Redacción/NOTICARIBE PENINSULAR
CHETUMAL.- Tan sólo un mes en el poder Estatal le ha bastado a Mara Lezama para darse cuenta que implementar la Cuarta Transformación en Quintana Roo es un proyecto que requiere de mucho más que buenas intenciones. Lo primero que detectó es que está casi sola en esa tarea. Más allá de su entorno inmediato (y a veces ni siquiera allí) son pocos los interesados en un cambio profundo.
Mara posiblemente no lo dirá nunca, pero la tarea de las alcaldesas de MORENA, del partido, del Congreso e incluso de alguna parte de su gabinete, no tiene nada que ver con las expectativas suyas ni las de la sociedad.
Hay, por supuesto, alguna parte de culpa compartida en todo esto: al final, fue la propia Mara la que resolvió gran parte de las candidaturas y espacios de poder, y ahora debe convivir con ese armado heterogéneo y, hasta cierto punto, incongruente con el proyecto.
Pero más allá de dónde asentar las culpas (en el Congreso, por ejemplo, dicen que es la gobernadora la que no moviliza nada, porque no ha enviado una sola iniciativa) lo cierto es que Mara es hoy quién genera todas las expectativas, hasta el punto de que la gente le pide resolverle cuestiones personales y se acerca a ella con la misma esperanza que se acercan en todo el país a AMLO.
Esa situación le da un poder pocas veces visto, incluso difícil de mensurar, pero que a la vez conlleva un riesgo mayúsculo. Una pregunta en ese sentido: ¿Quién le está dando seguimiento a cada uno de esos pedidos de la gente? Allí debe haber alguien totalmente consagrado a esa tarea, y que tenga la sensibilidad y eficacia para resolver cosas. De otro modo, cada compromiso no resuelto terminará, más temprano que tarde, golpeando en la figura de la gobernadora.
En política, del cielo al infierno suele haber sólo una breve sucesión de promesas incumplidas y malas decisiones.
MORENA, ENTRE EL PARTIDO Y SUS ALCALDESAS
Los problemas que enfrenta la gobernadora en dos frentes complejos parten de un mismo lugar. Las alcaldesas de Cozumel (Juanita Alonso) Othón P. Blanco (Yensunni Martínez) y Felipe Carrillo Puerto (Mary Hernández) aportan poco y nada a la 4T, tanto desde sus ayuntamientos como desde el partido.
El andar de esos gobiernos es de regular a muy malo. Juanita Alonso ha desarticulado el municipio en un triunvirato de poder que comparte con su esposo y con su hermano; Yensunni Martínez parece no terminar de comprender la diversidad de frentes que afecta el cargo que ocupa, y va de un traspié a otro, y Mary Hernández fue seducida por la frivolidad y los beneficios del cargo, y su poder va en un lento pero inexorable camino hacia la disolución total.
Lo peor es que los problemas de esas alcaldesas impactan también en el partido. Las tres tienen a sus compañeros o compañeras sentimentales en la cúpula de MORENA estatal. Johanna Acosta (compañera de Mary Hernández) preside el partido; Eduardo Basurto (esposo de Juanita Alonso) es el secretario general, y David Hernández (esposo de Yensunni) es el secretario de organización.
Los principales cargos de MORENA están en sus manos, pero ninguno tiene tiempo de operar, porque sus responsabilidades municipales abarcan toda su agenda. El partido está prácticamente acéfalo. La dirigencia es sólo una formalidad.
Cualquiera puede ver que MORENA está desaparecido, casi como si hubiese perdido la elección. No tiene agenda política ni mediática, no ayuda al mensaje ni al proyecto de Mara y no tiene contacto alguno con las bases, excepto las que están cercanas al triunvirato de poder.
Mara ya entendió que hay ahí un déficit de gestión inadmisible, y ya busca alguien que desde la sombras ordene ese desastre. Pero al hacerlo, cae nuevamente en el añejo error de superponer personas para una misma tarea, lo que al final termina abonando al caos que quiere solucionar.
EL IMPACTO EN EL GOBIERNO
El poder conferido a esas alcaldesas empieza a afectar también la administración estatal. Mara dejó en manos de terceros el nombramiento de algunos cargos de segunda y tercera linea. Y esos cargos recayeron en personajes cercanos a quienes se les encomendó el nombramiento, pero que no necesariamente cumplen compromisos o acuerdos de la gobernadora.
Un ejemplo: Juanita controla la poderosa APIQROO de Cozumel con su hermano Miguel Alonso, lo cual rompe con un principio fundamental de equilibrio entre el municipio y el estado. Situaciones parecidas suceden en otros municipios.
Entre los ofendidos por esos nombramientos hay muchas y muchos que trabajaron la calle para Mara, y que se sienten relegados por los “nuevos ricos” del morenismo. Ese enojo es el caldo de cultivo para potenciales problemas electorales posteriores.
Hay algo que debe decirse: esas tres alcaldesas no son las únicas con problemas. José María Morelos es un caos; Puerto Morelos es una empresa manejada desde las sombras por alguien que no es Blanca Merari, y Bacalar (asociado al Verde) está siempre a punto de estallar. Y son sólo unos ejemplos.
Pero las tres primeras alcaldesas le generan a Mara problemas que se ramifican mas allá de sus demarcaciones.
La buena noticias de todo esto es que, hasta hoy, ninguno de esos errores tiene potencial impacto electoral alguno, porque no hay rivales externos a la vista. MORENA sigue siendo imbatible con quien sea, lo cual, bien mirado, es también una mala noticia.
EL CONGRESO Y LOS FALLIDOS VOCEROS EXTERNOS
Hay una frase que empieza a repetirse todos los días en la clase política, y que ya está llegando a las calles: el Congreso no se mueve, dicen. Parte de eso es cierto; la actual Legislatura asumió hace 50 días y ni siquiera hay una agenda de lo que quieren hacer.
Desde el entorno de Mara se quejan de un Congreso estático, que no aporta a la 4T. En el Congreso reviran, y dice que es la gobernadora la que debe enviar iniciativas y dar el impulso al proyecto. Hasta ahora no ha sucedido una cosa ni la otra. Y lo real es que el recinto Legislativo carece de mensaje y acción política, y es otra pata inactiva de la 4T.
Para cubrir esas carencias, quizá, Mara recurre a una intensa actividad que ha organizado alrededor del nuevo Acuerdo por el Bienestar y el Desarrollo, que es el eje central de su gobierno. Es un proyecto muy interesante, pero que debe cuidar la imagen que presenta.
Todo relato político requiere de voceros externos, gente que apoye el mensaje desde una posición ajena, para darle más volumen, profundidad y extensión a ese relato. Pero esos voceros oficiosos requieren de representatividad. Y eso no está sucediendo.
Difícilmente los eternos abonados de la COPARMEX, el sector hotelero o el Consejo Coordinador Empresarial, puedan servir como voceros oficiosos de la 4T y del nuevo proyecto. Todos alabaron proyectos similares de los gobernadores que precedieron a Mara. La sociedad puede preguntarse: ¿por qué esta vez no van a equivocarse o mentirnos de nuevo?.
Hay que entender el contexto de lo que es la expectativa de la gente que votó por Mara y la 4T. Una foto con esos sectores no le suma a la gobernadora absolutamente nada más allá de ese círculo empresarial. No hay un sólo votante de a pie que aplauda esas reuniones. Y si las fotografías (algunas con exagerada camaradería) se multiplican hasta el cansancio, el efecto es contraproducente. Sólo hay que salir a la calle y hacer una breve encuesta sobre eso, para darse cuenta que el mensaje no está llegando a donde debe llegar.
Lo mismo sucede con los medios de comunicación. Mara recibe elogios exagerados de medios que ya elogiaron hasta el hartazgo a Roberto Borge y Carlos Joaquín. Es difícil construir credibilidad y una nueva política desde esos espacios. De nuevo la misma pregunta: ¿por qué esta vez no sería un nuevo engaño, si son los mismos actores?.
En ese sentido, Mara es una mujer más analógica que digital. Parece convencida de que nada tiene más poder que la portada de un periódico impreso y una televisora de la vieja época. Esa creencia (que acaso tenga que ver con su formación y desarrollo profesional antes de la política) ha contribuido a no pocos errores de comunicación en estos 4 años en el poder.
La buena noticia es que está muy a tiempo de rever estrategias, alianzas y acuerdos, porque esto recién empieza y porque no hay nadie que debata estas cosas. Literalmente, Mara tiene tanto poder, que genera pánico en su entorno. Nadie quiere caer de su gracia ni perder su simpatía.
Pero lo primero que se debe entender para mejorar las cosas es que no tiene sentido rescatar lo que no sirve. No importa cuantos números cero se incluyan en una suma; el resultado final siempre será cero.
La gobernadora puede rediseñar, si se lo propone, todo el mapa político del estado. Eso incluye la relación con los empresarios, los medios de comunicación y todos los demás poderes fácticos.
Pero debe tomar la decisión ahora, que el poder y la expectativa ciudadana están de su lado. Porque, como dijo un ex gobernador, el primer año nunca vuelve. Y a Mara ya se le fue el primer mes.
Con información de La Opinión de Quintana Roo