Quintana Roo ha entrado a una etapa crítica derivada de la contingencia por el COVID-19.
La dependencia, casi absoluta del turismo, ha provocado que la pandemia pegue muy temprano en el estado.
Contra y viento marea, el gobernador Carlos Joaquín pretendió atraer o, por lo menos contener, a visitantes. Pero la realidad se impuso. “Hemos dejado de recibir turistas”, reconoció.
Ahora el Gobernador trata de implementar un programa de emergencia. Lo llama “alimentario”. Se financiará, en parte, con recortes a los salarios de funcionarios públicos.
Pero, la emergencia es enorme. Se requerirá más que un plan alimentario y que le “mochen” sus salarios a la alta burocracia estatal.
Y, por supuesto, medidas a tiempo.