Por Eliana Cárdenas Méndez[1]
I
Detrás de una niña muerta
hay dos abuelas negadas, humilladas: la una con la risa torcida y la otra, con manos temblorosas, toma café
Hay una madre que mira con resignación en el horizonte un barco que parte sin ella
una madre que toma pastillas para dormir y usa gotas de rocío para abrir los ojos.
II
Detrás de su cara reventada contra el duro cemento
Hay dos balas de alto calibre y casquillos de odio
Dentro de los dos orificios del revolver en su espalda está escondido un pájaro que tiene pus en el pico
Y en el gorjeo de su canto una agonía, el goteo incesante del repudio a su cuerpo gordo, a su padre-indioscuro.
III
Detrás de una niña muerta se detiene el abril florido y llueven piedras.
Detrás de una niña muerta hay un suspiro en cautiverio
Y las hojas de un naranjo que caen en picada sobre un hilo de sangre.
Detrás de una niña muerte hay un charco de sangre donde habrá de navegar al infinito la mitad de una canoa.
IV
Detrás de una niña muerte, primero estuvieron unos ojos que miraron en el espejo su languidez sin fin.
Detrás de una niña muerta estoy yo, tiritando, sacando con palas el desprecio que la dejó sola, extraviada en medio de un acantilado.
Detrás de una niña muerta está el telón de los remordimientos
Oh, niña muerte, tú sabías desde antes lo que era la muerte y la nada,
porque te atormentaron desde siempre los serafines llorando.
IV
Encima de una niña muerta solo hay tierra negra y garbosos girasoles de papel.
[1] Dra. Eliana Cárdenas, Profesora-Investigadora, Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo, elianacardenasmendez@gmail.com.