Francisco J. Rosado May
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Por varios días antes del 15 de mayo las mañanas amanecieron nubladas; en los rostros de los agricultores se notaba una expresión de esperanza por lluvia. Pero San Isidro Labrador no cumplió, no ha habido lluvia. Ya hay cultivos y animales sufriendo mucho stress por la falta de agua. Varias plantas están prácticamente en punto de marchitez permanente, ya no pueden absorber la humedad en el suelo. Cuando alcanzan ese punto, aunque caiga lluvia o sean regadas, no se podrán recuperar, hay que sembrar de nuevo.
Algunas personas aprovecharon la sequía y quemaron sus parcelas, por supuesto que bajo las condiciones presentes no faltó el caso en que el fuego rebasó la parcela, ya sea porque no hubo una buena guardarraya o porque hubo una ventisca que movió chispas hacia otro punto donde había materia seca flamable. A esto se suma la mala educación de muchas personas que tiran colillas de cigarros o envases de vidrio en la orilla de las carreteras factores que pueden causar incendios.
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La información del número de incendios en México es preocupante. La NASA muestra imágenes del centro, sur y península de Yucatán con demasiados incendios, incluyendo Centroamérica. Esta área correlaciona con alta población indígena. Al mismo tiempo, la revista The Guardian hizo popular una noticia proveniente de la sierra norte de Oaxaca, artículo de Linda Farthing del 1 de mayo, con el título “Pocos incendios forestales, alta biodiversidad, ¿Cuál es el secreto del éxito en los bosques mexicanos?” En su artículo Linda explica que en aquellas áreas donde las comunidades indígenas tienen el control de sus recursos naturales, toman decisiones con base en su sistema de gobernanza, los incendios no son un problema.
¿Qué pasa con las otras áreas donde los incendios están causando problemas?
Cada año varios países enfrentan el reto de manejar incendios, algunos son de enorme tamaño, como ha sucedido en Australia, Estados Unidos, Canadá y Europa. En América Latina y Asia, lugares donde se practica la Roza Tumba y Quema, desde hace un tiempo la quema se prohibió, se controló por el estado. Incluso se trató de erradicar. La consecuencia es que los conocimientos, enormes, por cierto, sobre el manejo del fuego se han estado perdiendo. Hoy la FAO y la UNESCO no solo han cambiado su postura inicial de condena al uso del fuego, sino que promueven el rescate del conocimiento tradicional y su transmisión a nuevas generaciones (ver https://www.unesco.org/en/articles/fighting-fire-fire). En Estados Unidos ya han incorporado no solo el conocimiento indígena tradicional para el manejo del fuego, sino que están promoviendo estudios y capacitación de personas con base en esos conocimientos tradicionales (https://www.nps.gov/subjects/fire/indigenous-fire-practices-shape-our-land.htm). El Foro Económico Mundial promueve que los países rescaten e incorporen los conocimientos tradicionales para manejar adecuadamente los incendios (https://www.weforum.org/agenda/2021/08/indigenous-burning-biodiversity-crisis-environment-ecosystems/).
Mientras en nuestro entorno, el pasado 13 de mayo el incendio amenazó a una universidad en José Ma. Morelos. No pasó a más, gracias a la intervención oportuna de bomberos y voluntarios. Pero ¿se están transmitiendo los conocimientos tradicionales a los estudiantes? ¿Tienen los estudiantes la motivación para aprender o no consideran importante tener esos conocimientos?
Si bien combatir el calentamiento global es posible, el nivel de deterioro ambiental que hemos provocado los humanos implica que aun con voluntad política nos llevaríamos varios años. Pero controlar los incendios que se relacionan con el cambio climático puede hacerse en muy corto plazo. Es tiempo de revisar la política ambiental y hacer los cambios necesarios que permitan valorar el conocimiento indígena tradicional y transmitirlo a las nuevas generaciones.
Es cuanto.