Francisco J. Rosado May
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Los efectos de Otis en Acapulco y sus alrededores han ocupado la atención en México y el mundo, por varias razones. Entre los académicos y conocedores de los desastres naturales llamó la atención la velocidad en la que Otis se convirtió de tormenta tropical a huracán categoría 5.
El Centro Nacional de Huracanes en Miami anunció, con unas 22 h de anticipación, que Otis golpearía Acapulco con una posibilidad de 1 a 4 de fortalecimiento rápido en las siguientes 24 horas. A las 3:00 pm del martes 24 de octubre se reconoció con categoría 3 y a las 6:00 pm el CNH lo elevó a categoría 4. Aproximadamente a las 9:00 pm Otis ya había alcanzado nivel 5, unas 3 horas antes de azotar a Acapulco a las 00:25h del miércoles 25 de octubre, hora registrada por el CNH. Este recuento es aproximado, pero refleja una velocidad no registrada antes de evolución de un huracán. Las altas temperaturas en las aguas de la Bahía de Acapulco, arriba de 30 grados, fueron gasolina para el meteoro. Y todavía hay gente que no cree en el cambio climático.
En Quintana Roo este año no hemos tenido amenaza de huracán y aunque ya estamos en noviembre, con pronósticos de frentes fríos, no debemos confiarnos.
Otis mostró a México que no estamos exentos de desastres naturales atípicos como los que han ocurrido en otros países (incendios en Europa y Canadá, huracanes en Asia y Estados Unidos, sequías en África y en México, etc.). Necesitamos preparamos, incluyendo la renovación del FONDEN, la transformación de sistemas alimentarios, mejores políticas públicas enfocadas a la prevención de desastres, educación y civilidad, etc., sin politiquerías, para enfrentar juntos a Otis y lo que viene. Otis aún no termina, la cantidad de recursos para ayudar a Acapulco y a Guerrero será gigantesca y lo será más si no hay claridad en acciones y prevención de delitos. No solo es reparar lo material, la reconstrucción del tejido social y la atención sicológica a la población para restaurar valores no deben descuidarse.
En COP 27, hace apenas un año en Sharm el-Sheikh, Egipto, el Secretario General de la ONU dijo una frase importante en medio de la discusión sobre el cambio climático, sus efectos y cómo atenderlo: “O cooperamos o perecemos”.
Otis y Guerrero están poniendo a prueba la frase de Guterrez. Hay diferentes formas para expresar su esencia, Todas son válidas, guían la reflexión y acciones pertinentes: crecer juntos o perecer solos, aprender a vivir juntos o a perecer juntos, perecer juntos como tontos, vivir juntos como hermanos, re-imaginar juntos nuestros futuros, un nuevo contrato social, hacia un nosotros cada vez más grande. ¿Cuál de estas frases conducirá el proceso de reconstrucción en Guerrero y para la preparación adecuada para entender y atender en forma adecuada, no de politiquería, el cambio climático en México?
No se trata de inventar el hilo negro. Hay suficientes ejemplos en el planeta para encontrar el cómo atender la problemática antes mencionada, al menos se deben atender: 1. Articular eficazmente el conocimiento (local y científico) con el diseño de políticas públicas y con los tomadores de decisión; 2. Tener planes de contingencia para diferentes tipos de problemas, hechos por gente capaz, con formación y experiencia; 3. Mejorar la educación en todos los niveles, tanto en su infraestructura (laboratorios, internet, computadoras, etc.) como en la calidad y pertinencia de los programas y de quienes dan clases; 4. Crear condiciones para reconstruir el tejido social y los valores de convivencia entre personas y con el ambiente; 5. Tener personal calificado, honesto, entregados a su trabajo, y con buen salario, especial pero no solamente en áreas técnicas, y con capacidad de toma de decisiones; 5. Revisar, actualizar, articular y consensar el andamiaje normativo.
Ciertamente, pueden y deben haber más de cinco acciones estratégicas, pero no podemos quedarnos sin estas cinco; o cooperamos juntos o perecemos juntos.
Es cuanto.