Hay de rupturas a rupturas.
Y la ruptura de Cristina Torres fue, por lo menos, light.
Por lo regular las rupturas van acompañadas no solo de señalamientos de imposición de un candidato sino de pruebas contundentes de como la decisión ya estaba tomada de antemano, y que jamás hubo una verdadera contienda interna.
En el caso de la salida de Cristina Torres de la bancada del PAN y su llegada Morena, todo fue como un paseo por Disneylandia.
A groso modo la historia consiste en que Lili Campos, señalada como la carta fuerte del cuarto oscuro de la “22 de enero” se registró para ser candidata del PAN y Cristina Torres ni siquiera llevo sus documentos a la sede panista.
Tampoco hizo mención de “dados cargados” o de una candidatura precocida en favor de la ex consejera jurídica.
Se podría decir que la salida de Cristina fue no solo con respeto sino con una estoica disciplina, como si se tratara de asunto de cuates
Hasta parecería que no hubo ruptura en Playa del Carmen