Por: Fabián G. Herrera Manzanilla
Fue en 1928, es decir, hace 95 años, que el inmueble destinado a ser el primer templo católico levantado en la histórica Payo Obispo, se entregó formal y legalmente como anexo y “Teatro Escolar Minerva” a la Escuela Primaria “Belisario Domínguez”, en su primera ubicación que lo era la Avenida Othón P. Blanco entre las Calles 16 de Septiembre y Miguel Hidalgo, por medio de un Decreto Publicado en el Diario Oficial, expedido por el Presidente de la República, general Plutarco Elías Calles.
Ya que, debido a la política anticlerical del general Elías Calles, el primer sacerdote que había levantado esa modesta iglesia, tuvo que huir de la ciudad y por ende del país. Y cuando las Misiones Culturales llegaron al otrora Territorio Federal de Quintana Roo, lo habilitaron como un foro escolar, con la gran ayuda de Don Antonino Sangri Micci, quien hizo los excelentes trabajos de carpintería para que fungiera como tal, inaugurándose en Diciembre de 1927.
Todo esto ocasionó que los creyentes en el catolicismo optaran por acudir a la Iglesia de “San Francisco Javier” en Corozal, la cual, por cierto, el Huracán “Janet” destruyó casi en su totalidad en Septiembre de 1955; mientras que otros, esperaban a que los curas vinieran al lado mexicano a realizar los sacramentos y otros oficios religiosos.
Tras el deplorable estado en que la capital se encontraba cuando el general Rafael E. Melgar fue nombrado Gobernador del Territorio en Enero de 1935, una vez restituido éste como enclave federal en el mismo mes y año citado, prácticamente todo tenía que ser realizado de nueva cuenta; lógicamente esto también influyó entre los payobispenses quienes estaban imposibilitados para contribuir a edificar templo católico alguno, por lo que la eucaristía se realizaba en un pequeño edificio habilitado como tal, ubicado en las propiedades de Don José Padrón Zetina. Esta es la razón por la cual, en la administración melgarista, el culto a la religión católica no se retomó y por consiguiente, tampoco fue construido otro templo.
Pero sin duda, el amplio programa de obras y acciones que el general Melgar implementaría a lo largo y ancho de la capital y todo el territorio, influyó para que años más tarde surgiera “La Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús”, justo en su ubicación actual, es decir, donde Francisco Palau, aquel clérigo de origen español, cuyo porte era de estatura mediana, de tez blanca, pelirrubio entrecano, delgado y frisando los sesenta años de edad, había levantado el primero de madera y láminas de zinc.
El general Melgar en Abril de 1935, acordó el traslado a la histórica Payo Obispo por avión, de los albañiles y técnicos que participarían en la construcción de los primeros edificios públicos de mampostería que durante su gobierno serían levantados, debido a que en la ciudad eran muy pocos los habitantes que se dedicaban a la albañilería; recordemos que la arquitectura predominante era la de madera estilo “anglo-caribeño”, que aún se resiste a desaparecer. Uno de los tantos especialistas en esa técnica de construcción, fue Don Arturo Tello Gómez, quien al igual que muchos, ya radicados en la capital, decidieron fincar aquí su porvenir y heredarlo a su estirpe.
Para 1943 el entorno nacional e internacional ya era muy diferente: había estallado la II Guerra Mundial y el general Manuel Ávila Camacho, Presidente de la República, dio una clara muestra de la apertura y flexibilidad religiosa que prevalecería en su sexenio; lo cual, permitió la reaparición de la Fe Católica en Ciudad Chetumal, enviando la Diócesis de Campeche como párroco a Ambrosio Delgadillo, quien recibió de nueva cuenta, el abandonado y muy dañado “Teatro Minerva”, para edificar ahí mismo un nuevo templo.
La primera piedra fue colocada en Marzo de 1943 y la obra contó con la total aprobación de la grey católica capitalina, que estaba entusiasmada por tan importante acontecimiento; grandes kermeses eran organizadas en el desparecido “Hotel Los Cocos” con la finalidad de allegarse a fondos económicos destinados a la construcción de la iglesia, que ahora lo sería de mampostería.
A los tres años de haberse iniciado su construcción, el Sacerdote José de Jesús Moreno continuó con el proyecto, concluyéndose los muros en 1950. Y en 1953, el Cura Sebastián Peniche pudo construir todo el techo del templo y el Padre Humberto Mugarte Chan, de 1953 a 1955 coloca el piso y un anexo a lo que denominan “Casa Cural”.
Gracias al sólido e innovador diseño utilizado en la construcción de la iglesia, dirigido por el ingeniero Enrique Sánchez Medina, quien eligió una fachada tipo colonial similar a la de todas aquellas iglesias existentes en el país con una antigüedad mayor a la nuestra, resistió la furia del Huracán “Janet” en 1955.
Sería durante el gobierno del ingeniero Aarón Merino Fernández, que al fin pudo concretarse el proyecto original de la “Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús”, misma que en Diciembre de 1959 fue consagrada por S.I.M. Alberto Mendoza y Bedolla, Obispo de Campeche; el ingeniero Merino Fernández indubitablemente contribuyó en mucho a que Ciudad Chetumal, la capital quintanarroense, contará con una iglesia, adornada con hermosos vitrales en su interior y una decoración imponente.
Pero desafortunadamente al convertirnos en una Entidad Libre y Soberana, ésta tampoco escapó a la inmoderada ola de modernidad: a mediados de 1978, toda la fachada empezó a ser cambiada en un santiamén y se prolongó su entrada principal, colocándose una cruz en el costado derecho de aproximadamente cuatro metros de altura y una solitaria torre, en vez de las dos que originalmente tuvo.
En 2004, a capricho y por comodidad del prelado en turno, la Sede del Obispo fue cambiada ignorando por completo parte de esta historia de la capital y la de su comunidad católica, que constituyen aspectos obligados a considerar, tal y como en 1970, el Papa Pablo VI lo hiciera al crear la “Prelatura de Chetumal”, ahora llamada “Prelatura Cancún-Chetumal”.
Así fue como varios edificios y espacios públicos empezaron a desaparecer y a ser modificados aquí, restándole mucho a ese encanto y magia provinciana que a pesar de todo aún conservamos y debemos cuidar y velar porque la modernidad respete lo poco que nos queda en la actualidad.