Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
En la región central de Quintana Roo, en general, un 25% de agricultores usa tecnología tradicional al 100%; otro 25% usa tecnología de revolución verde al 100%; el restante 50% ocupa una combinación de ambas, por ejemplo semilla criolla con fertilizantes u otros insumos químicos. El primer grupo está disminuyendo muy rápidamente, su preocupación principal es la pérdida de sus conocimientos y de su productividad; recomiendan aumentar su producción con base en mejorar su tecnología tradicional. El segundo y tercer grupo señalan que deben mejorar su producción pero sin depender de los insumos químicos, caros y contaminantes.
Ninguno de los 3 grupos ha encontrado respuesta pertinente y contundente a sus expectativas, por lo tanto hay una inercia perjudicial, un círculo vicioso en el que todos perdemos. Perdemos porque se afecta negativamente al ambiente, a la salud del suelo de las abejas, animales y humanos; se pierde biodiversidad, se aumenta la erosión del suelo. Estos factores obligan a aumentar los subsidios y a seguir dependiendo de producción externa sin saber bajo qué condiciones ni calidad nutritiva tendrían los alimentos que se importen.
Con la tendencia actual, por ejemplo incrementar las áreas bajo riego, incurrimos en otro riesgo mayor. Un grupo de investigadores publicó recientemente, en la revista Geophysical Research Letters, 50 (doi 10.1029/2023GL103509), datos que demuestran que el eje del planeta está cambiando debido al abuso de la extracción del agua del subsuelo, efecto al que contribuye enormemente la agricultura convencional.
Si no prestamos atención a mejorar los sistemas alimentarios y confiamos en los subsidios, también hay noticias nada alentadoras. El Grupo del Banco Mundial recién publicó un estudio donde demuestra que las malas políticas, debido a la falta de visión ambiental (y por corrupción) en la aplicación de subsidios, explican los grandes problemas de buen desarrollo en los países (https://www.worldbank.org/en/topic/climatechange/publication/detox-development).
Y hay más, demasiados, datos que muestran que muchos de los sistemas alimentarios actuales no son funcionales; deben cambiar. Esto explica, en parte, porqué las miradas se están dirigiendo a los sistemas indígenas. Los mejores ejemplos de sistemas resilientes, sostenibles, en el mundo, están en territorios indígenas, diseñados y manejados con conocimiento tradicional. Pero, ¿tenemos los indígenas la organización y la información que se necesita para participar en forma efectiva en las discusiones para rediseñar los sistemas alimentarios? Sí y no.
Sí, tenemos organización pero necesitamos fortalecerla. Necesitamos pasar de la resistencia y resiliencia de nuestra identidad, a la etapa de reconocimiento, pero con inteligencia.
Sí, tenemos conocimiento pero no solo se está perdiendo rápidamante sino que es tan vasto que no se ha hecho lo necesario para su obtención y sistematización en forma correcta y culturalmente adecuada. No se han creado formas para su reconocimiento y potencialización.
Una de las conclusiones de la reunión de José Ma. Morelos, mencionada en la entrega anterior, fue considerar como necesario e indispensable crear condiciones para la co-creación intercultural de conocimiento que permita la recuperación y potencialización de los sistemas alimentarios indígenas. La mejor forma de hacerlo, consideramos, es con un Centro de Investigaciones ad hoc para esos sistemas, que incluya capacitación desde campesino a campesino hasta doctorado, siguiendo siempre principios de igualdad de condiciones para los diferentes tipos de saberes (local y científico) y construcción de conocimiento, basados en conductas éticas que no conduzan al aprovechamiento unilateral, ni comercialmente ni por ausencia de créditos a los saberes locales. El reto es lograr la coordinación entre gobierno, académicos y fuentes de financiamiento, que sí las hay, para lograr diseños y manejos de sistemas alimentarios sostenibles, indígenas o no.
Nada fácil pero nada imposible. No hay mejor escenario para rediseñar políticas públicas eficaces ante los retos globales y la posible escazes de alimentos para la población en general.
Es cuanto.