Hugo Martoccia
El muy particular estilo de gobernar de Mara Lezama ha generado un fenómeno que no se veía hace mucho tiempo. La sociedad parece dividirse en dos partes muy distantes entre quienes la aplauden casi a rabiar, y quienes creen que su gobierno es más de lo mismo y ya no confían en ella.
Lo extraño del tema es que parece no haber un punto medio y no hay lugar para la indiferencia. Podríamos decir, quizá exagerando un poco, que la aman o la odian. Esa dualidad puede verse y sentirse en todos lados. Por ejemplo, es muy claro el contraste entre la relación cercana de la gobernadora con la gente en el sur del estado, principalmente en Chetumal, y la cada vez más visible crítica que hay en la zona norte, con énfasis especial en Cancún.
La división se incrusta hasta en clases sociales. Su imagen se sostiene muy bien entre los votantes del lopezobradorismo, y se consolida por los planes sociales que su gobierno está poniendo en la calle. Pero en las clases medias de las más grandes ciudades del estado hay un cada vez más marcado descontento con la 4T.
El “círculo rojo” padece los mismos vaivenes. Un hotelero fundador de Cancún que se reunió días atrás con la gobernadora, dijo que quedó gratamente sorprendido por su capacidad de gestión y sus ideas para el estado.
Pero desde la propia alianza política de Mara, una voz autorizada dijo: “Muchos sastres en la Corte del Rey desnudo. Le están vendiendo espejos”.
Veamos cada una de las dos versiones de Mara.
La reina desnuda
El cuento del Rey Desnudo narra la historia de un monarca al que unos sastres le vendieron unas supuestas telas transparentes que sólo los inteligentes podían ver. El rey, reconocido por su mal carácter, las “vestía” y nadie se atrevía a decirle que en realidad no existían las telas y estaba desnudo. Ni siquiera él mismo se atrevía a reconocerlo.
Decir que Mara es la Reina Desnuda equivaldría a algo así como decir que, por un motivo u otro, nadie se anima a decirle lo que está mal en su gobierno. Los que así piensan dicen que varios de sus funcionarios ya no comulgan con sus ideas, pero prefieren callarlo. Creen que todo es un no tan elaborado fraude político; el famoso gatopardismo que esta columna ha señalado desde hace un par de años como la principal amenaza para la 4T local. O sea, cambiar para que todo siga igual.
Enumeran una serie de errores: no hay línea política clara; hay demasiada intromisión de los verdes y de Carlos Joaquín; lo único diferente hasta ahora es la ampliación de los planes sociales; han cambiado un poco las formas y nada de fondo. Y la lista sigue.
Los programas sociales destinados fundamentalmente a mujeres podrán fortalecer una base electoral fuerte. Pero los temas de fondo que importan a la sociedad no arrancan. Ya hay críticas muy concretas con respecto a que la ley de Seguridad Ciudadana es inaplicable en el corto plazo. Y que la Ley de Movilidad no fue ni remotamente lo que se esperaba. Se tomaron meses para cambiar la palabra “concesión” por “permiso”, y para escribir un par de artículos que dicen que los automóviles deben llevar cámaras. Nada más.
De hecho, lo único trascendente de esa ley es la facultad que se le da al Instituto de Movilidad para expedir todas las licencias de conducir y quedarse con el 50% de esos recursos; 20% en efectivo y 30% para “obras etiquetadas”.
El otro 50% va a los municipios, pero pasará por una “plataforma estatal”. O sea, el Estado tendrá la posibilidad de manejar esos recursos a voluntad y entregarlos cuando quiera. Carlos Joaquín quiso hacer algo así con el cobro del predial, y no se lo aceptaron. Los municipios no van a entregar el dinero de su caja diaria (no todos, al menos) y seguramente habrá hasta una controversia para ir contra esa reforma, que podría ser violatoria del 115 constitucional.
Las críticas a Mara concluyen con una suerte de lista de temas que la propia gobernadora tiene en mente, pero para las cuales no hay solución.
En un entorno muy cercano de Mara dicen que ya es evidente su inconformidad con el fiscal Óscar Montes de Oca; que no termina de sentirse cómoda con la labor de Seguridad (el secretario no es quien ella eligió originalmente); que no está conforme con lo que le da MORENA como partido; que está preocupada electoralmente por Cancún, Othón P. Blanco y Felipe Carrillo Puerto; que no le gusta la morosidad de ciertos integrantes del Gabinete; que empieza a hartarse del avance casi irrespetuoso del Verde y que está cansada de las presiones de Carlos Joaquín.
¿Y por qué no toma decisiones sobre todos esos temas? Porque hasta ahora prevalece la idea de quedar bien con todos, de no generar fricciones con los grupos políticos o los poderes fácticos que son parte de su alianza básica. No quiere enemigos en el establishment político y económico. Y la única manera de hacer eso es darle a cada uno lo que pida, lo que es políticamente un error básico, de los que se pagan tarde o temprano.
Tiempo atrás, el líder de la izquierda francesa, Jean Luc Melenchon, criticó duramente al presidente argentino Alberto Fernández, y lo puso como ejemplo de lo que no tienen que hacer las fuerzas progresistas a nivel mundial, justamente por esas decisiones de no confrontar con nadie.
“Eso da resultados como Alberto Fernández y otros dirigentes. Son moderados que no solucionan nada porque una vez que llegan al poder se asustan y se dedican a consensuar y a ceder sobre lo esencial”, dijo el francés.
El Gobierno de Fernández, vale recodar, está concluyendo en medio de un caos económico, repudiado por la oposición y abandonado por su propio partido. Quedó mal con todos.
La transformadora
La otra versión de esta historia es muy diferente. Los defensores de la gobernadora dicen que la transformación es evidente. Los programas sociales, que están muy vinculados a las mujeres, van a cambiarle la vida a cientos de miles de personas. Se les garantiza salud, alimentación y trabajo a gente que ha estado marginada durante décadas.
Ese dinero, aseguran, sale de la política, que ya no se financia con los recursos del Estado. Los mil millones que maneja Bienestar o esa misma cifra que maneja el DIF, salieron de un fuerte recorte de gastos superfluos que ya no se hacen. La Seguridad y la Movilidad van a cambiar radicalmente, dicen.
Señalan que la capacidad de respuesta y gestión es única. La gobernadora resuelve las cosas que le van pidiendo día a día, desde un salón para una escuela hasta una calle o un camino de una remota zona rural. Habla con la gente cara a cara; su agenda es incansable y se privilegia la cercanía con la sociedad.
Cada recurso que va a una necesidad de la gente, sale de un privilegio que ya no se da, aseguran. Les subió los impuestos a hoteleros para financiar la política social. Es una decisión de raíz 4T que, si no generó un escándalo y rompimiento con ese sector, fue por la capacidad negociadora de Mara.
O sea, algo así como que a la gobernadora no le hace falta pelearse para lograr las cosas. Su capacidad de convencimiento y negociación le evita esos conflictos, pero siempre sale ganando.
Dicen que ahí es donde Mara toma decisiones que marcan su línea política y de Gobierno, y que no le hace falta pelearse por los medios de comunicación o perseguir a funcionarios del pasado para marcar sus posturas.
Hay gobierno, conducción política y su liderazgo es absoluto; sería la conclusión de esa postura.
El destino electoral
Ambas imágenes de Mara van a impactar de un modo u otro en la cuestión electoral. Y, como no podía ser de otra manera, hay dos visiones muy contrapuestas de lo que puede pasar.
Los seguidores de la gobernadora dicen que el impacto de sus programas sociales, más las obras de la Federación, va a ser mayúsculo. La orden de Mara es ganar todo en el 24 y se va a cumplir. La oposición no es ni siquiera de papel.
Y van más allá. Dicen que Jorge Emilio va a quedar minimizado en 2024, y la relación con Carlos Joaquín se va a ir rompiendo poco a poco. Aseguran que Mara nunca va a permitir que sea senador; la estrella del ex gobernador se irá apagando y se extinguirá cuando López Obrador se vaya del poder.
Otros no ven las cosas tan claras, y ponen el ejemplo de Cancún. Un referente central del morenismo reconoció días atrás, por ejemplo, que si la oposición no se divide en varias partes y tiene un candidato que no sea impresentable, va a ser muy difícil volver a ganar el municipio. Los votos del lopezobradorismo ahí están, cobijados por una estructura más o menos aceitada. Pero también ahí está una clase media y media baja que estaría dispuesta a cambiar de signo político.
Desde 1999 ningún partido ha ganado más de dos elecciones consecutivas en Cancún, y MORENA pretende la hazaña de ir por su tercera victoria seguida.
La referencia a Cancún no es gratuita: si Mara pierde Cancún puede hasta perder el manejo de su sucesión. El único error que una gobernadora no puede cometer.