EN DOS (reflexivas) PATADAS:
Al final quedó claro que no se gana con porras, marchas ni grupos de red social. Cuando vas a una elección contra toda la fuerza del Estado, no te puedes permitir un error, por mínimo que parezca; debes tener cubiertos todos los frentes, plantearte el peor escenario en todo momento y aprender de ello, y no olvidar la lección más básica e importante de la “democracia a la mexicana”, es decir, que sin estructura no eres nada, no puedes aspirar a mucho.
Lidia Rojas ganó la capital, creo que sin duda alguna, pero perdió la elección en el campo, en esa zona rural quintanarroense o de cualquier lugar de México, que acostumbra votar por siglas y colores sea quién sea que los represente. Ahí no importa el o la candidata, ni su historia, ni sus triunfos ni sus fracasos, porque al final el voto se concede a quien piensan que les ha cambiado la vida, más allá del debate subjetivo sobre los apoyos sociales, y desde luego otorgan ese voto sin importar que el objeto de sus amores electorales no aparezca en la boleta, basta con que estén sus siglas.
Lidia Rojas ganó la capital claramente porque su estructura citadina, bastante sólida por cierto, estuvo basada en partidarios, amistades y familiares que conocen y entienden la ciudad, que pueden vigilarla por todas partes, y son capaces de conectar entre sí y jalar el voto de sus propios amigos y vecinos. Y perdió el campo por las causas contrarias, entre las cuales sólo hay una fundamental, y es la carencia de una estructura que estuviera ahí, vigilante, celosa, acompañando las casillas en todo momento, estorbando cualquier intento de manipulación, evitando que algunos paquetes electorales llegaran evidentemente abiertos, manipulados, como finalmente llegaron.
Ahora hablarán de bloqueos internos, de celos partidistas, de ausencias notorias y de la mar y sus pescaditos, más el consabido tema de la elección de estado que bien sabían que estaba ahí y que sería el factor más importante, el enemigo a vencer, y si ahora resulta que no estaban preparados para eso, entonces resulta que tampoco estaban preparados para ganar.
Cuando compites contra las candidaturas oficiales, compites contra el Estado; y esa es una verdad tan básica y elemental como los palotes del jardín de niños, y no se entiende cómo se puede pensar otra cosa; de modo que te preparas fuertemente para ello y te armas a conciencia para una batalla de esas dimensiones… o bien, te rindes y ya.
Entramos a éste proceso con autoridades electorales locales poco confiables, que ya andaban enseñando el cobre desde las prolongadas precampañas, y cuando subes al ring sabiendo que los árbitros juegan con el campeón, subes a noquear contundentemente, porque sabes que no puedes llegar a la decisión porque esta está perdida desde el principio, y no habrá recurso después que puedas esgrimir con certeza, para revertir el conteo de los jueces.
Al final pesó la idea equívoca de que con ganar la capital todo estaba resuelto, y el campo othonense les brincó a la cara pisando fuerte y estropeando la fiesta que ya habían armado los naranjas olvidándose de ellos, de esa zona tan importante que representa el voto duro de MORENA desde hace tanto rato, que no es posible pensar que nadie pensó en ello, que nadie lo supo de antemano.
Errores básicos, impensables, imperdonables cuando juegas contra el Estado, y ahora sólo cabe esperar que haya lugar para la autocrítica y para aprender algo de ello, porque para la crítica no ha habido mucho espacio, por cierto.
Hablamos de una mujer valiente, que enfrentó al Estado, que jugó contra todos los pronósticos y todas esas cosas que son moralmente reconfortantes, pero al final queda la sensación de un equipo que luchó ferozmente para arrancar una derrota absurda, de las mismísimas garras de la victoria que estaba a la vista. Es casi una repetición de lo que pasó en la elección federal, aunque claro, en aquella la derrota fue demoledora y tan amplia, que no hay argumentos válidos para rescatar nada.
Elección de estado, contra estructura frágil e insuficiente; seguridades basadas en el autoengaño, contra los dueños de todas las canicas y de todas las certezas; un equipo que anticipó la victoria pensando sólo en la ciudad, contra una movilización social, política y económica eficiente en la zona rural, donde todo pudo haber pasado con esas urnas, y quiero decir, todo… ¿qué podía salir mal?
Las y los paladines no ganan las elecciones sólo por su fuerza y valentía, sino por la seriedad con que la abordan, por su preparación y su capacidad de anticiparse a todo, hasta a lo impensable, porque sin eso, después sólo queda la soledad de la derrota y la frustración de ver a los partidarios de ayer, convertirse pronto en los acompañantes del triunfador, porque al final la elección ya terminó y ahora hay que ver por uno mismo, ni modo, es así y es natural.
Todo mundo tenemos mucho que aprender de éste proceso electoral, sólo falta que seamos capaces de hacerlo.