Más allá de la investidura o de un estilo “duro”, el liderazgo (o como se le quiera llamar) se gana con autoridad moral. No hay de otra manera.
Y, a partir de lo ocurrido en días recientes, el partido Morena de Quintana Roo ha perdido “mucha” autoridad moral.
La dirigencia formal de Morena descansa básicamente en las presidentes municipales de Chetumal, Yensunni Martínez, y de Felipe Carrillo Puerto, Mary Hernández, a través de su parejas.
La presidente estatal del partido es Johana Acosta, pareja de Mary Hernández y el secretario de Organización, David Hernández, que es esposo de Yensunni, incluso es presidente del DIF municipal de la capital.
Dicho sea de paso, Mary y Martinez forman, junto con la hoy diputada federal, Anahí Hernández, parte de lo que eran un grupo de jóvenes promesas de Morena promovidas por Rafael Marín, el líder moral del partido guinda, que ahora son protagonistas del actual Morena.
Pero…
Tanto Mary como Yensunni han perdido el rumbo y han convertido sus frenesíes personales en políticas de gobierno.
Lo peor, es que los estilos personales de Yensunni y Mary contradicen no sólo los valores de la 4T, sino que además han claudicado en reivindicaciones históricas de la izquierda, al abrazar símbolos que eran repudiados en la “lucha” de las fuerzas progresistas que desembocaron en Morena.
¿Izquierda?
La izquierda y la 4T no pueden ser escudos para hoy dar legitimidad a la que fue la vieja enajenación mediática del PRI o al simplismo panista.
En la medida que las alcaldesas de Chetumal y Felipe Carrillo se extravíen en los humos del poder, los efectos son directos a la credibilidad de Morena, y por supuesto, al rendimiento electoral del Partido hacia el 2024.
Pero también se entiende que, a final de cuentas, Mary y Yensunni no se mandan solas.