Por Gilberto Avilez Tax
El Museo de la Guerra de Castas de Tihosuco fue, hasta hace un tiempo antes de la rehabilitación que se dio recientemente, único en su tipo, pues era el museo que tenía por objetivo “exhibir, preservar y difundir”, no solo entre la población de Quintana Roo, sino entre la población mexicana y extranjera, “los pasajes históricos de la rebelión armada de mediados del siglo XIX”.
Este museo fue inaugurado el 24 de marzo de 1993 en el tramo final del gobierno de Miguel Borge Martín. Una vieja casona que perteneció a la familia del ilustre poeta tihosuquense, Wenceslao Alpuche y Gorocica fue habilitada para dar cabida a piezas de la época, a las armas que se usaron por los ejércitos mayas y yucatecos, a un bien documentado estudio histórico de la Guerra de Castas, a obras de pintores regionales como Marcelo Jiménez y Elio Carmichael que plasmaron algunos pasajes del conflicto e imaginaron a sus caudillos; y, años después, desde 1998, a la única reliquia de un caudillo de la Guerra de Castas que subsistió a la vorágine del siglo XIX peninsular: el cráneo de Bernardino Cen.
Ni en Yucatán, menos en Campeche, hay un museo de ese tipo, como antes lo había en Quintana Roo, dedicado exclusivamente para hacer memoria museográfica de la Guerra de Castas. Y digo antes, y hablo en pasado, porque el actual museo de la Guerra de Castas, hoy flamantemente remozado, lo es todo pero menos un museo de la Guerra de Castas propiamente hablando. Hace unas semanas apenas, sin ahondar mucho en la cuestión, apuntamos en un texto periodístico la pregunta de si esta “rehabilitación” se entendía como una modificación sustancial en el objetivo primigenio de dicho museo, que tiene que ver con la historia de la Guerra de Castas. Hoy respondemos, con toda certeza, de que así fue: se ha desvirtuado el objetivo, y la historia museográfica de la Guerra de Castas se ha diluido en la incuria y en las ganas vulgares de hacer rentable turísticamente este sitio, tirando al cesto de la basura los pasajes más significativos de la historia armada de los mayas de Yucatán.
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La cuestión más preocupante de este nuevo museo “xcaretizado”, tiene que ver con una pieza única en su tipo, con un elemento invaluable de esa larga lucha autonómica del pueblo maya: con el cráneo de uno de sus más aguerridos líderes mayas, Bernardino Cen, un general maya que, junto con el incansable Crescencio Poot, de 1864 a 1875 se encargaron ambos de cincelar las fronteras de la territorialidad maya al hacer la “guerra en las fronteras” yucatecas y posicionar a Chan Santa Cruz como un bastión autónomo de rebeldía indígena. Y es que, actualmente, no sabemos dónde se encuentra el cráneo de este líder maya, pues en el lugar donde antes se encontraba el nicho con el cráneo de Bernardino Cen, en la nueva museografía cuatroteísta se dispuso que era mejor poner un pequeño altar con tres cruces. ¿Y en donde está el cráneo?
Descripción del nuevo Museo Xcaretizado
Hace uso días, en una visita al Museo de la Guerra de Castas, se constató como todo había cambiado para mal, hasta la puerta de entrada al museo se cambió. En la nueva entrada, se empotró una placa con un resumen vago y lleno de incoherencias históricas, como el decir que los mayas de la Guerra de Castas se levantaron en armas contra las haciendas henequeneras, cuando en realidad el periodo henequenero inició varias décadas posterior a 1847. En este nuevo museo, hay una vitrina con objetos prehispánicos, con reproducciones vulgares de los códices mayas. Y en otra vitrina se encuentran objetos coloniales como crucifijos y piezas de metal. Después, en otro tramo de este nuevo museo, hay una sala con dos espantosos maniquíes que representan a dos macehuales, así como instrumentos del maya paax. Se sigue con algunos rifles de la época –butbitzones-, balas, y elementos de la vida cotidiana que se encontraron en las casonas de Tihosuco, donde un quinqué extrañísimo –de fines del siglo XIX- rompe la cronología por el hecho de que Tihosuco estuvo largamente desocupada de habitantes, en un periodo que va de 1870 a 1930. Antes, en el extinto Museo de la Guerra de Castas, estas piezas que se encontraron en las antiguas casonas de Tihosuco, eran más y variables. Ahora parece que se extraviaron muchas piezas.
¿Y en donde quedan la historia de Crescencio Poot, Barrera y María Uicab?
En el nuevo No-Museo de la Guerra de Castas, algunas viñetas hablan someramente, y solamente, de los tres caudillos principales: Jacinto Pat, Cecilio Chi y Manuel Antonio Ay. No hay ninguna referencia al “Martillo de Yucatán”, el general Crescencio Poot que gobernó por más años a Chan Santa Cruz. Tampoco hay gran cosa del “Ulises de la Guerra de Castas” y fundador de Chan Santa Cruz, José María Barrera, y menos existe referencia alguna de la sacerdotisa, patrona y generala de los mayas cruzoob, María Uicab. Y se extraña que durante este tiempo, se siga invisibilizando no solamente a estos líderes emblemáticos de la Guerra de Castas, sino a Uicab, la única mujer de mando durante la Guerra de Castas, rescatada su historia recientemente por Georgina Rosado y Carlos Chablé.
En el nuevo No-Museo de la Guerra de Castas, hay una ruptura tremenda en su objetivo, cuando se incluye a otros horripilantes monigotes de una danza originaria de Dzitnup, la de los pastores, pues esta danza no tiene nada que ver con lo de la Guerra de Castas. El baile de los pastores debe estar en otro museo, como un museo comunitario del Tihosuco después de la repoblación de la década de 1930, cuando mayas del oriente yucateco lo repoblaron, trayendo con ellos a sus tradiciones y danzas de raigambre católica.
¿Un museo-escaparate turístico?
Y algo sin duda que causa bochorno por el espíritu mercantil, de turistificación más ramplona, tiene que ver con la oferta de bordados, mieles y otras artesanías que se hace en la comunidad. Me niego a aceptar que un Museo de la Guerra de Castas digno de su nombre, se convierta en “un nuevo escaparate turístico” donde se puedan vender nuevos productos para el “recuerdito” del turista conquistador. Por supuesto, esto tiene que ver mucho con la Xcaretización de Mayakaan, donde los mayas de ayer y de hoy “son asuntos de un Museo Xcaretizado, o de un bordado tejido para la piel del turista conquistador”. Y la historia de la Guerra de Castas está bien ahí, en el texto docto del solitario erudito, o en el museo de la Xcaretización de la Guerra de Castas donde se intenta diluir, olvidar y desvirtuar la memoria de un pueblo: el pueblo de la Cruz Parlante.
Y la joya de la corona, el cráneo de Bernardino, ¿dónde está?
Pero la cuestión no termina ahí. Hemos dicho al principio de este texto, que el cráneo de Bernardino Cen, era la joya museográfica del anterior Museo de la Guerra de Castas. Hoy resulta que no aparece en ninguna de las salas de este “rehabilitado” museo. ¿Dónde está el cráneo de don Bernardino, el único vestigio óseo de un caudillo de la Guerra de Castas? No tenemos los restos de Cecilio Chi, de Jacinto Pat, tampoco de Manuel Antonio Ay o de Crescencio Poot. Sí teníamos el cráneo de don Bernardino, en una vitrina del anterior Museo de la Guerra de Castas. Pero en este nuevo Museo, el cráneo no aparece. ¿Estará en una bodega sucia y húmeda, estará en restauración, se lo llevó el INAH Quintana Roo para darle la curación debida? En charla telefónica con el director regional del INAH Quintana Roo, este me señaló, extrañado, que no estaba enterado que el cráneo no aparezca en el nuevo museo “rehabilitado”. Si el INAH Quintana Roo, que es el custodio regional del cráneo, no sabe dónde se encuentra su paradero, ¿quién entonces?, ¿la titular de Cultura de Quintana Roo, Lilian Villanueva Chan, sabrá donde se encuentra?, ¿en una húmeda y polvorienta bodega del nuevo museo “rehabilitado, estará?
Y es tan importante el cráneo de este caudillo, que cuando llegó al anterior Museo de la Guerra de Castas en 1998, hubo toda una ceremonia de su llegada. A principios de la década de 1990, el gran guerracastólogo norteamericano, Paul Sullivan, dio con el paradero de este caudillo, revisando correspondencias entre el gobierno norteamericano y mexicano de la época. Sullivan contó esto en un libro que le dedica a la biografía de Bernardino Cen y que fue editado por la Universidad de Quintana Roo (véase Sullivan, Paul 1998 ¿Para qué lucharon los mayas rebeldes?/Vida y muerte de Bernardino Cen, Chetumal, Quintana Roo, Universidad de Quintana Roo). Este libro, de 1988, fue el reactor que desencadenó un nuevo acto de utilización o exaltación apologética del “indio muerto” (en este caso, del caudillo cruzoob, Bernardino Cen), y el 7 de marzo de 1998 tuvo lugar, en Tihosuco, una “jornada histórica para Quintana Roo”: el regreso de los restos (la calavera) de uno de los más sanguinarios de los líderes mayas, Bernardino Cen, al poblado: su nueva casa, el Museo de la Guerra de Castas. La calavera fue “rescatada” del Palacio Cantón de Mérida, por “el Gobierno del Estado (de Quintana Roo), la Universidad de Quintana Roo, el Instituto Nacional de Antropología e Historia” y hasta el mismísimo Sullivan. La escena de la exaltación del “indio muerto”, Cen, en Tihosuco, transcurrió del modo siguiente:
“Ahí, una comitiva integrada por el Gobernador, ingeniero Mario Villanueva Madrid, el sacerdote de Tixcacal Guardia, Isidro Ek Cab, el Rector de la UQROO, licenciado Efraín Villanueva; la delegada del INAH, arqueóloga Adriana Velázquez, y el presidente municipal de Carrillo Puerto y el alcalde de Tihosuco, depositaron una ofrenda floral ante el monumento a Jacinto Pat, en la plaza del poblado, en homenaje a los caídos en la Guerra de Castas. Posteriormente, se trasladaron, acompañados por una multitud de vecinos del lugar y localidades aledañas, al Museo de la Guerra de Castas, donde fue depositado el cráneo del jefe rebelde, Bernardino Cen, para concluir en una ceremonia realizada en un anexo exterior del Museo. Ahí, el mandatario reconoció el trabajo realizado por el investigador norteamericano, así como por la Universidad de Quintana Roo, y la colaboración del Instituto Nacional de Antropología e Historia, para reintegrar los restos del jefe rebelde a Quintana Roo. Asentó que la lucha de los mayas por mejores condiciones de vida, continúa vigente, pero a través de medios propios de la democracia y el diálogo” (“Jornada histórica para Quintana Roo: los restos de líder maya, en Tihosuco”, Gaceta UQROO número 9, marzo-junio de 1998, pp. 38-40).
Hoy, el cráneo, no se encuentra en el nuevo Museo rehabilitado. ¿Dónde está, qué ha sido de él? Es un cráneo que pertenece, no a un gobierno en específico, no a una funcionaria en específico, sino al patrimonio histórico de los mayas quintanarroenses y mayas peninsulares, y al patrimonio histórico de todos los mexicanos. Por eso las alertas necesarias. ¿Dónde está el cráneo del general Cen?
En una plática telefónica con un reconocido intelectual maya de Tihosuco y que conoce a la perfección la anterior museografía del extinto Museo de la Guerra de Castas, me comentó, entre otras cosas, que lamenta que la museografía se haya cambiado totalmente, que se trató de un cambio radical. Este intelectual tihosuquense, constató el cambio al dar una serie de visitas guiadas en el nuevo museo “rehabilitado”, y lo vio totalmente diferente a como se encontraba antes. Me señaló que en el espacio donde antes se encontraba el cráneo de Bernardino Cen, actualmente hay un pequeño altar con tres cruces, y que piensa que, a lo mejor, el INAH se lo pudo haber llevado o se encuentra en bodega (hemos descartado que el INAH se lo haya llevado porque la delegación regional no tiene conocimiento de que el cráneo ya no se encuentre en el nuevo museo). En el nuevo museo “rehabilitado”, tampoco se encuentra la rica biblioteca que antes estaba y que servía para que la gente de la comunidad conozca de su historia propia. Libros de historia como todos los tomos de Serapio Baqueiro y otros autores que tocan la Guerra de Castas, ya no se encuentran en el nuevo museo “rehabilitado”. ¿En dónde fue a parar esta rica biblioteca?, ¿a una húmeda bodega? El intelectual tihosuquense, también me manifestó que, muy lejos de tomar en cuenta a la comunidad para hacer semejante despropósito museográfico, “se hace lo que el gobierno quiere y no hubo participación alguna de la comunidad. Y el cráneo, no aparece, ¿dónde estará? Es un cambio total en la museografía, ya no se trata de un Museo de la Guerra de Castas”.
Y reiteramos la pregunta, ¿Dónde se encuentra el cráneo del general Cen?