Por: Fabián G. Herrera Manzanilla
Cuando el Congreso Constituyente de 1917 empezó a deliberar sobre el proyecto de Constitución enviado por el general Venustiano Carranza, muchos artículos de esa que es nuestra Norma Suprema en México, fueron analizados exhaustivamente y modificados, pues esa es la función de los diputados en sí: hacer un ejercicio democrático sobre las leyes que nos rigen como mexicanos procurando sean benéficas para todos, acorde a la realidad y contexto histórico que se vive.
Por tal motivo, hoy y en el marco del Día de la Marina, me enfocaré a narrar cómo es que surge esta celebración en 1942 y la base en la cual, se sostiene, pues resulta muy interesante porque a veces la historia no es como la cuentan o se acostumbra escribirla como tal y por ende, los méritos a quienes corresponde los omiten.
El artículo 32 que propuso el general Carranza, únicamente prohibía que los extranjeros en época de paz puedan servir en el Ejército Nacional o en las fuerzas de Policía y Seguridad Pública.
Texto que no correspondía a la situación real de la marina mercante en el país, en virtud, que desde 1905 había empezado una lucha a través de la “Liga de Oficiales Navales”, quienes protestaban por la marginación de los hombres de la mar mexicanos, por capitanes, jefes de máquinas y oficiales extranjeros, en la tripulación de barcos con matrícula mexicana por más irónico que esto sea y ello implicaba cierta inseguridad nacional.
Por eso cuando la comisión que analizó ese artículo del proyecto de la Constitución de 1917, deliberó tanto el texto original propuesto y una iniciativa presentada por el Diputado Cándido Aguilar, que tenía un mayor alcance y era más acorde al acontecer de aquel entonces.
Él propuso, que sólo los mexicanos por nacimiento pueden pertenecer a la Marina Nacional de Guerra, a la tripulación o dotación de cualquier embarcación que se ampare con la bandera o insignia mercante mexicana y para desempeñar los cargos de Capitán de Puerto y todos los demás servicios.
Finalmente, el artículo 32 redactado por la comisión quedó de la siguiente manera: “Los mexicanos serán preferidos a los extranjeros, en igualdad de circunstancias para todos los empleos, cargos o comisiones del Gobierno en que no sea indispensable la calidad de ciudadano. En tiempo de paz ningún extranjero podrá servir en el Ejército ni en las fuerzas de Policía o seguridad pública”.
“Para pertenecer a la Marina de Guerra y para desempeñar cualquier cargo o comisión en ella, se requiere ser mexicano ciudadano por nacimiento. Esta misma calidad será indispensable para ser capitán, piloto, patrón y primer maquinista en los buques mercantes, debiendo tenerla, además los que compongan las dos terceras partes de su tripulación”.
Sabemos todos que la Carta Magna, fue promulgada en Querétaro el 5 de Febrero de 1917, pero no entró en vigor a partir de ese día, sino hasta el 5 de Mayo del mismo año.
Pero a pesar de ser un mandato constitucional no hubo interés y si mucha reticencia por parte de las empresas navieras por acatar esa norma de carácter obligatorio.
Por tal motivo, la Capitanía de Puerto, dependiente en aquel entonces de la Comandancia General de Marina, giró órdenes determinantes y estrictas de no despachar barcos que incumplieran con ese requisito constitucional y marinos mexicanos contactaron al Diputado Cándido Aguilar, quien los animó y les dijo la ley es la ley y debe de cumplirse.
Así el 1º de Junio de 1917, fue que se dio cabal cumplimento al artículo 32 constitucional cuyo texto he citado, empezando por tomar embarcaciones mercantes nacionales por capitanes mexicanos por nacimiento, los buques fueron los siguientes: “México”, “Coahuila”, “Tamaulipas”, “Sonora”, “Jalisco”, “Tehuantepec”, “Puebla” y “Tabasco”.
Sin embargo, para los anales de la Marina Mercante, la travesía del “Tabasco” con toda su tripulación mexicana fue la más memorable, al mando de Rafael Izaguirre Castañares quien lo recibió del capitán español Jesús Izpizua, zarpando del Puerto de Veracruz al de Progreso, el 3 de Junio de 1917.
Cuando nuestro país entró a la II Guerra Mundial a consecuencia del torpedeo de buques petroleros y otros más en el Caribe Mexicano como ya he apuntado en ocasiones anteriores, se decreta la celebración del Día de la Marina por parte del Presidente de la República, el general Manuel Ávila Camacho, en 1942, para no olvidar esa proeza de los marinos mexicanos que en 1917 hicieron valer la Ley Suprema y erradicar el control total de los extranjeros sobre el mar territorial y exaltar el espíritu nacionalista ante ese movimiento bélico a nivel mundial.
Con el paso de los años, el artículo 32 fue adecuándose a la realidad y ampliando más su rigidez en ese sentido, pues la soberanía nacional no hay que dejarla con vacíos legales en ningún momento.
Y recordemos esa fue la misión de nuestro fundador en 1898, cuando decidió que era más factible, dar vida a una nueva población en el sureste del país que permanecer flotando en el “Pontón Chetumal” sobre la rada como originalmente se planeó, afianzando aún más con ese cumplimiento más allá de su deber, haciendo valer el imperio de las leyes y el clausulado del tratado de límites suscrito con la corona inglesa, hoy Belice, cinco años atrás.
Tomás Othón Pompeyo Blanco Núñez de Cáceres, recibe atención médica y primeros auxilios en las instalaciones de la Flotilla del Sur y Estación Naval en Payo Obispo, hoy Ciudad Chetumal, después de una incursión en la selva para obtener detalles sobre esa zona alejada de la nueva población que él fundó el 5 de Mayo de 1898.
Dentro del marco de la celebración del Día de la Marina, en 1943, el Capitán de Puerto y Práctico Naval, José Padrón Zetina, entregó a Carlos Asencio Calderón y otro destacado marino, un reconocimiento económico por salvarle la vida a Elías Cervera en aguas del Río Hondo. El acto tuvo lugar, en la desaparecida “Explanada de la Bandera”.
Los hermanos Miguel y Nassim Joaquín Ibarra en amena charla con el Presidente de la República, licenciado Gustavo Díaz Ordaz, durante una visita de trabajo a la Isla de Cozumel, para celebrar el Día de la Marina, en 1968.
El licenciado Jesús Martínez Ross, primer Gobernador Constitucional y el representante del Sector Naval, depositaron una ofrenda floral hace 45 años, en la efigie del general Venustiano Carranza ubicado en el parque de la Colonia con su mismo nombre, mejor conocida como “Las Casitas”.