Por: Fabián G. Herrera Manzanilla
La otredad y la identidad, son términos empleados para identificar los rasgos distintivos de un conglomerado social.
Los estudiosos en esos temas, son los encargados de abundar más allá de las fuentes bibliográficas por medio de investigaciones in situ.
Pues es el método más viable para conocer el origen y las raíces de un pueblo, cuya idiosincrasia y otros elementos lo hacen diferente a la de los demás.
Y en ese sentido, tanto mi padre como un servidor, hemos atendido a investigadores interesados en el devenir histórico de Payo Obispo como hasta 1937 se llamó y Ciudad Chetumal, a partir de esa fecha a la capital del Estado Libre y Soberano de Quintana Roo, que por cierto su cumpleaños 125 fue el pasado 5 de Mayo.
Son acuciosos investigadores con interés en saber todo lo relacionado con nuestro proceso de formación histórico, incluyendo la gastronomía, la música y la arquitectura, que marcaron y nos dieron una particularidad respecto de las demás ciudades de la península yucateca.
Pues el surgimiento histórico de esta urbe es muy diferente a la de otras, aquí no se derramó ni una gota de sangre, sólo la Guerra de Castas que inició en Julio de 1847, fue la consecuencia indirecta o directa según se aborde, de su fundación un 5 de Mayo de 1898 a la orilla de la Bahía de Chetumal, al igual que muchas otras poblaciones de nuestro solar quintanarroense, con excepción de Ciudad Cancún, que nace de la nada al igual que nosotros, pero sin historia previa y su identidad por ende no han podido amalgamar a pesar de contar con medio siglo de existencia.
Así y fijando nuestra atención en la nomenclatura de las calles y avenidas citadinas, aquí no se siguió con el mismo patrón peninsular de identificarlas con números, a pesar de que se hizo el intento en 2015 y fue muy criticado en su momento, pues no había justificación alguna, máxime en el Centro Histórico donde las arterias han crecido a la par con la ciudad.
El presente y breve artículo viene a colación, porque hasta donde un servidor tiene conocimiento, no existe un restaurante especializado en la comida caribeña, que los forjadores trajeron consigo al fundar la ciudad tras su regreso del exilio obligado en el lado inglés.
Un establecimiento de alimentos y bebidas, que tenga como menú principal aquellos platillos tan característicos y demandados por muchos capitalinos y visitantes que desean probarlos.
Como es el caso del “Rice and Beans” elaborado con leche de coco rayado y no de lata, con su auténtica “salad” y plátanos fritos que le dan un toque especial al pollo como guarniciones.
El “Seré Pescado” otro platillo caribeño muy popular, junto con los sándwiches de pavo hechos con mantequilla azul, queso de bola rayado y la cebolla aderezada con la receta secreta casera y el pan de la “Invencible” o abarrotes “Lety”.
Y así la lista es larga, sin olvidar, a los “Kibis” con ese sello peculiar que aquí le hemos dado a pesar de ser de origen árabe y las deliciosas tortillas de harina calientitas hechas a mano.
Ojalá se elabore un libro sobre la verdadera cocina tradicional y familiar en Quintana Roo, con platillos tanto propios como peninsulares que hemos adoptado y les hemos agregado más ingredientes para darles un plus a nuestro paladar.
Es una pena que nuestra historia e identidad, sea valorada y estudiada a fondo por otros investigadores tanto nacionales e internacionales, ante el escaso interés por aquilatar y dimensionar ese y otros aspectos únicos en el ámbito local.
Porque somos más que un queso de bola, una lata de mantequilla azul y un queque gastronómicamente hablando, eso lo saben bien muchos descendientes de los fundadores que aún conservan la receta que les heredaron sus padres y abuelos.