Francisco J. Rosado May
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En la noche del viernes 14 junio Chetumal fue testigo de una lluvia inusual. El fenómeno llamó la atención de medios locales y nacionales. Las noticias reportaron que la cantidad de lluvia fue de poco más de 135 mm, inundando 120 colonias. La lluvia prácticamente inició a las 8:30 pm y amainó un poco alrededor de la 2:00 am. Los vecinos, en forma solidaria, salieron a despejar la entrada de las alcantarillas, amablemente dirigiendo el tráfico para evitar que más vehículos se sumen a los que ya se habían varado en las calles. En las casas flotaron refrigeradores, estufas, muebles, macetas, etc.
Para los meteorólogos un milímetro de lluvia equivale a un litro de agua por metro cuadrado. 135 mm equivalen a 135 litros de agua que cayeron por metro cuadrado, es decir casi 7 cubetas de 20 litros. Cantidad que combinada con la velocidad de caída causó el estrago que vimos en Chetumal
Los vecinos no recordaban algo similar, no había amenaza de ciclón. La inundación sucedió en muy corto tiempo, como pasó con la velocidad de cambio de magnitud del ciclón Otis en Acapulco. No hubo tiempo para prepararse o salvar mobiliario. En muchas colonias, como la que se conoce popularmente como La Charca, el agua ya había drenado casi todo como a las 7 am del sábado. Otras colonias no tuvieron la misma suerte y continuaron inundados. Entonces inició la etapa de limpieza. Negocios, casas, vehículos, no solo tendrán que secar sus cosas, sino que tendrán que enfrentar los costos de los cuantiosos daños materiales.
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¿Qué pasó? Por un lado, se sabía que el fenómeno del Niño ya estaba terminando, después de dejarnos demasiados meses de sequía, y que la Niña se estaba preparando. Estábamos en el momento de transición.
El calor generado por el Niño explica la alta presión atmosférica y evaporación de agua, formando nubes que no van a descargar precisamente por la alta presión. Al bajar esa presión, permite el ingreso de nubes y si la atmósfera tiene a temperatura baja adecuada, las nubes van a descargar el vapor en forma de lluvia. Si lo anterior se combina con una temperatura alta en la superficie, entonces se generan condiciones para las lluvias de convección. Las condiciones suigéneris del momento explican la magnitud de la precipitación, tanto en rapidez como en cantidad.
Chetumal y el país fuimos testigos, una vez más, del calentamiento global. No en balde los mensajes de las autoridades en el sentido de que nos preparemos para otros eventos de magnitud cercana a la que ocurrió en Chetumal, pero más peligrosos si se combinan con un ciclón. Entonces NO BASTA con decir que lo que pasó es por el cambio climático, sino ¿qué se debe hacer? ¿Qué papel toca a las autoridades y a la sociedad?
No basta con hacer que la ciudadanía no tire basura en la calle, menos con fotos de políticos caminando en calles inundadas. Hace falta un plan integral de atención al cambio climático. Un plan integral y con recursos, evaluación continua y participación social, no simulación. Integral, no solo meteorológico sino en infraestructura (¿tenemos mapas de movimiento de agua en ciudades y campo? ¿Cómo se altera ese movimiento con obras?), en sistemas alimentarios, en negocios, en plan de desarrollo municipal, en evaluaciones de impacto ambiental, en educación, en capacitación, y un largo etc.
Lo peor que podemos hacer es normalizar la situación con “ni modo”; el reto es enorme y es de todos.
Es cuanto.