VASCONCELOS INAUGURA CENSURA DEL ARTE QUE CONTINÚAN LOS SUCESIVOS GOBIERNOS
(Los dos siguientes capítulos estarán dedicados a recordar la censura de distintos presidentes de México contra algunas obras de arte)
Por Manuel Enríquez
VII Parte
Eran aproximadamente las nueve de la mañana, había un sol que no permitía el frío y que brillaba sólo lo necesario para mantener la mañana fresca, sin calor, en el jardín de la finca del rancho “Palmira” en Jiquilpan de Juárez. No era cualquier lugar, era el mismo donde se decidieron asuntos fundamentales para México como la expulsión del país de Plutarco Elías Calles y las bases para la expropiación petrolera.
Estaba en el jardín, sentado en una cómoda silla en torno a una mesita fabricada con hierro forjado y cuyo centro lucía las alas abiertas de un águila real tallada en mármol.
Imaginar la imagen: vestido con impecable traje y zapatos detalladamente lustrados en esa rica mañana de sábado en el jardín.
Ahí y así, el entonces presidente de México, Lázaro Cárdenas del Río, tomaba café, café de Huatusco que no faltaba en el rancho “Tinguindín” -que significa centro de adoración-, así se llamaba antes de ser Palmira.
Ya había leído, tranquilo, los periódicos más importantes del país de la época y en ese momento estaba abriendo decenas de cartas que sus ayudantes le habían puesto sobre la mesa.
Rodeado de naturaleza sonorizada con suave canto de diversas aves diversas que se posaban y desposaban en guayabos, árboles de naranjas y mandarinas, Cárdenas tomó uno de los tantos sobres, lo abrió, extrajo el mensaje escrito en máquina Remington, lo leyó en un minuto y entonces de inmediato cambió de ánimo, furioso pero sereno: era un telegrama.
Un telegrama firmado por Diego Rivera:
Señor presidente, usted es un represor de la libertad de expresión y de las garantías individuales, es usted responsable de un Estado autoritario, comete un atentado de “lesa ciudadanía’.
Palabras más, palabras menos, bastaron unos cuántos párrafos para que desde temprana hora Cárdenas quedará desencajado.
Diego Rivera, desde el Distrito Federal le había enviado al presidente de México ese telegrama hasta su casa de “descanso” en Michoacán. Fecha: 10 de noviembre de 1938.
El mismo artista consideró que por el contenido de dicha misiva, perdería la amistad de Lázaro Cárdenas y también del general Francisco J. Mújica, brazo derecho del Presidente, a quién también le había enviado el telegrama en los mismos términos.
¿Por qué lo hizo Diego?
Porque Cárdenas ordenó mutilar un mural.
De esa forma, se refrendaba la política institucional de censura inaugurada desde 1921 por José Vasconcelos.
Alma Barbosa Sánchez, historiadora de arte de la UAM, rememora ese cuadro:
“En 1936, Lázaro Cárdenas censuró el mural de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (Leopoldo Méndez, Pablo O’ Higgins, Alfredo Zalce, Fernando Gamboa) realizado para el Sindicato de Trabajadores Gráficos de la Nación, por la representación de la figura del líder obrero Luis N. Morones, que como “símbolo de la corrupción preocupó seriamente al presidente Lázaro Cárdenas, quién mandó borrar está sección del mural” ( Ver “El poder de consagración en el campo del arte mexicano”, p.p. 75-76, Biblioteca Iberoamericana de Pensamiento, edición 2022).
(Las imágenes corresponden al mural mutilado).