Por: Jorge A. Martínez Lugo
• Por primera vez en la historia moderna, la candidata presidencial no rompe con su predecesor, sino ofrece consolidar el proyecto de nación comenzado en 2018.
• Su opositora, no ofrece un proyecto o no quiere hacerlo explícito; sus patrocinadores la respaldan con guerra sucia.
Durante décadas el viejo régimen cumplía un rito que consistía en que el nuevo candidato a la Presidencia de México y seguro futuro presidente, hacía campaña en contra de su antecesor y éste guardaba silencio cómplice y terminando se iba a su casa o al extranjero y su vida política se terminaba. Cada seis años la esperanza se “renovaba”.
Pero Claudia Sheinbaum es la primera candidata que enarbola la continuidad, no la ruptura. Éste sería el cambio significativo en una panorámica histórica de las sucesiones en México.
Una candidata presidencial -además primera mujer-, que no rompe con el anterior presidente, sino que su bandera es precisamente la continuidad; consolidar la cuarta transformación, un modelo contrapuesto al neoliberal, impuesto a México desde el exterior, a partir de las recetas económicas del Consenso de Washington de 1989.
Esos lineamientos, cumplidos al pie de la letra por una generación de neo políticos mexicanos, formados en universidades de Estados Unidos e Inglaterra, con la sangre fría para poner en marcha medidas para entregar la soberanía y el patrimonio nacional a empresas transnacionales, que luego los reclutan como sus empleados.
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Un modelo implementado en todo el mundo occidental, con el mismo perfil de gobernantes jóvenes sin escrúpulos, incluyendo a los países desarrollados, que igual han sufrido este despojo global, teniendo como beneficiarios a Estados Unidos e Inglaterra, principalmente, y en segundo término a Alemania y Francia. Los demás países, pobres y ricos, han sufrido por igual el mismo modelo; más que países, son mega empresas globales las que gobiernan.
Así, hoy vemos un escenario inédito en noventa años; una candidata en campaña con la bandera de construir el segundo piso de la transformación iniciada en 2018 y haciendo explícito su proyecto de nación.
Este es el cambio histórico. El presidente saliente ha sido muy audaz en hacer explícito la existencia de dos proyectos de nación. No como en el caso del modelo neoliberal, que no tenía nombre; no era necesario, porque las ideologías habían muerto con la caída del Muro de Berlín.
Sólo se hablaba de crecimiento y que México estaba rumbo al “primer mundo”, como ofrecía Carlos Salinas antes del “error de diciembre” de 1994. Este tipo de errores son parte de ese modelo usurero; cada determinado tiempo habían “errores” con los que iban saqueando las riquezas nacionales.
La ciudadanía lo tiene claro, el presidente AMLO ha gobernado en “tiempo real” desde las mañaneras, hablando con la gente de las cosas que antes eran mito y solo se hablaba en círculos cerrados de élite. Ha logrado romper el cerco mediático al servicio de ese modelo neoliberal.
Con toda naturalidad, le pone nombre a las cosas y describe la forma de actuar de los focos de corrupción en los que se sostiene el modelo neoliberal. Con poderes judiciales secuestrados para dar golpes de Estado blandos junto con los grandes medios de comunicación y aparatos electorales controlados por grupos de poder.
Esta desnudez del modelo neoliberal, los tiene sin argumentos, a reserva que quieran asumir un discurso tipo Milei, el presidente argentino que cree en ese proyecto y lo enarbola y pretende aplicarlo sin complejos, pero el país se le está incendiando.
En México, la derecha mexicana no se atreve a hacerlo explícito, al menos hasta ahora. Al contrario, la candidata de la derecha, Xochitl Gálvez, firmó con su propia sangre -literal-, su promesa de no desaparecer los programas sociales, que son uno de los blancos que critican sus patrocinadores; un posicionamiento desesperado. La campaña es joven y tendremos tiempo de observar hasta dónde va a describir su proyecto de nación.
Ante la falta de argumentos, usan la táctica de odio; está muy repetido que no tienen un proyecto de nación (o no lo quieren hacer explícito) y su campaña se basa en la guerra sucia contra las figuras de AMLO y de Sheinbaum.
México sigue transitando en un cambio comenzado en 2018 y su profundidad histórica aún no la conocemos. Usted tiene la última palabra.