Hugo Martoccia
La primera semana de gobierno de Mara Lezama ha sido muy dispar, y muestra, quizá, todas las contradicciones, conflictos y desafíos de un proyecto que viene para cambiar todo, pero que, si no se agiliza, puede caer en el gatopardismo y no cambiar nada.
El domingo pasado, en su toma de protesta, Mara dio un discurso que instaló verbalmente la Cuarta Transformación en Quintana Roo, en el sentido más morenista y lopezobradorista del término. Pero luego desapareció toda una semana de la agenda pública. Acá no se dice que la gobernadora no haya trabajado: cualquiera que la conozca sabe que es una trabajadora incansable. Pero no generó agenda política ni pública. Y en un estado sin oposición, con los partidos políticos catatónicos, y con la altísima expectativa que ha generado este gobierno, la desaparición de la gobernadora es lo más parecido que hay al vacío.
La semana de Mara pasó por una presencia sobreactuada en la toma de protesta de Ana Paty Peralta en Cancún, por un foro de turismo, un vacunatorio de niños, una reunión de gabinete fotografiada, y, este domingo, estuvo en una reunión partidaria de MORENA; demasiado poco para un proyecto transformador.
Su máxima aparición pública fue para cambiar a su jefe de policía a una semana de haberlo nombrado. El gesto adusto de Mara en la fotografía que se divulgó por ese cambio (ver abajo) hace innecesarios más comentarios.
Fue la primera crisis de un gobierno que va a tener muchas, porque le han dejado un caos económico, de seguridad y administrativo, que tarde o temprano Mara tendrá que informar a los quintanarroenses, aunque eso implique romper un acuerdo político (ya inviable, y camino a ser impresentable) con Carlos Joaquín.
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LA NECESIDAD DE UN RELATO
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La Cuarta Transformación es un relato del Presidente Andrés Manuel López Obrador, el mejor comunicador político en décadas en México. Es un relato que hace ganar elecciones y puede hacer fácil gobernar. Pero que también puede consumir a un gobierno en pocos meses, si no está a la altura de las exigencias de la base social y electoral de ese movimiento.
Mara dio un buen discurso de arranque, pero un proyecto de transformación real requiere más que un discurso; debe haber un relato constante que sustente el proyecto transformador. Sin dinero en los primeros meses de gestión, la gestualidad política de Mara va a decir mucho más que los actos.
Todo relato político debe contener una épica, un estética y una ética. Mara arrancó con esos tres elementos, y los fue dejando uno a uno en el camino. La lucha contra la inercia del poder y la corrupción es una épica en sí misma, pero esa inercia va por detrás de la gobernadora, y la va a fagocitar apenas ella frene su impulso. La presencia constante de Mara debe ser parte de la propia estética de un poder que se ejerce de manera diferente. Las formas, en política, tienen contenido.
Pero eso debe ir acompañado de una agenda que ponga a Mara, al menos una o dos veces a la semana, en las primeras planas periodísticas virtuales y físicas, corriendo el centro de la política hacia su nueva ubicación. Si Mara quiere sostener el “No somos iguales” que la separa del triste pasado de gobiernos corruptos y apáticos, nos lo debe recordar prácticamente todos los días, porque los quintanarroenses estamos acostumbrados a que la corrupción y la apatía atrapen rápidamente a nuestros gobernantes.
Mucho más cuando su gabinete está conformado de varios nombres cuestionables y de pasado, al menos, polémico. Mara tiene la estatura política y el respaldo para hacernos olvidar del pasado de gran parte de su gabinete. Pero nos debe recordar a cada momento, con su relato, que ella representa la Cuarta Transformación. La 4T, literalmente, descansa sobre sus hombros.
Antoni Gutiérrez Rubí, que es el principal asesor de comunicación de Claudia Sheinbaum (con todo lo que eso significa para Mara) dice que el relato político es “una herramienta de comunicación estructurada en una secuencia de acontecimientos que apelan a nuestros sentidos y emociones”.
Y agrega un párrafo casi escrito para la gobernadora:
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“Necesitamos un relato de la izquierda emocional, épico, transformador. Necesitamos esperanzarnos para creer que hay futuro y nuevas oportunidades. La política debe ser la emoción de la esperanza necesaria y urgente. Frente a una tozuda realidad, sólo un discurso capaz de generar una ilusión colectiva o, al menos, un compromiso colectivo, puede ofrecer confianza a la ciudadanía”.
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Hasta ahora, alrededor de Mara Lezama, lo que ha prevalecido es una peligrosa divinización de su imagen, y la sombra de la inercia del poder que la acecha día a día. La inercia del poder en Quintana Roo es muy tentadora. Propone dejar que las cosas sigan como están, aunque con algunos cambios cosméticos (gatopardismo) y transitar el tiempo administrando la riqueza y la pobreza, pero de un modo que sea muy rentable para toda la clase política en el Gobierno.
O sea, lo que acabamos de ver en los últimos seis años.
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LA SEGURIDAD, LA PRIMERA CIRSIS
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El cambio de Secretario de Seguridad Pública, a cinco días días asumir, es la primera crisis real de Mara Lezama. Las versiones de porqué Manelich Castilla dejó el cargo son variadas, pero de hecho importan poco ya. Lo que importa es que la gobernadora tuvo 4 meses para armar un gabinete, y no se le puede caer uno de sus puntos neurálgicos en los primeros días.
La imagen que dio fue de improvisación. Y eso no es permisible en la cúspide del poder. La crisis no escaló porque Mara Lezama tiene un bono democrático altísimo. Pero ese bono está basado justamente en la 4T y en el relato político. Algo que, como ya se dijo, se olvidó en estos días. La primera semana de Mara en el poder se pareció demasiado a lo que la gente votó para que se fuera.
Es una señal de alerta que debe ser comprendida en su primer círculo.
OTRAS CRISIS POTENCIALES
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