Hugo Martoccia
El discurso que pronunció Carlos Joaquín este 8 de octubre en el aniversario del estado fue la señal más acabada de que su sexenio se ha terminado, y que su final es igual a todo su proceso: un transitar mediano, que no alcanzó en ningún momento a ponerse a la altura de lo que la historia le pedía.
En el que quizá sea su último discurso ante un marco institucional importante, el gobernador ya ni siquiera hizo el esfuerzo por presentar sus derrotas electorales como un hecho democrático, y tampoco hizo una defensa enérgica de su gobierno. Simplemente se despidió, pidiendo, eso sí, que la historia lo juzgue con benevolencia.
Y la verdad, debe decirse, es que eso quizá suceda. El gobernador dejó en claro, en su discurso, que su futuro, personal y político, depende de lo que pueda acordar con la 4T. Y no hay que darle muchas vueltas: hoy un sector de la 4T quintanarroense ha llegado, incluso, hasta ser empleada del gobernador. Un despropósito político.
¿Que futuro podría esperarle a Carlos Joaquín con la 4T?.
Si es funcionario del Gobierno Federal (desde su equipo han dejado trascender que quiere ser secretario de Turismo) se supone que su destino político sería bastante placentero.
Luego, están los extremos.
Si la candidata a sucederlo es Mara Lezama, hay señales de que el gobernador no sólo tendría asegurada su tranquilidad a futuro, sino que también tendrá posiciones políticas y se cuidarán sus intereses económicos en el estado. Sería, junto a la idea de ser funcionario, la mejor versión de su futuro. Tanto, que en el neojoaquinismo deslizan que Mara será, de alguna manera, la continuidad de su gestión.
Se supone que con José Luis Pech o Luis Alegre no tendría poder, pero tampoco problemas serios.
Si la candidata es Marybel Villegas, su futuro será una pesadilla.
¿Y si es Rafa Marín? Allí su futuro es una incógnita.
EL VEREDICTO DE LA HISTORIA
Pero mucho más allá de que impropios acuerdos palaciegos pudieran darle tranquilidad sobre su futuro, la sociedad quintanarroense ya lo ha juzgado, y el resultado es fulminante: el gobernador está reprobado.
Carlos Joaquín no tiene futuro electoral posible, no deja una camada política ni legado alguno, no deja una herencia de gobierno, y destruyó la alianza electoral y política que lo llevó al poder.
Con su accionar, empequeñeció no sólo su proyecto político propio, sino también el del PAN y el PRD. Los fue sacando poco a poco de su gobierno y su círculo de poder, hasta convertirlos en meros observadores. Y las sucesivas debacles electorales los convirtieron en casi nada.
En las democracias parlamentarias, el que pierde una elección pierde el poder. Así de simple. En las democracias presidencialistas, cuando se pierde una elección hay crisis, renuncian los gabinetes, y se hacen cambios profundos.
En Quintana Roo, Carlos Joaquín perdió tres elecciones consecutivas (2018, 2019 y 2021) y ninguna lo conmovió. Nunca se movió un ápice de lo que era su plan. Hacia el final de su Gobierno, en dos discursos consecutivos, intentó decidirle a la sociedad que perder elecciones era un avance democrático y no una mera derrota, una condena de los votantes.
Ese día quedó claro que hace mucho su Gobierno perdió la calle y la comunicación con la gente.
El final del sexenio es el cuadro más acabado de que su administración está encerrada en un microclima denso y ajeno a la realidad. La llegada de Juan Carlos Pereyra a la jefatura de gabinete es un ejemplo de eso. Cuando hacía falta dar el último esfuerzo para dejar algún legado, el gobernador tomó la decisión de refugiarse en su pasado, en transitar hacia la política de componendas oscuras y hacia la intolerancia.
La salida será compleja. El negocio inmobiliario de los PMOTEDUS se tambalea, hay 60 millones de pesos federales perdidos de la lucha contra el sargazo, las secretarías de estado son un caos, y en las oficinas públicas se les hacen firmar a funcionarios de segunda y tercera línea documentos por gastos que nunca hicieron. Se están cuadrando cuentas que están muy mal. Esa es la verdad de lo que está sucediendo.
Quizá, el máximo logro que pudiera tener su gestión, sería convertirse en un gobierno de transición.
DE LA GLORIA A LA DECEPCIÓN
En el medio de este sexenio que se va no puede obviarse el dato más contundente: el neojoaquinismo ha decepcionado a los cientos de miles de quintanarroenses que lo votaron con esperanza en 2016.
El caos que dejó Roberto Borge sirvió para pasar un par de años tranquilos, porque toda comparación era beneficiosa para Carlos Joaquín, pero luego se empezó a ver que el gobierno no avanzaba hacia ningún lado.
Las derrotas electorales de 2018 y 2019 desmoronaron el proyecto político y electoral, y el gobierno fue un reflejo de ello.
La pandemia de Covid le dio a Carlos Joaquín la oportunidad de rehacerse, y mostró, durante el lapso de unos breves meses, su mejor versión. Pero cuando la pandemia se fue alejando y dejó de ser el eje ordenador de todo, volvieron a surgir las dudas, los errores, las incongruencias, las apatías.
Ahora, ya sólo queda esperar que el gobernador se vaya en 2022 sin generar algún daño. Ya tomó un crédito de 820 millones de pesos, lo que es una mala señal. Ojalá el Congreso no le acepte, hacia el final, pasar la multimillonaria deuda de corto plazo a largo plazo. Pero no habría que tener muchas ilusiones al respecto con esta Legislatura.
LOS CÓMPLICES DEL NEOJOAQUINISMO
La historia alguna vez deberá preguntarse, y responderse, porqué parte de la 4T local, y principalmente MORENA, han llegado a ser casi sumisos a un gobernador como Carlos Joaquín. La peor respuesta está ahí, en la punta de la lengua: cuando no se encuentran razones políticas, hay que buscar razones económicas. No hay otra forma de explicar ese matrimonio político a todas luces innecesario y tóxico.
El poder electoral de Andrés Manuel López Obrador seguramente va a ser suficiente para ganar en 2022, no importa quién se quede con la candidatura de la 4T. Pero un morenismo conservador, e incluso con tintes neojoaquinistas, será una pesadilla política para el estado. Cualquier forma de continuidad de este sexenio sería una catástrofe para todos.
En el CEN de MORENA y en Palacio Nacional deberían concentrarse en eso, antes de organizar visitas y giras que parecen más destinadas al turismo que a la política y a la gestión.
De otra manera, también la 4T en el estado va a pasar muy rápido, como le sucedió a Carlos Joaquín, de la gloria a la decepción.