Por: Deisy Milena Sorzano[1]
Colombia, un territorio demarcado por el conflicto social, la desigualdad, la crisis de legitimidad del Estado, la estructura socio-económica excluyente, la distribución inequitativa de la tierra, cuestión que junto al problema agrario se erigen como causas primarias de las problemáticas, entre otras características negativas y permanentes, ha sido testigo en semanas anteriores de la primera elección presidencial, donde un candidato de izquierda, por primera vez en su historia, fue el ganador. En el pasado 07 de agosto, día conmemorativo en que los datos hacen recordar la batalla de Boyacá, momento fundacional del espacio en el año 1819, y de desarrollo de una de las confrontaciones más importantes de la guerra de independencia del país, por la constitución de la llamada Gran Colombia y relevancia libertadora, se dio la posesión de Gustavo Petro político y economista de 62 años de edad, quien en su juventud militó en el llamado movimiento guerrillero urbano M-19, desmovilizándose en el año 1990, en donde la Cámara de Representantes del siguiente año apertura a su vida política social-demócrata, consecuente al Senado de la República, y la Alcaldía de la ciudad de Bogotá. Después a dos candidaturas presidenciales, llega al poder, convirtiéndose también en el candidato con mayor número de votos.
¿Qué se espera ahora?
Después de la reñida contienda electoral, el territorio del realismo mágico se llena de expectativa por una parte, mientras el escepticismo opositor está presente en otra. Lejos de demagogia, el gabinete se muestra esperanzador, donde María Isabel Urrutia, Irene Vélez, Gloria Inés Ramírez, Alfonso Prada, José Antonio Ocampo, Álvaro Leyva Durán, Cecilia López, Patricia Ariza, Carolina Corcho, Susana Muhamad, Alejandro Gaviria, Iván Vásquez son algunos de los nombres, y deja entrever una amplia participación de las mujeres (Ministerio de minas, trabajo, deporte, salud, agricultura y medioambiente son ejemplos), junto a la experiencia de cada persona en sus respectivas áreas.
Empero, uno de los retos de mayor consideración, es la construcción de paz… Una paz de la que los cuatro años anteriores no fue prioridad y que se fue desgastando, olvidando y traspalando con el paso del periodo presidencial. Después de más de sesenta años de conflicto, la firma del acuerdo para la Terminación Definitiva del Conflicto, el 24 de noviembre del 2016, entre el Estado y las antiguas FARC, fue un logro innegable que se desdibujó: los asesinatos a defensores de derechos humanos como indígenas, operativos contra disidentes de las FARC, militares desplegados, refuerzos enviados, y rearmes fueron una cotidianidad en el gobierno que recientemente finalizó.
“La guerra no es para hacer poesía, ni para hacer canciones… La guerra es la negación del ser humano, es poner todos los esfuerzos y todas las capacidades que tiene el ser, que ha logrado desenvolver en su historia al servicio del exterminio, es sentarse a pensar todos los días cómo elimina a sus enemigos, el hecho concreto de la guerra es horrible” como lo mencionan los propios ex combatientes…En concordancia, “Paz es que alguien como yo pueda ser presidente o que alguien como Francia pueda ser vicepresidenta” cómo el propio Gustavo Petro, ahora presidente lo afirmó.
Ya se ha entendido el contexto que hizo posible la permanencia de una larga confrontación y una larga lista de bienes sociales le son adeudados a la población… ¡Qué la PAZ TOTAL, sea la protagonista y la realidad de su mandato!
[1] Economista colombiana, doctora en Estudios del Desarrollo Global, maestra en ciencias sociales aplicadas a los estudios regionales, UQROO
Docente, investigador en Cetys Universidad.