Hugo Martoccia
La relación entre Carlos Joaquín y la Cuarta Transformación ha ido viento en popa durante los últimos años. Pero la inminencia de la mayor batalla electoral del estado, la sucesión gubernamental, podría complicar algunas cosas. Casi nadie discute algunas de esas cosas, como, por ejemplo, que MORENA ganará en 2022, pero sí se discuten los términos de la transición y sus acuerdos internos.
ñpHay que decir, primero, que parte de esa batalla electoral no sucederá: el gobernador no pondrá ninguna traba al arribo de MORENA al poder. Esa decisión tiene dos vertientes.
La primera es que no quiere hacerlo, porque se siente cómodo con un Gobierno estatal de Mara Lezama. La segunda, y más importante aún, es que tampoco puede hacerlo, porque no tiene candidatos ni votos ni poder político y electoral para enfrentar a la 4T. Ya se ha dicho aquí: Mara no es su candidata; es su destino inevitable y la esperanza de un futuro tranquilo.
Entendida esa parte, lo que queda por discutir es lo de más abajo. Allí el gobernador ha planteado exigencias difíciles de concretar. Sus enviados ya han pedido desde un inmediato ingreso de los asesores de CJ al entorno de poder de Mara (de allí vienen gran parte de los ataques mediáticos contra la alcaldesa; la quieren “ablandar” para que les dé un espacio) hasta puestos en un futuro gabinete.
En ambos casos es muy difícil que la presión prospere. En el primer punto, porque los asesores del gobernador no le ofrecen nada que Mara no tenga. Nadie compra estrategias que fracasaron y continúan fracasando cada día. En el segundo punto, simplemente porque no hay ninguna capacidad de presión política para pedir tanto. Sólo se podrían acomodar, en el mejor de los casos, algunos cuadros de segunda o tercera línea.
Nada más. Con esas otras dos puertas casi cerradas, el gobernador juega toda su negociación a poder meter las manos en la próxima Legislatura. Otra tarea casi imposible.
CUIDAR LAS ESPALDAS
Para quedarse con el Congreso estatal hay dos opciones: o se ganan más distritos que la 4T (algo virtualmente imposible al día de hoy) o se imponen candidatos propios en esos partidos. Algunos asesores del joaquinismo suponen, e incluso se regodean, de que están muy avanzados en la segunda de esas estrategias, y que habrá varios candidatos “palomeados” por CJ en MORENA.
Ponen como ejemplo el hecho de que la 4T ganó 11 distritos y la mayoría legislativa en la elección de diputados de 2019, y aún así el Congreso obedeció siempre al gobernador. Es cierto; esta ha sido una Legislatura tan oficialista como cualquier otra en la historia del estado. Lo que se olvida en el entorno del gobernador es que no hay oficialismos transexenales. En el mundo que Carlos Joaquín se imagina hay un error; los próximos diputados serán los oficialistas de Mara Lezama, o, en su caso, de otro morenista, pero no serán los suyos.
Cuando esa versión del interés joaquinista en el Congreso llegó a MORENA, uno de las voces más poderosas del morenismo local dijo: “El que crea que eso va a suceder no tiene idea lo que es MORENA. El próximo Congreso es prioridad para nosotros; al gobernador no se le va a dar nada”.
Con esa otra puerta también casi cerrada, Carlos Joaquín se guarda una última prioridad, que es imponer en su propia coalición algunas candidaturas, como la de la actual titular de Sefiplan, Yohanet Torres, y darle lugares estratégicos, como la Comisión de Hacienda. Es lógico; Yohanet sería quizá la persona más adecuada para esconder de alguna manera el desastre financiero que ella misma y el gobernador le van a dejar a la próxima administración.
Pero también hay que decirlo: es imposible que MORENA le entregue la Comisión de Hacienda. No la tendrán. La única opción viable para la funcionaria es ser diputada, porque podría entrar como plurinominal del PAN. Y hasta ahí nomás.
Pero las malas noticias, insistentes, no paran ahí: Carlos Joaquín también tiene problemas con el PAN.
EL CASO CHIHUAHUA Y EL FUTURO DE CJ
Varios panistas locales transitan los pasillos del CEN del partido dando y buscando información. En algo coinciden todos: la dirigencia nacional tiene más que claro que no se podrá contar con Carlos Joaquín en 2022, al menos para la elección de la gubernatura. Algunos aún creen, sin embargo, que quizá lo puedan convencer de pelear unos distritos, cuando se entere (quizá hoy mismo) que MORENA no va a darle nada.
En el panismo varios analizan cuál podría ser su destino en la próxima elección. Ir con candidato/a propio, o permitir el ingreso de Marybel Villegas al partido. En el primer caso, como se ha dicho acá, si esa candidatura no va con todo el apoyo del estado, va a ser imposible ganarle a MORENA.
En lo que se refiere al segundo punto, el más polémico, el gobernador le dijo a Mara que Marybel jamás va a ser candidata del PAN. Las palabras incluyen la promesa de que él mismo se va a encargar de eso. Pero hasta los mismos panistas dudan de esa promesa, y recuerdan el caso del gobernador Javier Corral, en Chihuahua, en la elección del pasado 6 de junio.
El panista Corral se opuso a la candidatura a la gubernatura por su partido de María Eugenia “Maru” Campos. Y se opuso con todo. La acusó de cohecho por supuestamente haber recibido dinero del ex gobernador Cesar Duarte (su gran enemigo) y le tiró encima la Fiscalía estatal. No pudo hacer nada. El PAN apoyó a su candidata, dejó solo al gobernador, a quien se acusó de apoyar incluso a MORENA, y le ganó la elección.
Si bien los casos no son iguales, demuestran sin embargo que el PAN hará sus propias cuentas y acuerdos, y si no coinciden con las de Carlos Joaquín, cada quien irá por su lado.
En ese sentido, la ronda de preguntas y respuestas de todos los días de los panistas es la misma, y ya difícilmente vaya a cambiar: ¿El gobernador apoyará de alguna forma al partido? No, responde la mayoría ¿Ya entregó el Estado a MORENA? No lo entregó, se lo quitaron, coinciden todos. Esa es la realidad.
Como ha quedado claro aquí, a medida que avanza hacia el fin de su sexenio, la capacidad de negociación de Carlos Joaquín tiende a cero. En ese contexto, no tiene mucho sentido pensar en el poder transexenal, cuando el poder del propio sexenio se diluye tan aceleradamente.