Agustín Labrada
(Entrevista con el director de orquesta Pachy Naranjo)
Tras el paso arrasante del ciclón Flora sobre el este de Cuba, hacia 1963, varios amigos con inquietudes artísticas deciden unirse y fundar una agrupación que mantenga y reverdezca los ritmos tradicionales justo cuando —debido al bloqueo estadounidense y el esplendor rockero— la música cubana se aislaba de los escenarios del orbe y se mantenía entre zonas grises en la escena nacional.
La Orquesta Original de Manzanillo se asemeja en su génesis a Los Beatles y en su crecimiento a Rolling Stones. A los primeros, porque fue creada por adolescentes con estudios a medias, en una ciudad de provincia, y alcanzaron eco internacional. A los segundos, porque hubo deserciones, pero no ruptura, y la orquesta es hoy una familia avalada por discos de oro.
Sin emigrar de su ciudad de origen, estos músicos suelen presentarse lo mismo en escenarios de Europa, África y América que en fiestas carnavalescas de los pueblos de Cuba con el son característico de la charanga y, como figura en su disco grabado en Colombia Se formó el tirijala, otros géneros y fusiones propias del Caribe: guaguancó, cumbia-son, chachachá, joropo, guajira…
En su segundo viaje al Caribe mexicano, los ganadores del Congo de Oro de Barranquilla y coprotagonistas del espectáculo El son más grande del mundo, actuaron al lado de otros seres legendarios de la música caribeña como Israel López (Cachao), Albita Rodríguez, Oscar D’León y Chico O’Farril, e igualmente —a través de su capitán Pachy— confesaron su historia.
EN EL FRAGOR DE LA BATALLA
¿Qué significó el nacimiento de la orquesta en un instante histórico tan crucial como 1963, precedido por el éxodo de agrupaciones y artistas cubanos hacia el exilio, la muerte de Benny Moré, la tristeza que dejó en Oriente el ciclón Flora…?
Significó para Manzanillo algo bonito, porque surgía una orquesta charanga al estilo de Aragón y en la ciudad no había ninguna. Dentro del contexto nacional, estaban en auge la Aragón, el Benny, Chapotín con su pieza “El carbonero”, que cantaba Miguelito Cuní, y agrupaciones como Sublime, Estrellas Cubanas, Maravillas de Florida… La“Original”aparece al calor de esas influencias.
La Orquesta Original de Manzanillo comienza nutriéndose del repertorio y el estilo de la Aragón, y es apadrinada precisamente por su director Rafael Lay. Tuvimos la suerte de que en marzo de 1964 alternáramos con dos grandes orquestas de aquella época: Sensación y Aragón, en los carnavales de Yara. Allí conocimos a Lay y él se comprometió a ayudarnos en nuestro quehacer artístico.
El ciclón Flora fue un desastre natural que arrasó con las casas. Después de su paso, los músicos de Manzanillo nos volcamos a llevar un poco de amor a esos lugares desolados. Recuerdo que en Media Luna hicimos un puente de alegría consistente en llevarle música a los pobladores que sufrieron las consecuencias del viento, las lluvias y la inundación del río que atraviesa ese pueblo.
Lo más importante es que la orquesta nació con buena estrella, una estrella siempre ligada a su pueblo. Desde nuestros primeros pasos, me acuerdo, hemos recibido el apoyo y el cariño de la comunidad manzanillera. En aquel tiempo, teníamos un programa dominical en la radio y allí comenzaron a difundirse nuestros números y esos números gustaron y supimos que valía la pena seguir.
¿Por qué la Orquesta Original de Manzanillo se funda y se mantiene dentro del formato de la charanga?
Porque nació charanga, bajo el apadrinamiento de Rafael Lay, pero es que ese formato es un símbolo de cubanía, según Helio Orovio, autor del Diccionario de la música cubana. Hemos tratado de mantener contra todos los vientos y mareas este formato, porque es un sonido que ha creado Cuba, identifica a la orquesta y no es muy utilizado en el mundo, excepto en Estados Unidos y Colombia.
Cuando Juan Formell creó Van Van, surgieron las charangas con trombones y metales. Nosotros hemos querido mantener el formato tradicional con violines, porque pensamos que es nuestro timbre. Desde luego que hemos vivido tiempos duros cuando han estado de moda otros formatos, pero hemos centrado nuestro esfuerzo no en el cambio de formato, sino en la búsqueda de repertorio.
La “Original” es una charanga que mantiene su formato con tres violines y una flauta de madera que ya no se fabrica desde hace cien años. Pienso que es una forma de representar nuestra idiosincrasia, nuestra cultura, lo más auténtico de la música charanguera cubana. La Asociación de Charangas de Cuba dice que nuestra orquesta es la abanderada, porque permanece en el gusto popular.
¿Cómo evolucionan musicalmente y sostienen la cohesión interna?
La orquesta nació en el interior del país con integrantes de catorce, dieciséis, diecisiete años de edad… El más viejo tenía veintitrés. Indiscutiblemente, fuimos un grupo —como decía mi padre— de locos con suerte, porque todo nos salía bien y como estábamos en la “pepillancia” acudíamos también a los bailes de salón de gente joven. Los que iniciamos el proyecto nos forjamos realmente en el fragor de la batalla.
El único que tenía conocimientos musicales era yo, que había estudiado piano hasta los catorce años. El flautista tuvo que ir a estudiar flauta, los violinistas tuvieron que estudiar violín y los percusionistas aprendieron de oído. A través del tiempo, los músicos han ido cambiando. Una vez tuvimos que cambiar a varios integrantes y sumamos incluso a violinistas de la Orquesta Sinfónica de Oriente.
Así se ha ido enriqueciendo el colectivo y ha aumentado su nivel profesional con egresados de conservatorios hasta alcanzar un estilo que nos distingue y recoge lo virtuoso que pueda ofrecer cada instrumentista, pero sí empezamos a lo loco, con muchos deseos, y esa inyección de querer hacer y querer ser ha influido hasta este momento. Nuestra ambición es sana: ser mejores.
Cuando íbamos a profesionalizar la orquesta, mi padre nos dijo: “Yo quiero que ustedes se tomen esto muy en serio porque han hecho una orquesta para su pueblo y esto es una responsabilidad. Tienen que tocar con rigor y llegar a los máximos lugares.” Yo, con catorce años y como muchacho al fin, le respondo: “Pero no como la Aragón”, y él me contesta categóricamente: “No, mejor que la Aragón.”
Esas palabras fueron un reto. Mi padre no era músico, era profesor y periodista, pero tenía una cultura musical y una visión muy lindas. Desde luego, nosotros no hemos querido ser nunca mejor que la Aragón. Aragón es nuestro símbolo, es una orquesta considerada patrimonio cultural de la humanidad que nos representa dentro de nuestra cubanía, pero aquella frase nos dimensionaba una meta grande.
¿Cuándo tienen el primer éxito que los proyecta hacia la escena nacional?
Podemos hablar de dos momentos clave, un inicio que fue en el año de 1967 cuando el equipo de béisbol de tu provincia y la mía: Orientales, con Manuel Alarcón lanzando la pelota contra el equipo Habana, gana el campeonato nacional, y entonces José Pérez, uno de los fundadores de la orquesta, saca el número: “Nuestro equipo oriental”.
De ahí lo mandamos a grabar en La Habana, y en una semana fue un hit parade en la emisora nacional Radio Progreso, pero la verdadera consagración de la orquesta fue en 1973 con el número “El diapasón”. Tras esto, ya teníamos un prestigio. Como vivimos tan lejos de la capital, hubo que esperar diez años para que se nos reconociese en toda Cuba.
¿Recuerdas la primera actuación en La Habana y el primer espectáculo en el extranjero?
La primera actuación en La Habana fue el octubre de 1964. Apenas teníamos ocho meses de existencia artística y fuimos a hacer una especie de prueba de audición a la Egrem, que entonces comandaba Fernández Retamar, y existía una política de apertura hacia las orquestas del interior del país. Pasamos la prueba y aprobaron la grabación.
En ese marco de grabaciones, nos presentamos en Radio Progreso, en el Salón Mambí del cabaret Tropicana, en un programa televisivo que conducía Germán Pinelli y en el programa de CMQ Fiesta en el aire con Cepero Brito. Todos esos contactos y posibilidades se los debemos a la generosa gestión de Rafael Lay y de otros buenos amigos.
El primer espectáculo en el extranjero lo hicimos en 1978. No se me olvida porque fue mi primera salida de Cuba. Fue en la Ciudad de Panamá, en una jornada de solidaridad con el pueblo panameño. Como representantes de la delegación cubana estuvieron Sara González, Silvio Rodríguez, el trío Taicuba y la Orquesta Original de Manzanillo.
A LA SOMBRA Y LA LUZ DE LA GLORIETA
¿Es posible, musicalmente, la experimentación moderna sin salirse del esquema tradicional charanguero?
Nosotros hemos experimentado muchas cosas. Inclusive, antes de toda esa revolución electrónica generalizada, la “Original” experimentó con instrumentos acústicos y de viento. A fines de los sesenta y principios de los setenta, se oyen en Cuba Chicago, Los Beatles, y Sangre, sudor y lágrimas, grupos cuya música conmovió al mundo. Como músicos jóvenes, no podíamos estar apartados de ese fenómeno, y decidimos experimentar desde la charanga con trompetas, cuestiones fusionadas y música aleatoria, pero no salía un producto bailable, sino música para oír.
Cuando la experimentación se hace con cierta inteligencia, trae buenos frutos. Yo he escuchado charangas que han introducido modernismos en cuanto a los detalles armónicos, los fraseos de las cuerdas, la forma de hacer música. Nosotros sí hemos modernizado un poco la charanga hasta el punto de crear números con secuencia. Tenemos una versión de “La Macorina” con mi teclado que uso como sintetizador. Utilicé estos recursos para hacerle un homenaje a Abelardo Barroso, desde una sinfónica hasta un septeto con las posibilidades de la era electrónica.
Es más, yo grabé “Manigueta”, un número de Enrique Bonne dedicado al órgano de Manzanillo, pero el golpe de conga que lleva “Manigueta” lo creé con una máquina japonesa que compré en Cancún, aquí en México, en 1992. La máquina traía ya cien ritmos: rock, jazz, country… Yo le hice el ritmo de conga santiaguera y después Bonne me dijo que era el ritmo de una conga llamada “La placita”, de los carnavales de Santiago de Cuba. Quizá con estas experimentaciones se desvirtúe un poco el sonido de la charanga, pero no el timbre caribeño ni la cubanía.
Para conformar el repertorio, ¿siguen una sola línea textual y melódica?
Para conformar el repertorio partimos de la ética, basados en una educación que tuvimos desde niños. Mi madre era profesora de la Escuela Normal para Maestros de Manzanillo y mi padre también era profesor, y ellos me enseñaron una manera ética de entender a la sociedad y los seres humanos. De modo que el repertorio se rige por esas normas.
Buscamos un buen texto y una línea melódica que sea coherente con el texto y el ritmo. No quiero decir que no estemos de acuerdo con la jocosidad de Ñico Saquito, que hizo guarachas humorísticas como “El perico” y “Cuidadito, compay Gallo”, pero sí evadimos la chabacanería y la vulgaridad, la deformación del idioma y de la proyección escénica.
Es importante mantener un repertorio, una coreografía adecuada, y todo aquello que conlleva a que el público exprese su gusto, o por lo menos no nos haga rechazos frente a la propuesta artística. Somos muy rigurosos y estamos en contra de la grosería. No presentaremos nunca una obra que le falte el respeto a nuestro pueblo.
Dentro de su abanico de influencias, ¿qué música asimila la orquesta?
En primer lugar, está influenciada por el son cubano y por los demás géneros del Caribe que nos circunda. Está influenciada por el jazz latino, por el jazz tradicional y por el blues. Es una orquesta influenciada dentro de su zona. Tú puedes escucharnos un son, donde aparece una frase jazzística, sin que sea jazz lo que estamos tocando.
Entre todas esas influencias prima el son manzanillero, el son oriental, el son que nos rodea, el son que hizo Chepín como orquesta, el son que hicieron los pobladores de la cuenca del río Cauto, el chachachá que hizo la Aragón, el son montuno que hizo Benny Moré, las cosas buenas que ha hecho Chucho Valdés, la pianística de Frank Fernández…
También nos influencian las obras magistrales que han hecho Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, Vicente Feliú y Noel Nicola… Esos pioneros de la Nueva Trova Cubana nos han influenciado durante toda la vida. Escuchamos lo que es para nosotros lo mejor de la música. La moda es efímera, lo que hay que mantener son las raíces y la buena influencia.
¿Posee una sonoridad identificativa la “Original”?
La Orquesta Original de Manzanillo se identifica con su región. Primero, tomamos la cubanía de la orquesta Aragón y de todas las orquestas charangas que nos precedieron y nos identificamos con ellas. Cuando adquirimos nuestra propia personalidad, nos identificamos con nuestra propia región, formamos nuestros propios golpes, sobre todo en el güiro.
El güiro (en nuestra orquesta) es un elemento muy importante. Recuerda que el órgano neumático, instrumento francés que entró por Manzanillo en su forma de gran estructura, conforma toda una agrupación musical con elementos percusivos a su alrededor. El güiro es aquí primordial y nosotros lo adaptamos para la orquesta.
La forma nuestra de tocar el güiro a partir de los finales de los sesenta es única y en parte por eso la orquesta suena manzanilleramente. Cuando comienza un número, la gente se identifica con la “Original”. Están los arreglos, la armonía, la pianística… trabajados de modo singular, así como la forma de decir de los cantantes y las flautas.
La orquesta tiene una sonoridad que indiscutiblemente se liga mucho a la región manzanillera y a todo Oriente, que desde 1976 se fragmentó en las provincias de Guantánamo, Santiago de Cuba, Granma, Las Tunas y Holguín. No olvidemos que allí surgieron el son cubano y el órgano oriental, a la sombra y la luz de la glorieta de Manzanillo.
¿Se exigen condiciones a los nuevos músicos que ingresan a la agrupación?
Hemos cambiado de músicos, aunque es una de las orquestas más estables de Cuba. Aquí el músico que entra tiene que ser integral, no sólo como músico, sino como persona. Debe ser una persona socialmente correcta, que anhele hacer algo por el arte. No queremos mercenarios que cobren por hacer un trabajo técnico.
Queremos gente que se entregue a las alegrías y los sufrimientos del colectivo y se sienta compenetrado con esta orquesta que, por no ser de La Habana, ha tenido que luchar mucho para sonar nacionalmente y después a nivel internacional. Si es un hombre debe ser caballero, y una dama si es mujer, aparte de ser buen músico.
EL SENTIMIENTO DE CARIBEÑIDAD
¿Acogen bien tu música en Europa?
Hemos actuado en varias ocasiones en Europa y pensamos que eso es una dicha. Hemos actuado en España, Francia, Alemania y Holanda. Hay algunos números de la orquesta que se conocen allá, en lugares donde no es frecuente oír la música caribeña. Ha sido una sorpresa, no imaginábamos que este fenómeno estaba sucediendo y nos alegra mucho.
Por ejemplo, en Vigo ya había cinco discos de la orquesta popularizados y se llenó el espacio con personas de Portugal y de España para vernos actuar. En Barcelona y en Madrid, también se llenan los conciertos. Eso es importante, porque nos demuestra que funciona la música que en un principio sólo estaba pensada para Cuba.
En África, un continente que ya visitamos, no sabíamos cómo iba a funcionar el asunto. Algunas cosas no se entendían, pero la música rompió esas barreras y los africanos se pararon a bailar con muchos movimientos. Nuestra forma de hacer música regional, que tiene que ver más con el son de Oriente que con el casino habanero, funciona y puede agradarles a diferentes públicos del mundo.
¿Sostienes una versión de la controversia regional generada en los años ochenta a través de la música entre la pieza de Van Van “La Habana no aguanta más”, y la pieza de la Orquesta Original de Manzanillo: “Soy cubano, soy de Oriente”?
Andábamos de gira por el extranjero en 1985 y cuando llegamos a La Habana había un hit muy grande de Van Van llamado “La Habana no aguanta más”, donde se criticaba a los orientales que residían en la capital. Entonces, Candido Fabré sacó el número “Soy cubano, soy de Oriente”. Lo manejamos como un recurso para que los orientales que vivían en La Habana pudieran defenderse.
Ese estado de opinión es negativo, porque los cubanos podemos vivir en cualquier ciudad de la isla y los regionalismos son peligrosos. La Habana, como todas las capitales del mundo, se estaba llenando de gente de todo el país, no sólo de orientales, pero Oriente es la zona geográficamente mayor de la isla. Fabré, ex -cantante de la orquesta, hizo un número para apoyar a los orientales.
Fue bueno hacer esta pieza que nos llevó a una época socialmente histórica, porque terminamos Van Van y la Orquesta Original de Manzanillo ofreciendo mano a mano en todo el país. Juan Formell no lo tomó como una agresión, porque en nuestra pieza se recordaba que el país es de todos los cubanos y que cada uno elige su sitio. Fue una controversia bonita que finalmente abogó por la unidad.
Dime las ventajas y las desventajas que reviste permanecer en Manzanillo.
Las ventajas consisten que no hemos tenido que alejarnos de nuestras familias, de nuestros recuerdos de infancia, de nuestra primera identidad para hacer música. Las desventajas están en la lejanía. Estamos alejados de los medios nacionales de difusión, de los estudios de grabaciones, y mantener una orquesta como la mía no es fácil.
En Manzanillo, seguimos y hemos transformado la limitación en victoria, porque la orquesta está viva, aunque tengamos que atravesar el país para grabar. Reconforta enormemente, cada vez que uno regresa de una gira, que nuestro pueblo natal nos reciba con respeto y cariño, con los brazos abiertos. Eso compensa el famoso fatalismo geográfico.
¿A qué se debe la inclusión de diferentes géneros musicales caribeños en su disco Se formó el tirijala?
Aunque nos definamos como cubanos, vivimos en el Caribe. Manzanillo se abre en bahía y luego en el Golfo de Guacanayabo. No somos ajenos a Colombia, Puerto Rico, Venezuela, República Dominicana… con sus géneros como el merengue, la bomba, la cumbia, el vallenato, el joropo… Todo eso contribuye a enriquecer nuestro repertorio e incide en el sentimiento de caribeñidad.
Hemos trabajado con esos géneros y hemos fusionado algunos hasta lograr un sonido plurigenérico, que no es salsa. Hemos trabajado también con temas de autores mexicanos, como José Alfredo Jiménez, pero adaptándolos a la sonoridad caribeña. Esas fusiones y experimentos musicales nos han dado resultados, pero siempre en el contexto del Caribe hispánico, con raíces que se remontan a África.
Si te dieran a elegir entre los discos grabados por la orquesta, ¿cuál escogerías?
A mí me dijo un hermano nuestro de la radio cubana que justamente el grabado en Colombia, Se formó el tirijala, es el más integral que ha grabado la orquesta. Si me ponen a escoger, creo que ese es el caribeño ciento por ciento. Reúne una serie de conclusiones de más de treinta años de experiencia, donde se cristaliza una amorosa labor dedicada a los géneros de este rincón del orbe.
LA MÚSICA QUE SALE DEL CORAZÓN VALE LA PENA ESCUCHARLA
¿Cuál es tu opinión sobre el nuevo auge del son montuno a partir del Grammy obtenido por el disco Buena Vista Social Club en 1997 y el “rescate” de los géneros y canciones cubanos?
Ese boom no es casual. Sabemos que hay una onda retro a nivel mundial en estos años. Esto es importante, porque aquí entra la música cubana, independientemente de que Compay Segundo es todo un personaje dentro de la música, igual que el resto de los músicos y cantantes que conformaron el disco Buena Vista Social Club.
La música que se ha hecho después de los años setenta en Cuba también tiene su valor, sus aportes, y, en la medida en que se difunda, tendrá su lugar en la historia como hoy la tienen ese grupo que armaron, entre otros: Elíades Ochoa, Rubén González, Ibrahím Ferrer y Compay Segundo con un son como “Chan Chan”, que ha sido un verdadero éxito.
¿Manejas un concepto de la salsa?
La salsa es algo que a mí me gusta mucho, la que me como con los camarones en Manzanillo o esta salsa verde mexicana o la salsa de chile habanero, que son riquísimas. La salsa es un término comercial para mí y para muchos de los que me han antecedido en opiniones de este tipo. Yo lo que hago es tocar música cubana y música de los países caribeños.
Cada género tiene su nombre: la plena es la plena, la bomba es la bomba, el merengue es el merengue, el joropo es el joropo, la guaracha es la guaracha, el guaguancó es el guaguancó, el son es el son, el chachachá es el chachachá… y al principio, en Estados Unidos, sobre todo, comenzaron a llamarle salsa a cualquiera de estos géneros.
Cuando fuimos a Panamá, dijeron: “Llegó la salsa”, e íbamos a tocar chachachá. La salsa no es un género. Con ella se califica un estilo de música bailable que tiene que ver con la música cubana. En el Caribe, tenemos un complejo de ritmos increíble y a veces es difícil nombrarlos todos. Se usa el nombre de salsa para vender el producto.
Hay otras tesis fundamentadas musicológicamente en el proceso de fusiones de esos géneros, cuyo resultado denominan salsa.
Algunos músicos y estudiosos de la música dicen que la salsa, entendida como mezcla de géneros del Caribe, ha enriquecido el son cubano y es posible que en algunos detalles así sea en cambios en el toque de cencerro, la forma de hacer los arreglos, también tiene evoluciones rítmicas, soluciones armónicas y hallazgos en los fraseos.
Son contribuciones a un complejo rítmico que se llama son cubano, y este son comenzó con un machete rayao, una guitarra o un tres que tocaban los negros esclavos en Oriente. Este son fue evolucionando, se vistió de largo cuando llegó a los salones de La Habana con los conjuntos, y este son es actualmente el núcleo de la salsa.
¿Nombras a los integrantes de tu agrupación?
Miguel Luis Arnesto Prada, nuestro manager, toca el bajo; Luis Enrique Arango Milanés, el güiro; Silvio Solano Martínez, las congas; Rubén Andrés Solano Martínez, el timbal; Arnaldo Celestino Vargas, la flauta, y un amigo tuyo dirige y se encarga de los teclados.
Como violinistas actúan Tomás Cándido Estancio de la Rosa, Antonio Mora Montejo y Froilán Pérez Tamayo; y como cantantes se encuentran Pedro Rivera González, Rogelio Celedonio Mendoza García, Jorge Francisco Ricardo Aguilera, Isidro Hernández Guerra y Nelson Francisco Cabrera López.
¿Qué escucha Pachy?
Escucho de todo, pero todo lo bueno, porque ya he escuchado bastante de lo malo, Agustín, para saber lo que quiero hacer y saber lo que no debo hacer. Yo les digo a mis músicos que oigan de todo para que tengan referencias, no para que imiten. Escucho desde música clásica, jazz y rock hasta la música étnica, los ritmos del Caribe y de Brasil.
Desde luego, tengo mis preferencias y dentro de ellas están en el jazz y la música tradicional cubana en sus distintas versiones. Igualmente oigo a Marc Anthony, que es para mí una joya como cantante, y a gente que está haciendo muy buena música en el mundo, como la canadiense Celine Dion y los tenores Luciano Pavarotti y José Carreras.
La música que sale del corazón vale la pena escucharla, cualquier entrega que se haga con el nivel profesional que todo artista requiere cuando tiene un público delante. Es una lástima que no haya surgido otro cantante de la talla de Benny Moré, al menos yo no conozco a ninguno. Pienso que el artista debe darlo todo a la hora de actuar.