Francisco J. Rosado May
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La semana anterior diversos medios dieron cuenta de los avances en el proceso de nominación del nuevo rector/a de la Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo. Se han seleccionado 25 candidatos que pasaron el primer filtro. Nunca se había acumulado tantas posibilidades, el abanico es amplio en materia de formación académica, género, edad y experiencia.
Curiosa pero lamentablemente en México, y muchos otros países también, no hay tradición de acumular experiencias en la selección y desempeño de las personas que fungen como rectores o directores en instituciones de educación superior (IES). Deberíamos fomentar esa práctica ya que ha probado ser muy útil en aquellas IES o países donde no solamente se publican analítica y críticamente esas experiencias, sino que además son estudiados no solo por futuros especialistas en educación sino por los integrantes de órganos que toman decisiones en el nombramiento de la persona que encabezará una IES.
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No es una situación menor. La educación es columna vertebral del desarrollo o subdesarrollo de un país. La calidad educativa explica las condiciones de progreso o retroceso, de transparencia o de opacidad, de ética o de abusos a los derechos humanos, el crecimiento adecuado en el PIB y el bienestar. Y esto, lamentablemente, en nuestro país está relacionado directamente con el perfil, experiencia, formación, visión, de quien ocupa la rectoría.
Es común en las IES publicar en fechas claves, como a los 25, 50 o 100 años de vida, un documento que trata de posicionar y justificar el desempeño de esa IES ante la sociedad. No siempre esas publicaciones pueden ser consideradas como fuentes de conceptos o métodos de trabajo; normalmente no tienen ese atractivo intelectual, sirven para ver quien está y quien no en las fotos.
Pero hay excepciones. Una publicación ejemplo es la “Historia de la UAM. Sus primeros 25 años”, en 2 tomos, de López Zárate y colaboradores. Hay obras que abordan políticas nacionales y su efecto en educación superior, como la de Julio Rubio, quien en 2006 coordinó la obra “La política educativa y la educación superior en México, 1995-2006, un balance”. Muchos consideran este período como el que hizo posible alcanzar los niveles más altos de formación académica de los profesores universitarios en la historia de nuestro país.
En Estados Unidos es común encontrar excelentes obras no solo de análisis de políticas públicas y su efecto en la educación superior, como el de Thelin (2004) “Historia de la Educación Superior en Estados Unidos”. Otra obra es la de Kerr (2003) “The Gold and the Blue, una memoria personal de la Universidad de California, 1949-1967”.
Historia personal y aprendizaje por revisión de literatura indican que sí hay política detrás del cargo de una rectoría, eso no se discute. Se discute qué tipo de política debe desarrollar quien ocupa ese puesto y su efecto en la IES y en la sociedad con esa política. Para ello es importante saber la formación y los antecedentes de las personas buscando ese puesto.
Quien aspira a una posición de dirección en educación superior ¿Sabe cómo funciona la IES? ¿Sabe hacia dónde dirigirla? ¿Qué propuestas tiene para ello? ¿Sabe de modelos educativos en IES? ¿Visión de futuro? ¿Es simple administrador, es decir un político convencional? ¿Sabe cómo expandir el presupuesto o solo sabe vivir de y gestionar el subsidio? ¿Qué sabe de investigación y educación superior? ¿Qué aportes ha hecho? ¿Cuál es su historial personal en servicio público? ¿Podría pasar la prueba del 3×3? ¿Tiene contactos eficaces a nivel nacional e internacional o solamente con políticos locales? ¿Qué opina de la calidad educativa y como se mide? ¿De investigación científica de alto nivel y como impulsarla?
Son algunas de las preguntas que se desprenden de las lecturas antes mencionadas. Quizá deban usarse en la selección de cualquier rector en el estado.
Aquellos directivos cuyo perfil es político, sin pizca de experiencia en educación superior e investigación científica, normalmente tienen la tendencia de empujar a la IES a un sistema similar al burócrata, incluyendo el uso del reloj checador, o petición de horarios de trabajo detallados, o el mal uso de los recursos para fines personales, o su administración depende solamente del subsidio sin capacidad de gestión de ampliación presupuestal sea por fuente gubernamental o no, y un largo etc. ¡La tendencia burocrática no contribuye a alcanzar los niveles de calidad en educación e investigación que necesitamos! Hacerlo notar es indispensable para impulsar un cambio obligado en las IES: elegir la mejor persona para una rectoría o posición de dirección.
Hay muchas otras opciones que la burocrática, pero para implementarse adecuadamente se requiere de personas con sólida formación, experiencia y probidad probada, con claridad en el tipo de política que deben implementar.
El fracaso o éxito de una administración en una IES se deben tanto a las personas en la dirección de la misma como a quienes las eligieron para esos cargos.
La calidad de la educación superior y el desarrollo adecuado del estado depende de las respuestas a preguntas como las mencionadas antes.
Es cuanto.