Francisco J. Rosado May
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CHETUMAL.- A partir del 25 de septiembre en Quintana Roo tenemos nuevo gobierno, nuevo gabinete. Renacen anhelos para dejar atrás rezagos y deudas. Renace la esperanza de tener una vida mejor, con paz, trabajo, salud y educación, todo con calidad.
Pero ni el gabinete ni la gobernadora pueden por sí solos sacar adelante los enormes retos. Se requiere de la participación de la ciudadanía, quienes dieron el primer paso al elegir a Mara Lezama como gobernadora. El segundo paso lo dió Mara al definir a su gabinete y el decálogo contra la desigualdad y corrupción. El tercer paso, contemplado en el decálogo, lo deben dar juntos, gobierno y ciudadanía.
Las primeras impresiones del gabinete se resumen en las siguientes características. Hay un balance de género, hay un balance norte-sur; aunque faltó representación del centro del estado, hay capital y experiencia política.
Se entiende que el primer círculo de la gobernadora debe tener un perfil más político que técnico, pero la experiencia señala que cuando lo político domina las demás designaciones, entonces la gobernanza se tambalea, no hay capacidad para enfrentar acertada y eficazmente los múltiples retos para el desarrollo de un estado.
De los integrantes del gabinete destacan dos personalidades en cargos claves para el centro-sur y parte del norte del estado: Secretaría de Educación con Carlos Gorocica, y Desarrollo Rural con Linda Cobos.
Es en el sur-centro y parte del norte del estado donde el sector primario es el motor de vida y donde hay mayor rezago en educación. Por eso el perfil de los titulares de ambas carteras es vital. Ambos tienen experiencia, conocen la problemática y tienen el tacto político y la confianza de la gobernadora para sacar los grandes retos, en medio de una situación económica, pública y privada, bastante difícil.
La ciudadanía ha expresado en diferentes foros y formas que la educación debe tener mejor nivel de calidad, que los directivos no deben ser resultado de favores políticos, sin experiencia o perfil. Por ejemplo, en educación superior no es fácil “bajar” recursos con confianza por parte de los investigadores porque hay directivos que no entienden los procesos, no crean las condiciones para lograrlo, ni dan confianza a donantes por el nivel de corrupción en las instituciones (por ejemplo, el sindicato de la UIMQRoo ha manifestado claramente lo anterior). Habiendo talento, experiencia en nuevas generaciones y disponibilidad para hacer un buen trabajo, no se entiende que los nombramientos se guíen solo por política. ¿Cómo puede despegar la economía con profesionistas sin la formación sólida necesaria? ¿Cómo innovar los planes, programas, carreras, modelos educativos, si los directivos no entienden los procesos académicos de investigación y docencia de alto nivel?
En el campo, la pandemia del COVID19 hizo visible la dependencia a los agroquímicos, mismos que hoy están con precios muy elevados. La política federal se inclina hacia la soberanía alimentaria, por lo tanto, se deben formar cuadros que apoyen el proceso de transformación de los sistemas alimentarios hacia la sostenibilidad. Hoy no lo tenemos, pero lo podemos lograr mediante un programa estatal de formación de recursos humanos e investigación, hasta nivel doctorado, en agroecología. Se puede hacer en forma interinstitucional y en coordinación con programas de gobierno. No hay mejor alternativa.
Hay más ideas, en diferentes áreas, que la ciudadanía hará de conocimiento en su momento. Solo se necesita voluntad política para escuchar e implementar.
Es cuanto.