Por Gilberto Avilez Tax
El 2 de diciembre, en uno de los recintos del poder legislativo nacional sucedió un portento, un deja vu de la historia: el diputado Alegre se columbró -así al parecer se siente- como la tan deseada reencarnación de don Felipe Carrillo Puerto, nuestro apóstol trágico. Si no me creen, lean la siguiente retahíla discursiva repleta de infumable y grasosa historia de bronce, que se presentó en una de las pantallas del muro de San Lázaro, con lo que se intentó lucir un acto de “entrega oficial” al poder legislativo nacional, de la constitución local de Quintana Roo traducida al maya.[1] Decía lo siguiente:
“Hubieron de pasar más de 500 años para que alguien nos volteara a ver[2] y decidiera por vez primera hacer más pareja la justicia y tener un gesto de dignidad jurídica hacia los auténticos pueblos originarios de lo que hoy es Quintana Roo.[3] El espíritu de Felipe Carrillo Puerto y las enseñanzas de Leona Vicario, nos legaron valentía y dignidad, pero la justicia tiene sus tiempos y la historia se escribe en etapas insólitas”.
Este churro de historia broncística, entremezclada de indigenismo repleto de paternalismo, se leyó, como dijimos, en un muro del recinto de San Lázaro. Pero como dice el clásico, nunca citado con más pertinencia: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”. Y eso es lo que representó esta entrega de esa Constitución frankesteiniana, supuestamente para que los mayas la lean -pero hay que decir que la misma palabra “maya” solo aparece una sola vez en su documento original en español-, y para que se haga “más pareja la justicia”: una farsa por donde se mire. Me explico.
Actualmente, existen traducciones al maya y a otras cuatro lenguas mayences, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.[4] Se dice que don Felipe Carrillo Puerto, cuando estuvo una vez en la cárcel por cuestiones políticas -sin lingüistas y sin todo el aparatejo de traductores a sueldo en lengua maya que seguramente contrató el señor diputado para sus fines de mayista amateur- como todos los yucatecos que hace más de 100 años dominaban la lengua maya, tradujo por su cuenta la Constitución Federal de 1857, porque en ese entonces era más práctico que los pocos mayas –y no mayas- que sabían leer y escribir, optaran mejor por leer esa constitución en la lengua originaria, para conocer sus derechos. Lo que hizo don Felipe, traducir la Constitución liberal de 1857, era un asunto de importancia práctica para él mismo y para los yucatecos letrados, cuya primera lengua era el maya y después el español.
Ahora, más de 100 después, con las enormes pérdidas lingüísticas del universo de personas que hablan el maya en la Península (consecuencia directa de las políticas de des-indianización educativa vía la castellanización, que fue paradigma de la SEP durante casi todo el siglo XX en México), traducir una Constitución estatal al maya me parece poco inteligente, y más cuestión de marketing político colgado de un tema indígena para los evidentes fines personales que están en la trastienda de las Caravanas mayas y las traducciones normativas.
En 100 años de políticas lingüicidas hacia los pueblos originarios por parte del Estado postrevolucionario del siglo XX, es una verdad de Perogrullo decirlo, los mayas de casi toda la Península ya no son monolingües sino bilingües (maya-español), y como la enseñanza de la lengua y la escritura maya es de cuño reciente, a muchos “mayeros”[5] se les dificulta en demasía leer en maya porque su alfabetización se dio en español. Ergo, la pregunta que uno, como estudioso del derecho y como analista de la cuestión indígena se hace, es la siguiente: ¿quién del pueblo maya va a leer esa Constitución en maya? Tal vez una minoría del pueblo maya y algunos extraviados. Además, el formato del libro, forrado con piel de venado, con letras doradas y con un símbolo del “horóscopo maya” en su portada que tiene más de New Age xcaretizado a lo Argüelles que de maya, provoca el sonrojo a más de un estudioso de la cultura maya.
Por supuesto, una constitución de Quintana Roo vertida al maya, no significa mucho para un pueblo que tiene hambre, no se empareja justicia alguna (ni la distributiva ni la retributiva ni la social) y descreo que con ello se preserve la cultura de los mayas actuales de Quintana Roo. Tal vez hubiera sido más práctico realizar folletos o cuadernillos específicos de los artículos de la Constitución estatal (artículo 13) junto con la federal (artículo 2), y las leyes, convenios y declaraciones en materia indígena que se han realizado a nivel internacional, nacional y estatal durante más de 30 años, que erogar para que salga a la luz un tabique que nadie leerá.
Tal vez sería más pertinente, si se quiere “preservar”[6] la cultura maya y que florezca de nuevo en todo su esplendor, reforzar en el estado a organismos municipales e instituciones educativas, para la enseñanza de la lengua y la cultura maya. Tal vez, y como siempre he pensado, el asunto de la “revitalización” de la lengua y la cultura maya descansa no en la verborrea y los desfiguros de políticos que intentan considerarse en representantes de los mayas, sino en generar mecanismos institucionales que busquen una mayor autonomía política y económica de ellos; o una relación menos indigenista y folklorizada, del Estado nacional y regional con el pueblo maya.
En su momento, el general José Isabel Sulub, indicó en septiembre de 2019, que la traducción al maya de la Constitución quintanarroense, “no fue consultada con los auténticos dignatarios mayas y tampoco participaron las comunidades indígenas, promotores culturales o expertos autorizados en traducción maya”. El diputado respondió al general, que la Constitución mayera fue firmada por 317 dignatarios y avalado por el Consejo Maya y el Gran Consejo Maya, estructuras creadas por el Estado quintanarroense y que han servido únicamente para las correas clientelares y hasta para crear a “dignatarios exprés” y obsecuentes con el poder. A lo largo del 2019, al General Sulub, lo ha señalado recientemente, alega que se le persiguió desde dentro y fuera del santuario de la Cruz parlante; y se le dio una especie de golpe de estado por parte de otros dignatarios que lo degradaron por sus santas voluntades autoritarias, a ser simple soldado;[7] los mismos dignatarios que el día 2 de diciembre acompañaron al diputado Alegre a entregar su cacareada constitución en maya.
De todo esto que hemos señalado, al parecer lo que se preserva con la Constitución de Quintana Roo traducida al maya, no tiene nada que ver con la cultura maya sino con la tradición familiar del hombre blanco indigenista, el hombre de razón que sabe lo que los mayas necesitan: una Constitución en maya. Luis Alegre aprendió erróneamente que colgarse de la cultura maya puede dejar dividendos políticos. Es tradición alegrosa, sin pedírselo el pueblo maya siquiera, considerarse “defensor de los mayas”. Hasta en eso, el clásico que habló de la tragedia y la farsa en la historia, tenía razón.
[1] Hasta ahora, no sabemos quién la tradujo, no hay ni pdf de ella subida al internet para apreciarla con cuidado.
[2] Al parecer, se colige que es un maya de Quintana Roo el que dicta este discurso.
[3] Lease, but of course, Luis Alegre.
[4] https://inehrm.gob.mx/es/Constitucion1917/MAYA
[5] Los que hablan el maya.
[6] Y aquí no pugnamos por la inmovilidad cultural, más bien referenciamos las palabras domingueras de los políticos profesionales cuando hablan de “los mayas de Quintana Roo”.
[7] Véase mi ensayo al respecto: https://gilbertoavileztaxyucatan.blogspot.com/2019/02/el-general-que-rompio-el-muro-del-museo.html