Hugo Martoccia
La semana que pasó, el Gobierno del Estado y todo el entramado de poder local vivieron una secreta convulsión. Un reportaje en Latinus que habló de corrupción y tráfico de influencias, alteró la paz mediática de la que ha gozado la gobernadora Mara Lezama. La alteración fue, debe decirse, mínima en lo local; la información se divulgó escasamente en los medios y la oposición aún no lo ha capitalizado. Pero en las conversaciones privadas de la política y el gobierno, el tema fue central. Entre algunos, se instaló la idea de una amenaza invisible, poderosa e inminente.
El hecho es conocido. Sucintamente, lo que el periodista Carlos Loret de Mola denunció es que el Gobierno de Mara contrató, para la compra y distribución de medicamentos, a una empresa de un amigo de Andy López Beltrán, uno de los hijos de Andrés Manuel López Obrador.
Se dijo que el contrato estaría plagado de irregularidades, y el monto en sí mismo es escandaloso: más de 300 millones de pesos en 2023 y la promesa de otros 500 millones en 2024. Una grabación de una conversación telefónica entre dos personas, habla de un “retorno” de 11 millones de pesos a favor de alguien por dar ese contrato.
Pero todo debe decirse. Loret de Mola es un periodista muy polémico por sus vínculos políticos y económicos, y por la veracidad de su información. Por eso mismo, no hay una sola línea de inocencia en el reportaje. Menciona, por supuesto, a Mara Lezama, pero también al titular de Sefiplan, Eugenio “Gino” Segura, inminente candidato a senador por MORENA. Hay una evidente intención política en todo lo que pasó.
Fue Gino, justamente, el que dejó entrever que esa información divulgada forma parte de una suerte de presión de parte de proveedores que dejó sin pagar Carlos Joaquín.
Sería el colmo que entre todas las pésimas herencias que el ex gobernador le ha dejado al actual gobierno (el control de amplias áreas de la Justicia, la impunidad como acuerdo político, y paupérrimos funcionarios públicos en el más alto nivel, entre otras) también le haya dejado sus muy variados enemigos.
Pero así es la vida: cada uno se hace cargo de sus amigos y sus defectos. Mara se hace cargo de Carlos Joaquín, y Gino de la decisión de apoyar económicamente a sus socios y amigos antes que a nadie a la hora de pagar las deudas.
IMPACTO PROFUNDO
Hubo dos tipo de reacciones muy disímiles ante el reportaje de Latinus. El entorno de la gobernadora lo minimizó, con argumentos parecidos a los que utiliza Andrés Manuel López Obrador. Por ejemplo, se dijo que el contrato fue legal, es accesible por medio de transparencia, y la entrega y distribución de medicamentos ha sido la convenida. También se dijo que el monto que se pagó no es diferente al que se paga en otras entidades federativas.
Incluso, un político opositor que ha pasado por varias administraciones, defendió la situación, con una frase no desprovista de ironía: “¿Un integrante de una familia del poder hace lobby a favor de una empresa? ¿Y cuál es la novedad? Que la Federación le imponga proveedores a los Estados y los Estados a los Municipios es una obviedad en la política mexicana”.
Pero todo el resto de la política no se quedó tranquilo con lo que sucedió, y lo sintió como una amenaza o el inicio de una guerra difícil. Para esos intranquilos, la información fue apenas un indicio de lo que podría pasar si el marismo queda en medio de una disputa nacional entre un sector de la prensa y el lopezobradorismo. Una batalla de ese nivel en un proceso electoral como el que viene, puede hundir para siempre prestigios personales y políticos en unas pocas horas.
La preocupación no es vana. Loret de Mola dijo que tiene 40 horas de grabaciones sobre diversos hechos de corrupción del Gobierno Federal, y mencionó muy específicamente al Tren Maya. Es una sospecha generalizada (para algunos, en realidad, un secreto a voces) que gran parte de la nomenklatura de MORENA, altos integrantes del gobierno federal, y una camada no menor de referentes locales, tienen negocios de todo tipo alrededor del Tren Maya.
Si Loret de Mola tiene lo que dice tener, esas revelaciones pueden ser un antes y un después en la relación entre el lopezobradorismo y una parte muy amplia de la sociedad. Y ahí pueden caer muchas figuras nacionales y locales.
Un integrante fundacional del marismo mostró toda esa preocupación. “Es gravísimo lo que se denunció, porque es apenas un indicio”, dijo. “Nos están diciendo que tienen más. Y si nos agarran al medio de la campaña, no hay vuelta atrás”.
Su conclusión fue que Gino Segura va a ir pagar lo que se le pide, porque de otro modo su campaña al Senado va a ser muy complicada. Y el futuro político de Mara también.
HUBRIS
Los que ven cómo desde el entorno de la gobernadora se minimiza la situación, dice que ojalá sea sólo una pose, porque si esa es la postura real, la situación puede ser mucho más compleja. Son los que en los últimos meses han mencionado con insistencia las palabras “prepotencia” y “soberbia” a la hora de referirse a ciertos funcionarios o ciertas conductas en el corazón del marismo.
¿Mara comete esos errores? No hasta hoy. Pero sí empieza a verse algo de eso en su entorno más cercano. Y ese entorno es el que la moldea y condiciona. Por su posición de poder, Mara dejó de ser simplemente Mara, y ya es un poco de cada uno de los que están a su alrededor. Y eso es, hoy, una mala noticia.
Por ejemplo, en las últimas semanas hubo una denuncia por acoso sexual que eyectó a un funcionario con acceso al entorno marista, pariente de una funcionaria de primerísimo nivel. El hombre se fue exhibiendo una prepotencia indigna de los hechos de los cuales se lo culpaba y del lugar que ocupaba. Pero nada le importaba; dijo que está protegido y nada le va a pasar.
Por otro lado, ya es un secreto a voces la denuncia contra funcionarios de primer nivel de Mara, de los que merodean todos los jueves el búnker marista, que han llegado a dependencias y organismos autónomos a decir que se debe contratar a ciertos proveedores por orden de la gobernadora. Qué ironía: lo mismo de lo que acusa el reportaje de Loret de Mola.
Se repite: hasta ahora nadie culpa a Mara de esas cosas, pero ¿cuánto falta para que eso suceda? El Síndrome de Hubris es contagioso. Se trata de aquel trastorno que alcanza a quienes tienen poder y pierden el piso, la conexión con la realidad, y sienten que son invencibles e interminables. Varios alrededor de la gobernadora ya están en ese nivel y lo demuestran cada día. ¿Cuánto tardará ese mal en absorber a la propia Mara?.
El mejor antídoto contra Hubris es la historia. Un referente de la oposición quintanarroense que vio a pasar a varios gobernadores dijo, con respecto a Mara y a un posible escándalo mediático de magnitud: “Una vez que se rompa la línea de flotación, lo demás es hundirse. Ya les pasó a todos los gobernadores anteriores y va a volver a pasar”.
¿Por qué sería distinto esta vez, si casi todos los que rodean a Mara, en el primer círculo de poder, son los mismos que rodeaban a los anteriores gobernadores? ¿Cómo se daría cuenta Mara de que perdió el rumbo si los que están a su alrededor no sólo no se dan cuenta, sino que la llevan intencionalmente hacia allí?. Son los que le dicen al oído que no hay que pelearse con el pasado, que sea igual a cada uno de los ex gobernadores y que goce de las mieles del poder, porque si acaso sale repudiada por la sociedad ¿qué problema tendría? Ninguno.
Hay estados de la República donde una situación así generaría un caos social y político. En Quintana Roo no. El problema aquí es que al ser un estado gobiernista y sin oposición, es muy posible que quien está en el poder no se dé cuenta que está mal hasta que el agua no le llegue al cuello. Un ejemplo. En los dos últimos años de Carlos Joaquín todos sabían que era un gobernador decadente, sin poder popular, sin llegada a la gente, que no tenía ninguna fuerza política ni electoral. Pero sin embargo era gobernador y eso le otorgaba un lugar especial.
Tanto es así, que hasta Mara compró la idea de que Carlos Joaquín la iba a ayudar a ser gobernadora, cuando todos en la política sabían que con o sin su ayuda Mara ya era la virtual gobernadora del estado. Carlos vendió carísimo (ese precio aumenta cada día en detrimento de la credibilidad de Mara) un servicio que nunca prestó.
Y antes que alguien salte a decir que Carlos creó a Mara (eso dicen en el neojoaquinismo) y que la cuidó y protegió durante sus cuatro años como alcaldesa, hay que decir las cosas como son: la protección política de Mara era AMLO, y Carlos Joaquín no hizo otra cosa que pactar con quien claramente lo iba a suceder, para no terminar en la cárcel.
Todo lo demás que se diga de ese acuerdo es un hecho accesorio o una complicidad, de la que cada quién deberá hacerse cargo personalmente. La política ya no tiene nada que hacer ahí.
AMENAZAS
La pregunta a hacerse es: ¿Mara tiene hoy un problema real de gobierno? Difícil de responder, porque decidió llevar una estrategia sui generis que aún no se sabe si le dará resultados a largo plazo.
Hoy, las cosas están bien. Su relación con la gente de a pie es extraordinaria, sobre todo en algunos lugares del estado. No se veía una conexión así desde Mario Villanueva. Eso es una gran fortaleza. Sus programas sociales y varias decisiones de Gobierno apuntan hacia ese entorno social, que la valora y la sostiene.
Pero por otro lado ha tomado la decisión política, cómo lo hizo en Cancún, de no pelearse con nadie, no marcar diferencias, no contrastar y ser igual a todos los que pasaron antes, sólo que con un estilo personal que la acerca más al pueblo. La “casta política”, de la que habla Javier Milei, queda intocada y poderosa. Nada ha cambiado ahí.
Es una decisión política polémica, pero que ya parece definitiva. La corrupción no es un tema central de este gobierno, más allá de cursos y manuales que presenta la contralora Reyna Arceo (que sólo llega hasta ahí; es toda su función).
La impunidad va a continuar, según parece, como en los últimos 50 años. Ninguna frase edulcorada va a convencer a la gente de que se hace algo distinto cuando los que devastaron al estado están igual de protegidos que siempre. Y eso alcanza a Mara; le guste o no.
Además, Mara no ha se ha parado en un lugar específico del mapa político. Quiere estar en todos lados. Algo que nunca ha salido bien.
Lo dijo López Obrador el pasado 14 de agosto, justamente cuando hablaba del triunfo de Milei en las primarias de Argentina. El Presidente criticó al gobierno que se iba (de un amigo suyo) por su falta de convicciones.
“Zigzaguearon demasiado. Uno debe de anclarse, no zigzaguear. Uno debe estar siempre con el pueblo, no querer quedar bien con todos, porque termina uno quedando mal con todos”, dijo AMLO.
Algo de eso está sucediendo en Quintana Roo. Un ejemplo. Apenas pasó su Primer Informe de Gobierno, Mara sabía que debía sacar a varios secretarios de estado porque no estaban cumpliendo su tarea. Sin embargo, decidió esperar hasta que renuncien por sí mismos para ir a las elecciones.
En un Gobierno de 5 años ¿se pueden perder seis meses esperando que los funcionarios se vayan por sí mismos para no tener que pelearse con sus referentes políticos? Esa misma visión es la que metió a Atenea Ricalde a MORENA, la que le deja otra vez el Tribunal de Justicia Administrativa a Carlos Joaquín y sus cómplices, o la que entregará la Comisión de Derechos Humanos a los impresentables de siempre.
Mara está un momento crucial de su Gobierno. En estos días estará en Italia y verá al Papa, su referente espiritual. Quizá sea el mejor momento para reflexionar y tomar decisiones. La primera reflexión debe estar enfocada a su relación con el poder.
Días atrás, un periodista recordaba una frase de un histórico pensador de la izquierda, José Aricó, que nació en Argentina y vivió muchos años en México. Dijo: “Cuando pensábamos transformar al poder, descubrimos que el poder nos transformó a nosotros”.