Por Agustín Labrada
La huella de Manuel Felguérez, con sus metáforas visuales, ha dibujado historia en nuestra América, y esa historia se remonta a mediados del siglo xx cuando el maestro y otros pintores establecen la estética abstracta en un México donde imperaba el muralismo social, de arraigo nacionalista.
Antes, Manuel fue discípulo de Ossip Zadkine en la parisina Academia de Grande Chaumier; y luego —tras una sedimentación estilística— alcanzó méritos como el Segundo Premio de Pintura en la Primera Trienal de Nueva Delhi y el Gran Premio de Honor en la XII Bienal de Sao Paulo.
Investigador en la Universidad de Harvard y miembro del Instituto de Investigaciones Estéticas en la Universidad Nacional Autónoma de México, Felguérez también ha sido pionero en aliar la tradición pictórica con la tecnología computarizada hacia el arte contemporáneo.
Aludiendo, no identificando, el maestro ha concebido su obra. Su arte es tan difícil como el de escribir sonetos, donde se reiteran los moldes semejantes: catorce líneas musicales con medidas exactas. Es un reto pintar como Felguérez y no repetirse en esa encrucijada de perfección y caos.
¿Cómo reajusta su mirada estética, de formación y fuentes europeas, cuando retorna a México y abre nuevos caminos en la plástica nacional?
El hecho de haberme decidido a ir a estudiar a Europa tiene que ver con una especie de ley de hábitos y costumbres, pues todos los grandes maestros de la pintura mexicana (de una manera u otra) habían pasado tiempo en Europa, en cuyas ciudades se podía estudiar. Lo más importante no era el estudio en sí, sino la posibilidad maravillosa de ver en vivo el arte de todos los tiempos.
En el México de mi juventud, no existía un lugar para ver un Miguel Ángel, un Leonardo, la cultura egipcia, la cultura india… Era natural que si uno quería dedicarse al mundo de la plástica tenía que viajar. Posiblemente, los escritores tengan que viajar menos, ya que pueden leer a los rusos, a los clásicos, a Homero, toda la historia de la literatura… sin salir de sus casas.
Es difícil que un artista plástico se pueda formar sin haber visto, porque se trata de un arte de ver y hay que ver a los grandes artistas, a los grandes pintores, a los grandes escultores… Uno lleva su visión puesta como camisa cuando se encuentra ante aquello que es de un gran enriquecimiento cultural. Cuando uno regresa, viene más rico, con más instrumentos y posibilidades.
Inicia uno su propio quehacer, su búsqueda de estilo con un trabajo individual, subjetivo y único. Toda la experiencia enriquece como el hecho de haber nacido en hacienda, de vivir mis primeros años en el campo de Zacatecas. Todo afecta: la preparatoria, la secundaria. De modo que mi viaje a Europa fue un proceso normal. Yo traía mi visión, no tuve que reajustarla.
¿De qué manera, dentro de formas análogas, crea piezas que se diferencien entre sí y a la vez se identifiquen con un solo estilo?
En la creación del estilo, sobre todo al principio, hay una búsqueda guiada por los conceptos estéticos que uno va lentamente adquiriendo. Empieza uno buscando y sabe (por educación) que si se repite algo ya hecho no es arte, porque no hay creación. Uno intenta, dentro de los parámetros del arte y del arte de su momento, lograr una originalidad, pero la intención no basta.
Es causa, yo creo, del destino o del azar cuando de repente le empiezan a uno a salir cosas que puede comunicar y la gente encuentra que tienen calidad. Todo viene dentro de la historia del arte, no hay una novedad tan grande para que el espectador se desconcierte. Uno propone y se encuentra la sorpresa de que hay gente capaz de recibirlo. El arte es comunicación.
El acabado geométrico presente en sus obras se articula como una suerte de orden, pero los contenidos reflejan el caos. ¿Cuál ha sido su intención al conjugar en un mismo espacio elementos de apariencia antagónica?
Llevo más de medio siglo sumergido en la búsqueda de formas y uno tiene sus parámetros, hay cosas que me gustan y otras que no me gustan. Siempre me ha interesado mucho la naturaleza, la forma natural y, por otro lado, a través de la formación académica, me han interesado las formaciones matemáticas. Siempre me han encantado la mecánica y la anatomía.
Cuando observo la naturaleza, siempre veo una combinación de formas naturales y formas geométricas. Quizá la geometría aparece hecha por el hombre. La geometría matemática no existe en la naturaleza, pero existe la geometría natural. Si miro a una mujer, estoy viendo una forma orgánica y tras ella algunos recuadros. Al gustarme esas dos direcciones, trato de unirlas en mis obras.
En los años sesenta, trabajé como docente en la Universidad Nacional Autónoma de México. Para educar a mis alumnos había que recurrir a elementos de precisión y recurrí a la geometría. Te pongo un ejemplo bobo: agarran una hoja, la dividen en veinte franjas, pintan de negro unas y otras de blanco hasta que el blanco se diluya poco a poco en el negro. Al final se ven las imprecisiones.
Los colores originales sólo son tres y las combinaciones llegan al infinito. Cada uno debe encontrar su propio color y su propia paleta. También en eso hay un conocimiento racional, pero uno sabe cuándo se equivoca de colores. Yo daba clases de pintura constructivista o geométrica, y decidí investigar hasta que vi en las computadoras una alternativa que aumentaba la velocidad de cálculo.
Trabajé casi diez años en la universidad como investigador e hice una investigación de las posibilidades de la combinatoria geométrica usando como instrumento la computadora. Empecé a hacer una obra derivada de mi experiencia con la computadora. Antes me tardaba quince días o un mes inventando un cuadro. La máquina podía reproducir uno cada once segundos.
Un día me dije que aquello no tenía chiste. Al respecto escribí dos libros. Cerré la computadora con sus posibilidades combinatorias y seguí con mi gusto por las matemáticas hasta la teoría del caos. En el caos hay orden. A través del cálculo matemático se puede ver. Las galaxias y los deslaves obedecen a leyes físicas y tienen su orden. Entonces, me propuse producir caos.
Recurrí a casualidades como escurridos, manchas, cosas que de una manera casi casual dieran una superficie. Con una primera aproximación al desorden, se comienza con lentitud a ordenarlo. Eso se logra a través de la geometría, que a su vez está instalada en la naturaleza. Así logro esta mezcla de formas orgánicas y de formas matemáticas en mi obra.
¿Por qué abandonó el arte digital?
Cuando empecé en el arte digital, las computadoras eran grandes cajones sin pantalla. El mundo se comunicaba con eso a través de tarjetas. Entonces, me había fijado que cuando se acerca un cometa a la Tierra, los astrónomos lo observan veinte días o un mes y con eso pueden determinar el orden que ese cometa va a seguir en el espacio durante trescientos millones de años.
Razonaba que si yo pudiera comunicarle a la computadora mi sentido de composición, mi orden y las formas con que he producido a largo de veinticinco años, la computadora tiene que demostrarme qué voy a hacer yo en los próximos trescientos años. Yo tengo mi teoría del color, pero ahora aparece un programa que tiene una combinatoria de ciento veinticinco mil colores.
Abandoné mi proyecto investigativo porque iba a terminar siendo un técnico en computación. Iba a tener que hacer lo mío y programas para quien los pidiera. Ya en ese momento tenía mucha nostalgia de mis pinceles, de ensuciarme las manos, del arte “matérico”, pues en la computadora el color es virtual y, aunque no es la realidad, es tan válido como el otro.
Pero mi campo, mi formación, mi deseo, mi voluntad es producir objetos y cargarlos de subjetividad para lograr una comunicación, un mundo de belleza. Es como la música, oyes un cuarteto tocando a Mozart y descubres que se trata de una combinatoria de unas cuantas notas. Con esas pocas notas, los compositores han creado toda la música de la historia.
Escuchamos, unos se emocionan y otros no. Mi pretensión es que combinando color y forma, simplemente con los elementos plásticos, con tres colores básicos y las formas básicas, se puede llegar en su combinatoria al infinito y lograr que la emoción que experimenta uno sea tan pero tan profunda al hacerlo que logre conmover a quienes vean la obra.
¿Puede alcanzarse la originalidad dentro del arte gráfico digital?
Sí se puede, pero es difícil porque el simple uso de los programas existentes da resultados hasta cierto punto muy parecidos entre sí. No he visto todavía, entre los artistas de computadora que conozco, uno que sea un genio. Posiblemente exista entre quienes hacen la animación en las películas fantásticas, pues tienen mucha imaginación y donde hay imaginación hay arte.
Utilizar la computadora para facilitar la búsqueda inicial, en el diseño de la obra artística, es muy válido porque es un gran instrumento. Lo que es difícil es la creación. Los artistas de gráfica digital finalmente tienen que agarrar un papelito y hacer una impresión que parezca hecha a mano. De repente, salen obras muy valiosas, pero hay que tener claro qué se busca.
¿Qué motivos internos lo estimulan para crear?
Pues yo creo que el ocio, pues toda mi vida he pintado en mis ratos de ocio. Pintar y hacer esculturas es muy emotivo. La lata es cuando uno tiene que exponer, impartir una conferencia, dar clases… Peor aún es cuando tiene que ir al banco. Eso es un trabajo horrible, se pierde un tiempo inmenso en esas largas colas. El trabajo artístico es gozoso y a la vez tiene angustia.
Cada cuadro parte de la tela en blanco. Meterse en la tela me lleva quince días. No hay reglas para crear, unos cuadros salen rápido y otros cuestan. Resolver un cuadro es como resolver una ecuación de quinto grado. Se requiere de mucha precisión. Se emplea menos tiempo trabajando que viendo. A veces falta una línea de dos centímetros. Cuando la ve uno, ya no puede dejar de ponerla.
Luego pasa que no ponemos el color correcto. Entonces se angustia uno. A veces hay angustias muy fuertes de largos periodos en los que no sale lo que uno quiere. Se pone uno nerviosísimo, no duerme, se pasa la noche pensando… Poco a poco se va resolviendo la obra hasta que sale y uno cumple con uno mismo. Falta todavía saber si eso puede gustarle a la gente.
A veces, ya no se puede recomponer un cuadro porque se transparenta el color de fondo. No queda más remedio que hacer como en las películas: arrugar el papelito y tirarlo. Lo mismo pasa con los poemas, los ensayos y las novelas. Después de creados, viene un periodo de mucha reflexión y corrección. Se invierte más tiempo en perfeccionar la obra que en el proceso creativo.
Además de los artistas, corrientes y escuelas estéticas que delinearon su formación juvenil, ¿ha encontrado familiaridades o zonas de contacto con el quehacer de creadores más contemporáneos?
No. Lo que aparentemente está de moda tiene muchos años: instalaciones y performances. Todo eso responde a que al parecer no encuentran nada nuevo que decir. Desgraciadamente, en la mayoría de los casos, estos artistas suelen ser retóricos y hacen cosas que ya fueron creadas y vistas.
Tuve experiencias con happenings en los años cincuenta. Trabajaba con un grupo teatral en la Escuela de San Carlos. Nos clausuraban, nos cerraban, iba la policía. Hoy ya no son novedosas las instalaciones efímeras. Las usaron como escenografía para obras vanguardistas Ionesco y Beckett.
Ya no es un acto subversivo ni implica represalias sociales. Ya hicieron eso los dadaístas y Marcel Duchamp. Todo estaba planteado desde antes de la mitad del siglo xx. Estos artistas paródicos y posmodernos, algunos de ellos extraordinarios, serán quienes marquen el siglo XXI.
Algunos hacen cuadros en movimiento usando videos. La imagen es extraordinaria como un desfile de la muerte. El video y otros recursos cobran importancia en las nuevas tendencias. En países de gran desarrollo, sus artistas hacen propuestas magníficas usando la tecnología.
Vi una instalación donde aparece un cubo blanco como de un metro veinte centímetros. Dentro, había una señora desnuda, como debe ser, con un niño. Todo el tiempo hacían grandes movimientos dentro del cubo iluminado con reflectores. Podían verse desde cualquier ángulo.
Hay un coreano, en el Museo de Seúl, que tiene una torre de veinticinco metros y mil computadoras encendidas con diferentes videos. El efecto es alucinante. En México, el más famoso es Gabriel Orozco: hizo algo bonito en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Llevaba dos grandes pelotas de caucho y las hizo rodar por la calle. El asunto es que eran dos. Consiguió convencer a cada uno de los dueños de los departamentos que están frente al Museo de Arte Moderno para que en cada ventana hubiese una naranja. Así veías todo un jardín de naranjas.
Es una idea novedosa que puede pegar. Podemos decir que es un arte nuevo, pero sus fines conceptuales y tecnológicos no tienen que ver con la estética de la pintura. Hay quienes afirman que la pintura llegó a su fin como arte manual, pero ¿cómo es posible que lleve tanto tiempo de vida?
¿Usaría nuevos códigos expresivos para el enriquecimiento de su línea estilística?
No puedo asegurarlo. Con estas alternativas pasa como cuando surgió la fotografía. Muchos pensaron que era el fin de la pintura. Con el tiempo, la pintura se transformó y la fotografía poco a poco se fue convirtiendo en otro arte. Un arte paralelo. Ocurrió lo mismo con el cine, que luego se hizo arte.
No sé si me pueda afectar tanto lo nuevo como lo antiguo. De repente, uno entra en un museo y ve un cuadro de Miguel Ángel y ve un naranja que a uno le gustaría haber logrado. ¡Qué maravilla!, pero es de otro tiempo. Cada uno hace lo que le toca en su tiempo y si soy viejo no quiero fingir ser joven.
¿Zacatecas qué representa para usted?
Es el lugar donde nací. Le tengo mucho cariño y gozo su paisaje. Me siento en mi medio. Tenemos buenos museos en la ciudad de Zacatecas. Todos son diferentes. Uno se siente parte de una creación colectiva, comparte un espíritu de conservación en un ambiente muy propicio para los artistas visuales.
En los años que siguen del siglo XXI, ¿qué pintará el maestro Felguérez?
Pues por lo pronto sigo en las mismas, pero tengo el defecto o la virtud de que a lo largo de cincuenta años nunca me he repetido. El artista que se repite se convierte en artesano. Todavía sigo inventando formas y mientras siga inventando nunca sabré adónde voy a llegar.