que los va correlacionando y entretejiendo. Lo cierto es que contamos con una frontera porosa con Belice de 236.4 km donde se mueve todo y pasa todo: desde cargamentos de droga, precursores químicos, aviones que aterrizan en pistas clandestinas en un lado y otro de la frontera, lavado de dinero en la zona libre y trata de personas. La Ribera del Río Hondo, con pueblos como Buitrón Casas, Botes, Ucum, Morocoy, Nicolás Bravo, La Unión; o en pueblos de Bacalar, Limones, Lázaro Cárdenas, El Gallito, Altos de Sevilla, se han convertido en narco rutas del trasiego de la droga, desde mariguana, cocaína y cristal en pequeñas cantidades. De vez en vez, por las noticias hemos leído que el ejército captura “narco jets” en pistas clandestinas al interior de la selva, hasta en medio de plantíos de caña de azúcar, en estos pueblos del sur del estado.
Algunos antecedentes cercanos
En el imaginario de algunos bacalarenses, todavía está presente las proezas del “amigo de Bacalar”, pero entre los chetumaleños, ¿quién no recuerda a Ernesto Alonso de Miguel, mejor conocido como el Español? Chetumal es una ciudad que creció con el contrabando en la frontera con Belice, y el Español fue durante mucho tiempo el amo y señor de ese contrabando de todo tipo. En noviembre de 2015, un solitario sicario – dicen que vino en una lancha de motor por la bahía- se presentó a la zona privada de El Emporio, un restaurante de cortes finos y caros. En ese privado, el Español departía con mandos policiacos, con su familia y hasta con un gacetillero. No tuvo tiempo de despedirse, el sicario lo mató de varios disparos certeros.
Con este antecedente del contrabando y fayuca de la historia no tan oscura de Chetumal, podemos entender mejor lo que ocurre con esta plaza codiciada por dos grupos del norte. Chetumal resulta ser, con su frontera porosa de más de 230 kilómetros con Belice, en la entrada terrestre hacia el Caribe Mexicano.