Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
En México y en varios países, los medios han comentado el caso del plagio de tesis por parte de una persona integrante de la Suprema Corte de Justicia. El asunto tuvo notoriedad probablemente debido a la posición de la persona involucrada, pero debería invitarnos a observar nuestro entorno y reflexionar profundamente las implicaciones para la familia, sociedad y nuestro futuro.
En 2019, Pastrana Vals publicó en la Revista Mexicana de Opinión Pública un artículo mostrando cómo la percepción de corrupción contribuye a la aceptación o rechazo de un régimen. Antes, en 1996, por la ola de casos en el mundo que se interpretaban como pérdida de valores, El País (10/sep) publicó un artículo de Enrique Miret quien se preguntó ¿se puede vivir sin valores?, respondiendo que cuando una sociedad, por algún mecanismo, desea canalizar su energía para alcanzar una meta, solamente lo puede hacer cuando los valores que guían su “estilo de vida” también se alinean; de lo contrario no habrá forma de lograr ni esa ni cualquier otra meta.
En la Gaceta UNAM, el 5/nov/2020, Rafael López publicó un artículo sobre los valores que explican los hechos de violencia que alteran la convivencia social, concluyendo que no hay pérdida sino sustitución de valores. Y esto es el resultado de un proceso en el que consciente o inconscientemente los integrantes de un colectivo hacemos.
En materia de valores hay dos segmentos en nuestra sociedad que son críticos: la familia y la escuela. Con respecto a la familia, ¿quién no ha dicho o escuchado “el año pasó rapidísimo” hace un par de semanas, o “¡ya estamos en febrero!” más recientemente? Son expresiones comunes en estos días que no solo expresan el paso del tiempo, también conllevan efectos secundarios como el poco tiempo de calidad para la familia.
Inconscientemente muchas personas asumen incorrectamente que la escuela debe atender la educación académica y también sustituir lo que con respecto a valores y conocimiento deben ser inculcados a los hijos en sus hogares.
Quizá las escuelas sí podrían inculcar algunos valores y reforzar otros, pero ¿qué pasa en nuestra sociedad cuando se combinan la falta de tiempo de calidad en las familias con escuelas con pocos recursos o sin estándares de calidad y valores necesarios? Fórmula de desastre.
Y es que, tan solo observando nuestro entorno laboral o de convivencia social, más de uno nos preguntamos, ¿cómo podemos cambiar esto?
Por ejemplo, cuando se titulan personas sin tener los méritos ni de su formación ni de su trabajo de titulación, aprovechando un sistema que no tiene calidad y autoridades que encubren ese hecho. Esto se puede comprobar llegando a una biblioteca y revisando los trabajos de titulación bajo una metodología adecuada. Imaginemos cuántas tesis de licenciatura, maestría o doctorado están en esa situación. La sociedad depositó en ese comité de titulación la confianza de que la persona que egresa tiene las credenciales para hacer un buen trabajo y/o que generó adecuadamente un conocimiento que puede ser útil para atender una problemática, y que recibió una formación adecuada en todos los cursos que tuvo que haber aprobado para poder titularse. Si esta confianza se traiciona y el sistema no tiene mecanismos de evitarlo, entonces estamos cambiando valores, pero para mal. Todos perdemos.
Por ello es importante que después de consensar en forma adecuada cuales son los valores que deben guiar nuestro desarrollo, el gobierno tenga un sistema monitoreo transparente para evitar que la acumulación de corrupción, violaciones de derechos, entre otros, lo impidan.
Es cuanto.