(Foto: Especial)
VATICANO.- El papa Francisco celebró la misa del Domingo de Ramos con un pedido a los cristianos de “vivir para servir”, en un contexto global del drama de la pandemia por coronavirus y ha recordado que esos son los “verdaderos héroes y no los que tienen fama, dinero y éxito.
Desde la Basílica de San Pedro, por primera vez sin fieles y retransmitida por streaming para evitar el avance del contagio por coronavirus, dio comienzo a las celebraciones de una Semana Santa blindada en el Vaticano.
Normalmente, decenas de miles de romanos, turistas y peregrinos con palmas y ramas de olivo habrían llenado una misa al aire libre dirigida por el pontífice. En lugar de eso, Francisco dirigía la ceremonia en la Basílica, que parecía aún más grande al verse tan vacía.
Además de sus asistentes estaban presentes unos pocos prelados, monjas y legos invitados, sentados en los primeros bancos y separados para reducir los riesgos de contagio. Con aspecto reflexivo, Francisco bendijo las palmas tendidas que sostenían los asistentes y después cogió una.
El pontífice recalcó que en estos momentos las certezas se desmoronan y las expectativas son traicionadas. “Miren a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días. No son los que tienen fama, dinero y éxito, sino son los que se dan a sí mismos para servir a los demás. Siéntanse llamados a jugaros la vida. No tengáis miedo de gastarla por Dios y por los demás: ¡La ganaréis! Porque la vida es un don que se recibe entregándose. Y porque la alegría más grande es decir, sin condiciones, sí al amor. Como lo hizo Jesús por nosotros”, ha instado.
Se trata de la primera celebración litúrgica de la Semana Santa de este año, en la que se ha cancelado la gran procesión de peregrinos con palmas de olivo, por la pandemia de coronavirus. “Procuremos contactar con el que sufre, el que está solo y necesitado. No pensemos tanto en lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer. El drama que estamos atravesando nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a no perdernos en cosas insignificantes, a redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve. Porque la vida se mide desde el amor. De este modo, en casa, en estos días santos pongámonos ante el Crucificado, que es la medida del amor que Dios nos tiene”.