Por Gilberto Avilés Tax
El día de hoy, el gobernador de Quintana Roo, Carlos Joaquín González señaló que “no hay fecha para que la actividad turística se recupere en el Caribe mexicano, pues depende totalmente de que destinos como Estados Unidos y Europa regresen a la normalidad y den apertura a sus aeropuertos”.[1]
El discurso del gobernador nos hace pensar en viejas, pero no oxidadas y no ancrónicos, teorías económicas y categorías de análisis clave de las ciencias sociales latinoamericanas para la sociología mundial. Una de ellas es la teoría de la dependencia con la que podemos claramente identificar esta “dependencia total” del turismo de Quintana Roo hacia los mercados estadounidenses y europeos. Formulada por el brasileño Fernando Henrique Cardozo y el chileno Enzo Faletto, la aportación principal de esta categoría, y que subsiste aún hoy en día, “consistió en revelar las falsas bases teóricas y estructurales que hacen nugatorio cualquier nacionalismo o lucha por la independencia que ignore el carácter mundial del desarrollo capitalista, y los obstáculos estructurales necesarios y sistémicos a los que se enfrenta cualquier proyecto de construcción de estados-nación cada vez más justos e industrializados”.[2] A grandes rasgos, la dependencia de países, y dentro de ellas, regiones, a lo que los mercados extranjeros (en este caso, la industria del ocio capitalista) requieran, es un serio impedimento a una posible liberación y a una seguridad en cuanto a lo económico.
El análisis del turismo extractivista en Quintana Roo, igual se podría ver desde los conceptos centro-periferia, y con el concepto de marginalidad aportado por Gino Germani, donde una amplia franja de ciudadanos quintanarroense (pienso en la acotada y etnografiada “zona maya”), no han sabido siquiera qué se entiende por las “bondades del turismo”, encontrándose marginados no sólo de los beneficios del desarrollo turístico, sino hasta del conocimiento mismo del mar. Y en la construcción de este Estado regional, habría que igual recurrir al concepto colonialismo interno y a la asimetría regional que esto produjo en los años en que, a partir de la década de 1970, Quintana Roo da un giro, olvida las industrias agroforestales, olvida la industria pesquera incipiente, la copra y la producción del campo, y se vuelca a las costas del norte para generar un polo de desarrollo crecido de la noche a la mañana. La validez explicativa del “Colonialismo interno” tiene que ver, no solo con esta obvia demostración de la asimetría regional visibilizada en una mayor cobertura urbana, los servicios y la infraestructura hotelera frente a la ruralidad en el Quintana Roo de tierra adentro; tiene que ver, como nos lo recordó su autor, con “los fenómenos de discriminación, racismo, depredación, parasitismo y expoliación de las etnias conquistadas y reconquistadas”. En Quintana Roo, estos fenómenos los he analizado desde la perspectiva de la Xcaret-ización de la cultura maya, que al mismo tiempo que hace explícito una cultura maya imaginada y reconstruida para la interpretación, uso y disfrute del “turismo conquistador”, nos señala la quiebra de autonomías culturales, políticas y de desarrollo propio de estos pueblos “conquistados” y “reconquistados” por las bondades del turismo, y que en momentos de crisis, como la actual producida por la paranoia del Covid-19, simplemente son echados del Moom Palace y de otros hoteles a la deriva, donde ellos seguramente fueron los camareros y limpiaban los camastros de los turistas que ya no están.
Con estos conceptos clásicos de las ciencias sociales, podemos comenzar a discutir desde ahora el paradigma turístico. Pero no se discute eso, a pesar de la calamidad, la mira siempre está en que los turistas regresen; no se pone en la mesa del debate público esto, y ningún grillo del patio ha dicho la palabra mágica: diversificar. Diversifiquemos la economía regional de Quintana Roo. Desde luego, esto no sería de golpe, sino a escalas, en un nuevo plan maestro y estratégico para el Estado. Pero eso, ¿se puede hacer en un contexto de monodependencia del centro de esta periferia quintanarroense, de creencia hasta el absurdo de los poderes mágicos del turismo depredador, y de la aceptación acrítica de la clase política local de este paradigma extractivista, que no ven otra cosa para “desarrollarse” que las supuestas “bondades” del turismo?
En la tragedia debe haber una nueva
luz para cortar la enorme dependencia al turismo de Quintana Roo; una luz que
implique la transdisciplinariedad de las ciencias (el diálogo de las ciencias
sociales, económicas, urbanísticas, agrícolas), el diálogo con todos los
sectores sociales, y, sobre todo, voluntad política para buscar nuevas rutas de
desarrollo en este estado. Es imposible seguir dependiendo hasta la náusea, de
una industria tan volátil como la que hoy existe en Quintana Roo.
[1] Véase:TOTAL INCERTIDUMBRE: No sabe Carlos Joaquín cuando se reactivará el turismo en Quintana Roo
[2] González Casanova, Pablo (1999 “Reestructuración de las ciencias sociales: Hacia un nuevo paradigma”, en González Casanova, Pablo (coordinador), Ciencias sociales: algunos conceptos básicos, México, Siglo XXI editores y UNAM, p. 11.