Por Agustín Labrada
¡Venga la guitarra vieja,
nueva otra vez al castigo
conque la espera el amigo
que no la deja!
Nicolás Guillén.
Aunque desde niño manifiesta una gran pasión por la guitarra, Javier Rojas estudia Agronomía en la Universidad de Chapingo y allí se une a un grupo de Canto Nuevo con el que se acerca por primera vez a la composición melódica. Con ese grupo se establece (hace más de treinta años) en Cancún, donde inicia luego su carrera como solista.
Desde entonces, se ha presentado en espacios escénicos de México, Canadá, Colombia, Estados Unidos, Brasil y Cuba; grabó sus propias composiciones en los discos “Bruma”, “Camino de la tierra”, “El tianguis”, “Andante en Sol” …; y ha incursionado como guitarrista del cantante jamaiquino de reggae Mark Shine y la intérprete de bossa nova Iza Brasil.
Su arte guitarrístico aparece en grabaciones de otros músicos y ha sido divulgado en programas de televisión. El mismo produjo programas musicales en Radio Turquesa, donde entrevistó a artistas disímiles como Pablo Milanés, Tania Libertad, Jorge Reyes, Alejandro Lora…; y coordinó un taller de guitarra en la Casa de la Cultura de Cancún.
Cuando escuchamos tocar a Javier, uno viaja entre notas que semejan ondulaciones de agua y en su lenguaje traducen registros del corazón. Es esa sensorialidad su luz más noble para ganarse al público que ha descubierto en la guitarra una belleza sólo atribuible a la mujer: madre y novia que teje nuestros días testimoniando cúspides y abismos.
¿Dónde nace la guitarra?
La guitarra es el instrumento musical más usado en el mundo por diferentes motivos, desde su talla hasta la cantidad de sonidos que puede contener, y por su economía. Es muy incierto su origen, pues tanto en Europa como en América hubo instrumentos antiguos que le antecedieron como el arco de los seris de México. Pero su antecedente más directo es el laúd, que se atribuye a los árabes.
¿Cuándo se define como tal la guitarra?
Entre los siglos X y XII, los árabes la introducen en España y allí se desarrolla. A finales del siglo XV y principios del XVI, toma su forma actual y ese modelo se conoce como guitarra española. Por esas fechas los españoles llegan a América, de modo que los europeos y los americanos llevamos el mismo tiempo tocando la guitarra.
¿Se tienen noticias de su llegada a México?
En sus crónicas, Bernal Díaz del Castillo nos narra que en su expedición hacia México Hernán Cortés trae consigo a maese Ortiz, un español que vivió un tiempo en Cuba, sabía de caballos y era un excelente tañedor de vihuelas. Tras la conquista de Tenochtitlán, Cortés lotifica y reparte entre sus hombres esos terrenos, que hoy conforman el primer cuadro de la Ciudad de México. A maese Ortiz le correspondió uno y allí abrió el primer taller de guitarra de México. Poco a poco, se familiariza con los aztecas y ellos le apodan “El nahuatlteco”, porque aprende muy rápido a hablar náhuatl.
¿Sigue la guitarra una ruta alternativa en América?
Durante la colonia, en algunos lugares se les tenía prohibido a los indios tocar los instrumentos de los europeos. En otros, no. Ello hizo que con el tiempo nacieran instrumentos mestizos, algunos de cuerdas, como el guitarrón usado por mariachis, que es una guitarra afinada un octavo más abajo de la guitarra normal y sirve de bajo.
Hay también una infinidad de jaranas veracruzanas, desde la jarana mosquito (que es una mini guitarrita) hasta jaranas que son mayores que una guitarra normal y se usan para acompañar el arpa en los sones jarochos. Debo mencionar el sonido riquísimo del tres cubano, el tiple colombiano, el cuatro de Venezuela, el charango andino, el cavaquinho brasileño…
Con ellos se van creando estilos, escuelas y ritmos que se alejan de la guitarra española, y tanto una como otros fueron considerados instrumentos del pueblo. La aristocracia no mostraba interés en ellos, aunque la música y la religión fueron fundamentales en el proceso de colonización, sobre todo en sitios muy poblados.
En Texcoco, México, se funda la primera escuela de música del continente hacia el año de 1523. Allí enseñaban canto a los indígenas con influencias del canto gregoriano. Mientras tanto, la guitarra se estuvo enseñando y aprendiendo fuera de las escuelas de un modo popular. Entonces no había mucha bibliografía a la cual recurrir.
En 1776, el veracruzano don Juan Antonio Vargas y Guzmán compuso una buena cantidad de sonatas, donde todavía se siente influencia europea. Ahí están las células de algunos sones jarochos. Tras la independencia, nos alejamos un poco de España y la música va volviéndose más propia, sin que fuese un proyecto premeditado.
¿Cómo alcanza entonces su sello peculiar mexicano?
Durante el proceso revolucionario de principios del siglo XX, cuando no contábamos con los sofisticados medios de comunicación masiva actuales, las noticias se divulgaban a través de los músicos, quienes recorrían rancherías y pueblos, se presentaban en plazas cantando en sus corridos los acontecimientos de la guerra.
Eran ésos los noticieros de la época, acompañados de guitarras. Esa parte de nuestra historia es bella y es el germen para que, tras ese proceso, emerja el muralismo mexicano con representantes como Rivera y Orozco, que pintan nuestra historia y nuestras raíces mezcladas de indígena y español. Lo mismo sucede en la música.
El maestro Manuel M. Ponce le da un sello mexicanísimo a la guitarra. Pablo Moncayo y Silvestre Revueltas hacen magníficos trabajos en las ramas orquestales, y a la par de ese movimiento culto nace otro movimiento popular fuerte representando por la canción ranchera, que tiene un auge amplio y en ella brilla en su esplendor la guitarra.
¿Incide la evolución tecnológica en la guitarra?
Con el desarrollo de la tecnología, la guitarra empieza a sufrir transformaciones. Alrededor de los años treinta del pasado siglo, en Estados Unidos comienzan experimentos para electrificar la guitarra y se amplía su potencial con esta nueva gama de sonidos. En década de los años cincuenta, la guitarra eléctrica se distancia más de la tradicional y adquiere un auge escénico inusitado, sobre todo en Estados Unidos y en los países europeos occidentales a través del fenómeno del rock. Nosotros acá, como familia latinoamericana, seguimos con guitarras acústicas, pero también empezamos a conectarla en vez de estar “microfoneando” y surgen esos instrumentos que llamamos electroacústicos. Creo que vamos a seguir tocando la guitarra por muchos siglos.
¿Por qué preferiste ese instrumento para tu expresión?
Pienso yo que la guitarra es un instrumento democrático por excelencia, está al alcance de todos los bolsillos y es, junto con el piano, el más completo que ha diseñado el hombre, con la diferencia de que el piano siempre fue un instrumento elitista (no cualquier casa tiene un piano.)
Puedes usar la guitarra para acompañar tu voz o para acompañar otro instrumento (flauta, violín, sax…), o para tocar en cualquier ensamble de instrumentos (orquesta o grupos de jazz, de rock, de reggae, de salsa…), pero si profundizas más en ella puedes lograr piezas solistas.
Es decir que tanto la voz cantante (melodía) como el acompañamiento (armonía), puedes hacerlo sólo en la guitarra. Éste es un privilegio que sólo el piano (y ahora los teclados), el arpa y la guitarra gozan. Los demás instrumentos necesitan estar dentro de un ensamble.
Por ejemplo, la flauta, la trompeta, el trombón, el sax…, al no poder hacer melodía y armonía a la vez, sólo pueden dar una nota, por lo tanto sólo pueden cantar una línea melódica, no más. Necesitan de un instrumento armónico que los acompañe para hacer música correctamente.
Fue el primer instrumento que escuché en la infancia y lo tuve al alcance de la mano. Pude “agarrarla” con mis dedos siempre y cuando no se dieran cuenta sus dueños –mi abuelo paterno, mis tíos del lado materno– y aún tengo en los oídos el recuerdo de la música que ellos lograban.
¿Nos cuentas cómo es tu ritual creativo?
En mi caso, el proceso creativo es lento por lo general. Terminar una composición me lleva varios meses. La idea original puede surgir en un instante. Lo más común es que surja sobre la marcha mientras ejecuto la guitarra, me conecto con la música y comienzan a volar las ideas.
Esto se acentúa mucho cuando estoy motivado sentimentalmente, cuando sucede algo muy intenso, ya sea bueno o malo: que te enamoras, que terminas una relación, el nacimiento de un hijo, la muerte de un ser querido, un terremoto, un huracán, un levantamiento armado…
A veces tengo sueños –que pueden ser incluso pesadillas– y tienen música. Entonces tengo que despertar y escribir en el pentagrama o grabar la idea musical para no olvidarla. De esas situaciones que generan sentimientos intensos, saco generalmente la materia prima para mis composiciones.
Lo que diferencia a una célula melódica de una obra musical terminada es el trabajo. Esta célula, por lo general breve (dos o cuatro compases), tienes que desarrollarla, trabajarle una introducción, un tema A, un tema B (coro), y hasta un tema C, y después una resolución o final.
En todo ello se usa como base la célula melódica original, pero aquí hablo de un proceso creativo específico: para guitarra solista. La cosa cambia cuando compongo o adapto una obra para orquesta o para grupo de jazz, porque debo pensar en las partes de cada instrumento.
¿Está Quintana Roo plasmado en tus creaciones?
Sí, porque llevo muchos años viviendo en Cancún y estoy muy agradecido con la vida por haberme traído a este lugar tan bello. Puedo relatarte, por ejemplo, cómo nacieron algunas de mis composiciones y verás que, de alguna manera, se relacionan con mi vida en el Caribe.
“Olas” nació mientras oía el mar de Cancún. El mar es a veces tranquilo y hermoso, pero puede tornarse embravecido y tempestuoso, y creo que eso tiene muchas similitudes con nuestras vidas. Todos tenemos capítulos soleados y capítulos tempestuosos como el mar cuando se enoja.
Si escuchas con detenimiento la pieza, podrás darte cuenta de que empieza con un movimiento apacible. Su segundo movimiento es una especie de son montuno modificado que representa la tempestad, y finalmente regresa al movimiento tranquilo, a la calma, cuando sale el sol.
“Bruma”, cuyo nombre es también el del disco, la hice en Playa del Carmen un día nublado, porque también estaba nublada mi cabeza. “Garza” está dedicada a una mujer mexicana muy hermosa. Está construida en un tiempo de seis octavas de la música popular con armonías contemporáneas.
“Barco hundido” viene de una historia mayor. Yo tuve un sueño o más bien una pesadilla. Había una tempestad muy fuerte en el mar y en medio de ella estaba un barco que quería alcanzar la orilla y no lo lograba. El viento y las olas se lo impedían. Yo escuchaba la música del viento.
Entonces, los pescadores que iban a bordo intentaron llegar nadando, pero tampoco lo lograron. Tuve que escribir aquello, volví a dormirme, pasó el tiempo y nos sorprendió el ciclón “Gilberto”, donde me fue muy mal, pues mi casa estaba cerca de la costa, en una colonia obrera.
Dos días después, salí a caminar con un amigo muy entrañable, y en el tramo que está entre la playa Las perlas y Puerto Juárez, bajo el sol, estaba un barco volteado de cabeza. El corazón me empezó a palpitar fuerte porque descubrí el barco del sueño, tras la tempestad.
La pieza “Avenida Kukulcán” surgió mientras trabajaba en Cancún tocando en dos lugares diarios. Desde mi espacio, veía cómo pasaban al atardecer personas que regresaban a casa, vehículos e historias en esta tierra de inmigrantes. Es un homenaje a los cancunenses que trabajan y sueñan.
La pieza “Tío Salerito” está dedicada a un viejo que trabajaba en la Plaza de Toros de Cancún. Allí trabajé un tiempo acompañando a una cantante que se arreglaba mucho y cantaba canciones españolas y mexicanas. Este señor tenía muchas historias que contar y daba consejos a los toreros.
Para presentar mi disco “Bruma”, organizamos un gran concierto en la Zona Hotelera. Cuando terminé de tocar, el público aplaudió y él subió al escenario para leer un poema que me había escrito. Aquello me conmovió profundamente y le hice esta pieza que no pudo escuchar, pues ya había fallecido.
“Que te vaya bien” es una canción de despedida para una mujer. Una relación acaba y empieza otra. De ahí surge “Punto y seguido”. Sigue “Noche”, que compuse en Felipe Carrillo Puerto en una noche estrellada cuando cantaban los grillos, el día que inauguraron Radio Chan Santa Cruz.
La música es colectiva y como me había separado de mi grupo añoraba el sonido de otros instrumentos. Por eso ingresé y estuve, durante tres años, en la “Banda Municipal de Benito Juárez” a la vez que hacía mi labor de solista en los hoteles. De ahí sale la pieza “Banda Municipal”.
¿Cómo incide la música en la comunidad?
Desde las sociedades primitivas hasta nuestros días, la música ha ido creciendo junto con la religión porque ambas tocan las partes humanas de la conciencia y el espíritu. En todas partes, los hombres han concebido música para sus dioses, para bodas y funerales, para la batalla y para divertirse, para los rituales del trabajo y para el amor.
¿Mediante qué estrategias pueden los jóvenes encauzar sus inquietudes musicales?
En Quintana Roo hay muchas carencias en ese sentido. En el sur, está la Escuela Estatal de Música, que propicia una formación académica primaria, pero no hay opciones de trabajo. En el norte, existe una gran población activa de músicos profesionales, pero no hay escuelas formativas. Yo les diría a esos jóvenes que busquen información, partituras y música grabada de Internet, y que se acerquen y se hagan amigos de los músicos profesionales. La otra alternativa es emigrar, pero muchos de los que emigran no vuelven y no se desarrolla entonces nuestra música.
¿Podría generarse en Cancún un movimiento musical trascendente, análogo al de otras ciudades costeras como Nueva Orleáns, Santiago de Cuba y Río de Janeiro?
Eso queremos, pero hacen falta dos cosas: tiempo y trabajo bien encauzado. Esas ciudades mencionadas y otras más son musicalmente fuertes, porque allí hubo mezclas de culturas y esa mezcla se fue sedimentando y enriqueciendo. Cancún va por buen camino. Han llegado aquí músicos de todo México, Cuba, Estados Unidos, Brasil, Panamá y Europa. Esa mezcla podría dar buenos frutos, pero eso lo dirá el tiempo.