Por Gilberto Avilez Tax
Hasta hace unos tres meses, lo que para algunos cuantos ya era una “bola cantada” la elección de la candidatura para la gubernatura de Morena, para muchos más todavía estaba presente, en sus más afiebradas imaginaciones políticas, la idea de que al fin Quintana Roo saliera del orden oligárquico político en que se ha venido escorando desde, al menos, 40 años, cuando se dio el giro neoliberal del estado dándole un mayor impulso al turismo, omitiendo otras vertientes sociales (los municipios de tierra adentro), y prodigando y “apanzando” a una casta gobernante local con muy pocas muestras de honradez y principios políticos de izquierda.
Para los de las afiebradas imaginaciones políticas, la figura de un fundador de Morena, que, además, es amigo personal del Presidente, Rafael Marín Mollinedo, era la última esperanza de que, al fin, dice este correlato utópico, los intereses populares se concretizaran en un estado que siempre ha sido caracterizado por el saqueo caníbal de sus grillos, amén del poco respeto a los elementos más rudimentarios del derecho. Rafael Marín, pensaban algunos trasnochados de ingenuidad, sería la mejor opción para salvar a Quintana Roo de otro sexenio extractivista. Y otros más, que con tal de seguir las viejas formas de cómo se movían los engranajes en el antiguo sistema del presidencialismo –y la 4T tiene bastante de ese presidencialismo-, optaron por Marín Mollinedo no por lo que éste podría representar para los seguidores de discurso utópico de izquierda, o por lo que tiene de lopezobradorismo “puro”, sino porque estos merodeadores, estos carroñeros de la política, pensaron erróneamente que el amiguismo, una vez más, saldría triunfante.
Ese “amiguismo” que fue cuna, almácigo y forraje multivitamínico desde los tiempos en que Quintana Roo era un Territorio de los confines gobernado por el Presidente de la República mediante sus gobernadores del territorio: nada fuera del orden presidencial, todo dentro del orden presidencial, así crecieron, con esas ideas verticales y autoritarias, al menos los primeros cinco gobernadores del estado (1975-2005). A partir del 2005, la inestabilidad ha sido el dogma en estas tierras tropicales que aún siguen dependiendo, más que en ningún otro estado, de las veleidades del poder del centro (y esto tal vez se pueda entender porque durante 73 años el hoy estado de Quintana Roo casi fue una colonia interna de México), y en esa vorágine de desbarrancaderos priístas y posicionamientos de un presidencialismo sin tapujos, hubo gobernadores virreyes (González Canto y Beto Borge) y gobernadores que pactaron su salida con el nuevo Tlatoani vía los nuevos poderes regionales, otorgando las llaves del reino desde antes de tiempo.
Y en la vorágine de estas dos últimas décadas de este nuevo siglo, cuando por primera vez la clase política priísta perdió el control de Los Pinos, en Quintana Roo comenzó una serie de cambios de poder partidistas que iniciarían en los municipios hasta poner en jaque la gobernabilidad en el 2005, pero que prontamente los priístas locales recuperaron el control estatal porque el nuevo presidencialismo que practicaron los panistas en sus dos sexenios, no tenía la tónica que sí tuvo el priísmo nacional, y sí tiene el lopezobradorismo (recordemos a los fallidos súpero-delegados). Y en esas dos décadas, en Quintana Roo comenzó a medrar un nuevo poder que no se constituyó, nunca, desde la arena blanca de las playas del estado, o desde la selva lujuriosa de la zona maya, mucho menos en los pueblos soporíferos del Hondo. Detrás del Felixismo Borgismo que tanto se ha mencionado (2005-2016), el nuevo poder que hoy desborda a las antiguas mafilias gobernantes, se encontraba en la figura vampírica de un Niño Verde que enhebró, cosió y acrisoló los hilos del poder estatal utilizando a su partido para otorgar mayorías en San Lázaro, favorecer descalabros, pactos por México, reformas estructurares a cambio de convertir a un estado de la república, soberano, en lo que siempre ha sido y lo que al parecer siempre tiene nostalgia de regresar a ser, a pesar de sus nativismos ramplones y sus miles de Comités pro territorios: a los tiempos del Territorio. El Niño Verde, que vive un exilio edénico en su Torre Emerland de Cancún, como don Margarito Ramírez, que vivió otro exilio no tan edénico, lleva bastantes años posicionando su poder en el estado: Senador plurinominal junto con González Canto de 2012 a 2018, Cancún es su feudo personal, y ha conquistado Puerto Morelos. Es, qué duda cabe, el verdadero jefe de la mafia política hoy en día.
Y, siguiendo a Hugo Martoccia, “don” Jorge Emilio González ha sabido esperar, al menos un sexenio, cuando en el 2016 su proyecto de gobierno detrás del trono con Mauricio Góngora fue defenestrado por el intento último de otras familias de la oligarquía de no entregar el reino a un chilango. Las aguas nacionales de la política nuevamente irrigarían el sistema de cosas del antiguo Territorio, y desde 2018, don Jorge Emilio –el nuevo Tatich- le dio el triunfo a Morena en Chiapas con Rutilio Escandón, y aliado desde ese año con Morena, posibilitó que el partido del Presidente tomara el control de San Lázaro. Nada es de a gratis, el objetivo es Quintana Roo: no fue con Góngora, pero ahora será con Lezama, que tiene muy buenas relaciones de negocios desde 2015, y en los acuerdos que van desde Palacio Nacional, Torre Emerland de Cancún y el edificio de la 22 de enero de Chetumal, observamos que, para asegurar el triunfo con la cargada que otorga el Estado, figuras del actual gobierno local se han insertado como primera plurinominal a la diputación local bajo las siglas del Verde, o bien, caciques de la zona maya se placean con Mara Lezama y prestan sus “estructuras” para el triunfo arrollador del “marismo”.
El nuevo Báatab de estas tierras palustres y turísticas, en estos tiempos desbocados de la narcopolítica, es un chilango de alcurnia que toma su ron en la Torre Emerald de Cancún. Es el poder detrás del poder gracias a AMLO. Y él ya puso gobernadora. Lo cierto es que Quintana Roo ya es feudo del Verde. Hoy, el nuevo Tatich de Quintana Roo, tiene a Cancún en su bolsa, mañana será Playa del Carmen, pasado mañana Cozumel. En Quintana Roo, donde la teoría y la ideología sirven para un carajo, no esperemos un movimiento que reivindique el federalismo y la defensa de Quintana Roo, que está siendo presa de una venta, contra venta, etc., como si fuera una bola de queso que uno compra con Daka en el Mercado Viejo.
Y en este tren de la bola cantada, del “alea jacta est”, del “ya valió madres”, del “ya pa’qué”, de los números fríos que pusieron como arrollador al Presidente en el refrendo del domingo pasado, todos quieren llevar agua, no para el molino de uno, sino para el de la nueva Tlatoani del Caribe mexicano. Hasta los que durante toda su vida vomitaron burlas y chascarrillos contra el actual Presidente, se han vuelto en los más fieros defensores del Marismo, no del Presidente, del Verde, no de Morena. Saben, huelen el seguro triunfo, y en esos olores de almizcle y sentina, se declaran prosélitos, amigazos, y le rinden todo tipo de tributo a la actual candidata. Todos, hasta los más lerdos, quieren hacer méritos, mostrando músculos y hasta muslos: si vas a caminar por primera vez a Chetumal, yo te lleno hasta de yucatecos con vanes de Peto y Tekax las calles embachadas que recorrerás. Si deseas esto, yo te consigo el triple de lo que deseas. Todos se prosternan, todos envían arrobas de cera y miel, ochocientos lienzos de buena tela, 15,000 borregos balidores para el mitin del domingo, un concierto de La Tracalosa para el pópulo y uno de “di Blasio” para los finitos de pueblo.
Cuando se hace un “en vivo para el Face”, el tributo político de los maristas de los últimos días antes que se acabe la chance para “la cargada”, es hasta patético. Habría, por supuesto, que decirle a los del Partido Verde en Quintana Roo, que son un partido de “ambientalistas” de a mentis, y que la “paleontología política” es una ciencia difícil que no entra en los ámbitos de su competencia. Es una ciencia cuya única facultad se encontraba en el otrora partido donde medraron y se enquistaron dos diplodocos chetumaleños, que vanamente se quieren ir a la cargada lezamista, a pesar de que uno de estos diplodocos le dio hasta por debajo de la lengua a doña Marita, la nueva Tlatoani en tierras mayas de la Xcaretización. A ese diplodoco que hemos hecho referencia, por si su memoria ya le falla, le recuerdo que apenas el 21 de diciembre pasado prendió copales de guerra y señaló que la primera chilanga que gobernará este estado, “representa los intereses de Jorge Emilio González del Partido Verde y del ex Gobernador Félix González, además de que será el continuismo de Carlos Joaquín”.
Y aunque en esa aserción de 2021 de la esfinge de Andara hay muchísima razón, ahora las cosas son muy distintas, pues en Quintana Roo, una tierra que ha sido el coto de caza del jefe de los Verdes desde 2012 (sino es que antes), la gobernabilidad nacional y los intereses por el control de San Lázaro y el Senado de Morena con el partido Verde que ha sido chile de todos los moles (prianistas y morenistas), fueron de un mayor peso específico que el frágil control de un estado que se cae a pedazotes de violencia de la narcodelincuencia, del desfase social del turismo y la gangrena de una clase política palera y sin compromiso serio con acciones políticas de largo aliento.