Hugo Martoccia – Mesa Chica
Hace algunos meses, en una reunión privada en la oficina de la gobernadora Mara Lezama en Cancún, se hacían análisis sobre la futura composición electoral de la 4T de cara al 2024. El tema del Partido Verde y el 22% de los votos que logró en la elección de junio pasado se puso sobre la mesa. Alguien preguntó cómo resolver los espacios que le corresponderían a ese partido, en función a esos votos. Mara cortó la discusión en seco: “No tomen eso en cuenta; no va a volver a pasar”, dijo.
La frase, dicha en un ámbito muy privado, tiene casi la dimensión de una sentencia. Pero no hay que confundirse: no existe, hasta hoy, peligro alguno de que la alianza entre MORENA y el Verde se rompa en el estado. Pero sí existe la decisión de que el partido de Jorge Emilio González Martinez debe volver a su dimensión natural, aquél histórico 5, 8 o 10% de los votos.
El 22 por ciento que logró en junio de 2022 es ficticio. El Verde se quedó con votos que eran de MORENA. Y lo hizo con métodos cuestionables pero enormemente efectivos. En MORENA lo explican sin vueltas: el Verde compró votos cautivos de la 4T para su propia causa.
La operación de esa estrategia, que ideó Jorge Emilio, salió, en parte, de la propia oficina de Mara. La gobernadora la detectó y asegura que no volverá a suceder. Un Verde ficticiamente engrandecido es ofensivo para MORENA, y genera tensiones innecesarias en un ámbito en el cual las tensiones ya son demasiadas y no requieren de más estímulos negativos.
Pero no hay que equivocarse. Eso no significa que el Verde tendrá menos espacios en el gobierno o que quedará reducido en un futuro acuerdo electoral. El acuerdo macro, hasta hoy, está sellado a fuego y ha sido muy beneficioso para todas las partes: Mara, Jorge Emilio, AMLO, Carlos Joaquín…y un largo etcétera.
Son los detalles de ese acuerdo los que ahora están en juego. Y uno de esos detalles es que, hoy, el “aparato” electoral lo tiene Mara, sin interferencias de nadie. En el 22, entre otras cosas, a Jorge Emilio le dio beneficios la alianza con Carlos Joaquín. Eso ya no sucederá.
AGUAS TURBULENTAS
Por supuesto, del lado del Verde dicen que el objetivo de ellos es continuar creciendo, y que no va a haber trabas a su proyecto, que aseguran está pactado con la gobernadora. El objetivo del partido es la gubernatura 2027, con la escala intermedia de ganar al menos 4 ayuntamientos (Cancún, Puerto Morelos, Solidaridad, Isla Mujeres, Cozumel y Bacalar están en su lista de prioridades) y no menos de 6 u 8 diputaciones locales en 2024.
Lo cierto es que ambas posturas conviven, y, en el fondo, pueden no ser contradictorias. Lo que sucede es que, como en cualquier relación de fuerzas, cada uno hace su parte. Más allá de cualquier acuerdo cupular, lo que hay “en tierra” es una clara estrategia del Verde por continuar creciendo, y así ocupar más y más espacios en la 4T. Y por el otro lado se palpa la idea de Mara de no permitir que ningún actor de la alianza crezca demasiado como para convertirse en un competidor o problema para ella.
Pero ahí surge la primera diferencia. Mientras lo del Verde es una estrategia sólida, que ya está trazada y avanza paso a paso con hechos concretos, del lado de la gobernadora la estrategia no ha pasado de ser una idea. Y Jorge Emilio es experto en navegar entre la confusión y la falta de estrategia. Alguien que conoce bien al líder del Verde recuerda que así fue carcomiendo al PRI del estado en las épocas de su alianza.
El líder Verde se metía en las grietas entre diversos grupos, pactaba sus acuerdos con todas las partes, y mientras los otros consumían su tiempo en recelos internos, él crecía y asumía más y más poder. Sobre el final del borgismo, se recordará, todas las decisiones debían tomarse con Jorge Emilio, quien ya había ideado el control total del estado después del “triunfo” de Mauricio Góngora en 2016.
Carlos Joaquín arruinó esos planes cuando ganó la elección. Y ahora, paradójicamente, el ex gobernador se convirtió en uno de sus nuevos aliados menores para reeditar ese proyecto de cara al 2027.
Pero Mara debe cuidarse de que aquella historia no se repita.
MORENA Y LA OPOSICIÓN LIGTH
Ya son varios los que creen que la gobernadora debe tomar la decisión de asumir el control de la política partidista en el estado, incluso más allá de la 4T. Algunos pasos ya se han dado en ese sentido. Pero dejan algunas dudas.
Por ejemplo, la gobernadora metió mano (como debe ser) en toda la estructura dirigencial de MORENA, tanto en el Comité como en el Consejo Estatal. Pero lo tiene tan en sus manos, que el partido no se mueve si ella misma no lo decide. MORENA no participa del debate público, no marca agenda, no respalda a su gobernadora, y no tiene interlocución con los otros entes del poder partidario, como, por ejemplo, su bancada en el Congreso.
Dentro de la misma 4T, además, Mara debe ordenar su relación con el PT. Ya para nadie es un secreto que puertas adentro del partido se habla de manera abierta de que en 2024 podrían tomar en Quintana Roo un camino similar al de Coahuila, donde van con candidato propio.
La coordinadora de los senadores petistas, Geovana Bañuelos, ya le ha hecho saber a Mara que en el partido sienten que no les dan su lugar en la alianza. Y esa postura escala hasta el propio “Profe” Anaya, líder nacional del PT.
Más allá, la gobernadora tiene una aliada en la dirigencia del PAN, con Reyna Tamayo. Y no ha enfrentado hasta ahora problemas con el PRI o PRD. Pero la realidad es que los partidos están sueltos, y que a medida que el año electoral avance se corre el riesgo de que sectores opositores a Mara tomen posiciones allí, amparados por la alianza nacional PAN, PRD, PRI.
Lo que se propone, entonces, es que Mara empiece a construir una oposición light, que no es lo mismo que una oposición obsecuente.
La primera es una oposición que puede captar el voto anti 4T de un modo ordenado, y darle a Mara la oportunidad de un transitar sin sobresaltos. Con esa oposición, por ejemplo, se puede pactar que esos partidos compitan electoralmente donde puedan (por ejemplo, en Solidaridad) y marquen posturas sobre temas propios, pero sin llegar a la confrontación total.
La segunda, la oposición obsecuente, es más peligrosa, porque podría dar lugar, por descontento social, al crecimiento paralelo de una oposición real y potencialmente riesgosa, como la que podría ser Movimiento Ciudadano.
AISLAR O SUMAR AL MC
Por eso, la otra pata de la estrategia debería ser, según aquella postura, intentar meter a MC al acuerdo de la oposición light, o aislarlo en una postura opositora dura que se supone tampoco le sería del todo cómoda.
En ese contexto preocupa la posible candidatura al Senado de Roberto Palazuelos en 2024 (que figuras incitantes del MC nacional ponen en duda). O que ese partido se convierta en un refugio para las decenas de morenistas descontentos con las candidaturas. Entre ellos, porque no, la propia Marybel Villegas si no consigue la candidatura en Cancún por MORENA.
Allí, los maristas puros dicen que la gobernadora usará sus dotes de negociadora y terminará convenciendo a Dante Delgado, líder nacional de MC, de que un acuerdo político y electoral es el mejor camino para que el partido crezca en el estado. La confrontación total no conviene a ninguno, dicen. Pero posiblemente MC tenga otro planes, y quiera competir en serio.
Quizá, para los partidos opositores, al menos por el momento, pensar en un acuerdo para ser la principal oposición de MORENA, pero sin hacerse realmente daño uno al otro, sea el mejor camino para empezar a trabajar en la verdadera elección en la cual podrían pensar en ganar, que será la de 2027.
Y para Mara es mejor tener una oposición organizada que pensar en no tener ninguna; porque ese escenario idílico no existe.
El Viejo PRI hizo escuela en ese sentido, y le enseñó a la política mexicana que siempre debe haber una válvula de escape al descontento social. Ese fue el papel de la “oposición” durante gran parte de los 70 años del régimen priísta.
Lo peor que puede pasar en ese caso es lo que ya sucedió: que haya una “explosión controlada”, como fue el ascenso de Andrés Manuel López Obrador al poder. Lo otro es el impredecible caos, que es el peor escenario para la política.