A partir de este martes, académicos e intelectuales, a invitación de NOTICARIBE PENINSULAR, analizarán la Guerra de Castas como antecedente fundamental para la creación del estado de Quintana Roo.
Con este ejercicio, se busca excavar en lo profundo de la historia para entender lo que es Quintana Roo a 50 años de ser convertido en estado libre y soberano.
Y, todos los caminos parecen llevar a la Guerra de Castas.
Empezamos con el periodista JORGE GONZÁLEZ DURÁN, con el artículo “La Guerra Inconclusa de los Macehuales”
LA GUERRA INCONCLUSA DE LOS MACEHUALES
Por Jorge González Durán
En Noh Cah Santa Cruz Balam Nah –Chan Santa Cruz– fundada el quince de octubre de 1850, surgió el primer estado independiente de los mayas.
Bajo la conducción militar y política de Cecilio Chí y Jacinto Pat, los mayas iniciaron el 30 de julio de 1847 una guerra de liberación que incendió a toda la península de Yucatán. Un régimen colonial de tres siglos que pesaba sobre sus espaldas se cimbró hasta sus cimientos.
Las dos terceras partes de las poblaciones yucatecas resintieron los efectos de los combates. Se calcula que aproximadamente 250 mil personas murieron a causa de la guerra. Después de dos años de guerra, las tropas del gobierno yucateco recuperaron el control de casi toda la península.
Sin embargo, los mayas que no se rindieron, se replegaron a la zona sudoriental de la Península y fundaron Chan Santa Cruz el 15 de octubre de 1850 convocados por tres pequeñas cruces grabadas en la corteza de un árbol de chico-zapote en la orilla de un cenote. Chan Santa Cruz se convirtió en la capital y santuario de los mayas rebeldes. Actualmente es la ciudad Felipe Carrillo Puerto, cabecera del municipio del mismo nombre, ubicado en el centro geográfico y espiritual de Quintana Roo.
Durante poco más de medio siglo, de 1850 a 1901, los mayas mantuvieron en Chan Santa Cruz un gobierno autónomo, y allí, en ese territorio sudoriental de la Península de Yucatán, la cultura maya tuvo un renacer. La lengua maya adquirió nuevo brillo, el culto a la cruz parlante fue el soporte de una resistencia que esculpió una identidad que ha sobrevivido a los naufragios del tiempo; tuvieron un ejército con una férrea disciplina y con una mística basada en la convicción de ser un pueblo elegido por las antiguas profecías para recuperar la grandeza maya destrozada por la conquista, gobernaban un amplio territorio y tuvieron sus propias relaciones comerciales con Inglaterra a través de Belice.
En la primavera de 1849, en Chanchén, cayo asesinado el comandante Cecilio Chí. Fue enterrado en Tepich, por ser el lugar de su nacimiento y la cuna de la rebelión. En septiembre del mismo año, fue abatido Jacinto Pat, en un paraje llamado Holchén, cerca de Bacalar.
Poco antes de su muerte, Jacinto Pat solicitó la mediación del gobierno inglés para poner fin a las hostilidades. Previa aceptación de las autoridades mexicanas, el 22 de noviembre de 1849 se celebraron las negociaciones en la bahía de la Ascención. Venancio Pec encabezaba la delegación de los rebeldes, y por los ingleses asistió el coronel Francourt, superintendente de Belice. Por primera vez en el transcurso de la guerra los mayas expusieron con claridad sus objetivos: no deseaban volver a pertenecer al Estado de Yucatán; aspiraban a formar un gobierno independiente y exigían una parte de la península “tirándose una línea entre Bacalar, hacia el Norte, hasta el Golfo de México, y quedar libres del pago de contribuciones del gobierno del Estado. Añadieron que por su parte no harían objeción ninguna a que los blancos residiesen dentro del territorio que pretendían obtener; pero que nunca consentirían en que éstos ejerciesen autoridad en el lugar en que residieran (2)”.
El gobierno se negó terminantemente a aceptar los planteamientos de los mayas; éstos por su parte, rechazaron los ofrecimientos de amnistía y se negaron a negociar .
Para entonces el escenario principal de la lucha ya se había trasladado a la región central del actual Estado de Quintana Roo, donde se encuentra el municipio de Felipe Carrillo Puerto. Al frente de los rebeldes estaban: Venancio Pec, Florentino Chan, José María Barrera, Crescencio Poot y Bonifacio Novelo.
En 1858 el aspecto de Chan Santa Cruz ya tenia una iglesia de mampostería de 30 metros de largo y 18 de ancho y doce de altura. Era el Balam Nah: la casa oculta, como lo traduce el eminente mayista don Alfredo Barrera Vásquez. El edificio tiene cinco contrafuertes en cada lado, con una bóveda de concreto. Es una iglesia que lleva el sello austero y sobrio de sus constructores.
Chan Santa Cruz era para los rebeldes Noh Cah Santa Cruz Balam Nah: el pueblo grande de la Santísima en la casa de los sacerdotes, en la casa oculta, en la casa del misterio.
La frontera con la zona controlada por los rebeldes quedó deshabitada por completo: pueblos solitarios y en ruinas rodeaban el territorio dominado por los mayas. Ichmul, Saban, Sacalaca, Tihosuco y Xcabil eran sólo casas derruidas, iglesias incendiadas. Los indígenas habían rechazado todas las incursiones de los blancos.
En 1884 el Nohoch Tat Crescencio Poot se mostró dispuesto a efectuar negociaciones con el gobierno de Yucatán para concertar la paz. Pero el tratado firmado en Belice por delegados de Chan Canta Cruz y funcionarios yucatecos el 11 de enero de 1884 no surtió ningún efecto, porque fue rechazado por los indígenas. En 1885 Aniceto Dzul derrocó a Crescencio Poot, y se convirtió en nuevo Tatich. El poder de la Cruz estaba a punto de resquebrajarse; en algunos dirigentes había sombras de incertidumbre. Aniceto Dzul vivía en San Pedro, su pueblo, y el general Román Pec permanecía en Chunox.
En Tulum una sacerdotisa, María Huicab, promovía el culto a una nueva cruz. Desde Tulúm, María Huicab ejerció una poderosa influencia para fortalecer el culto a la Cruz y para mantener la resistencia armada.
Aniceto Dzul solicitó en 1887 la protección británica, pero su propuesta fue rechazada. A la muerte de este jefe, le sucedió Ramón Pec en el cargo. En un sermón de 1887 la Cruz recomendada no caer en la tentación de mezclarse con el odiado enemigo. Que ella nunca los abandonaría, que no serían derrotados. Ordenó 50 azotes para los titubeantes y fueron fusilados algunos jefes que presuntamente estaban en contacto con el gobierno para arreglar la paz.
Los invictos recordaban la palabra de la Santísima: “El enemigo nunca ganará, solamente las cruces podrán ganar, por esta razón mis amados hijos, nunca abandonaré a ustedes al enemigo; yo mismo les acompañaré”.
Porfirio Díaz asumió directamente el mando de las operaciones para dominar a los insurrectos de Noh Cah Santa Cruz Balam Nah. En marzo de 1887 envío al general Octavio Rosado, uno de los militares de su mayor confianza, a explorar la costa oriental de la península. El informe que el general Rosado le envío al dictador es por demás elocuente:
“Los elementos en general de los indios sustraídos a la obediencia del Gobierno se pueden precisar de un modo casi absolutamente exacto. Tres zonas hay en el campo rebeldes y son por orden Chan Santa Cruz, Tulum y Bacalar, comprendiendo una población de 14,000 a 16,000 habitantes, de los cuales pueden ponerse en pie de guerra de cinco a seis mil hombres, no todos armados, siendo el armamento de percusión y antiguo sistema inglés, contando con pocas municiones y no de la mejor calidad pues de las destinadas a la caza son de las que se proveen”.
EN BUSCA DEL TESORO FORESTAL
El general Rosado descubrió “los tesoros” del oriente de la península y despertó la ambición de don Porfirio y de sus amigos:
“Pude observar la riqueza y feracidad de la Costa Este de Yucatán, en donde se encuentran bosques que por su naturaleza ofrecen ancho campo a la industria y a la explotación, pudiéndose decir que allí hay tesoros que pueden recogerse fácilmente con sólo explotar el miraguano (Ceiba pentandra) y las maderas preciosas que son abundantísimas”.
Dos años después de este informe encargado personalmente por el presidente Díaz, el 28 de octubre de 1889 la secretaría de Fomento le otorgó a Faustino Martínez 241 mil hectáreas para explotaciones agrícolas y forestales. Martínez creó, en 1896, la Compañía Colonizadora de la Costa Oriental de Yucatán para deslindar 723 mil hectáreas, prácticamente casi todo el norte de lo que hoy es el estado de Quintana Roo.
El 8 de julio de 1893 se firmó el Tratado Mariscal-Spencer, que fijó los limites entre nuestro país y la colonia inglesa de Belice. El articulo segundo de dicho documento prohibió el comercio de armas con los mayas rebeldes: “La República Mexicana y Su Majestad Británica con el fin de facilitar la pacificación de las tribus indias que viven cerca de las fronteras de México y Honduras Británica, y para prevenir cualquiera futura insurrección entre las mismas, convienen en prohibir de una manera eficaz a sus ciudadanos o súbditos y a los habitantes de sus respectivos dominios, el que proporcionen armas o municiones a esas tribus indias”.
En 1895 el presidente Porfirio Díaz le encargo a Manuel José Sierra Méndez la investigación y la elaboración de varios proyectos relativos al futuro de la región oriental peninsular. Sierra Méndez le plantea a Porfirio Díaz la conveniencia de crear un territorio federal.
El tratado de limites era el primer paso para cercar a los rebeldes, cortándoles los suministros de armas. En 1895 el general Felipe Yamá se convirtió en Nohoch Tat.
El gobierno federal y el Estado de Yucatán reunieron recursos para iniciar una nueva expedición para ocupar Chan Santa Cruz. Con este propósito el general Lorenzo García, jefe de la zona militar de Yucatán, al mando de dos batallones y tres compañías de guardias nacionales, comenzó a avanzar en 1895, pero sólo pudo llegar a Dzonotchel. En un año recorrió 20 kilómetros después de Peto, que en ese entonces era la última ciudad del Sur dominada por el gobierno. Esta tentativa de penetrar al territorio rebelde se suspendió temporalmente en 1896.
En Chan Santa Cruz los indígenas se preparaban para resistir, pero había un aire perturbaros El presidente de la Cámara de Diputados de Yucatán, al contestar el informe del Gobernador el 1º de enero de 1898, dijo:
“La guerra que piensa iniciarse de nuevo contra los indios sublevados que ocupan la parte más rica de la Península de Yucatán y que hace cincuenta años están sustraídos por completo de nuestras leyes benéficas y de nuestras autoridades establecidas; que destruyeron e incendiaron las dos terceras partes de nuestras poblaciones rústicas y urbanas y que asesinaron cruelmente a sus habitantes, es en las actuales circunstancias el punto mas culminante de todos los asuntos públicos que se presentan a nuestra sociedad. (10).
El año de 1898 se reinició la campaña contra los mayas. En marzo llegó el coronel Juvencio Robles – que años más tarde combatiría a los zapatistas en Morelos-. Con cientos de soldados y obreros para abrir caminos y construir barricadas.
Entre los jefes indígenas ya se había debilitado el poder central del Tatich; divididos por rivalidades internas, diezmados por epidemias, con armamentos insuficientes y anticuados, se preparaban para resistir. Felipe May ascendió a general de playa en 1899.
El general José María de la Vega ya había desembarcado sus tropas en la costa oriental de la Península. Construyó el campamento “general Vega” en la Bahía de la Ascención, se fortificó en el puerto de Xcalak e inicio la apertura del canal Zaragoza.
Asimismo, para vigilar el cumplimiento del Tratado de 1893 y para evitar el contrabando de maderas preciosas a través del Rio Hondo, el Gobierno Federal ordenó construir el pontón Chetumal, cuyo comandante era el oficial Othón P. Blanco. El 22 de enero de 1898 ancló en la Bahía de Chetumal. El cinco de mayo de ese mismo año se fundó Payo Obispo, que años mas tarde se transformo en la ciudad de Chetumal, capital del Estado de Quintana Roo. Othón P. Blanco recorrió el Rio Hondo, llegó hasta la aldea de Icaiché y después, disfrazado de comerciante, inspeccionó la laguna de Bacalar, tomando nota de todo y levantando planos. Pudo palpar las débiles defensas de los indios. Todos se estaban concentrando en Chan Santa Cruz, preparándose a defender –por última vez- su capital y su santuario. En octubre de 1899 el general Ignacio Bravo se hizo cargo de la campaña para conquistar el territorio de los rebeldes.
Ignacio Bravo, de setenta años, muy cercano al presidente Díaz, venía con la intención de poner fin a una guerra que ya llevaba más de cincuenta años. Tenía a su mando cuatro batallones federales –el 1º, 6º, 22º y 28º – y varias compañías de guardias nacionales. Construyó fortificaciones en Ichmul, Balché y Okop –Yokop le llaman a los indígenas de la región- . Los zapadores fueron avanzando trabajosamente a través de la tupida selva. El objetivo era abrir un camino de Peto a Chan Santa Cruz, por donde se pudiese extender una vía férrea hasta este último lugar con el proyecto de prolongarla hasta el mar Caribe.
Las fuerzas federales utilizaban modernas piezas de artillería de tiro rápido y otros pertrechos de guerra comprados especialmente en Europa. El general Bravo, que en 1913 sería derrotado en Torreón por Francisco Villa, tenía como subordinados al entonces capitán Aureliano Blanquet, quien ocuparía el Ministerio de Guerra durante el gobierno Victoriano Huerta, que también estuvo a las órdenes del general Bravo en la campaña para ocupar Chan Santa cruz.
El ejército maya –cuyo número se había reducido a mil quinientos aproximadamente- tendían emboscadas a las tropas federales y por todos los medios trataban de cerrarle el paso. Bravo avanzó de Okop a Santa María, y después de sostener dos combates sus tropas llegaron a Hobompich, incendiando el poblado y asesinando a mujeres, ancianos y niños que no pudieron escapar. Detrás de sus barricadas, que eran implacablemente desmoronadas por el tupido fuego de la artillería enemiga, los indígenas intentaban hacerlos retroceder, detenerlos, obstaculizarlos.
Después de Hobompich, los expedicionarios se posesionaron de Tabi. De allí a Nohpop –un tramo de 17 kilómetros- se registraron 22 encuentros, los más sangrientos de la campaña.
En la penumbra de la iglesia de Noh Cah Santa Cruz Balam Nah agonizaba el último eco de las plegarias cuando dieron la orden de abandonar la ciudad sagrada
Era un mundo desamparado en busca de refugio para sus cruces.
El tres de mayo de 1901 los soldados federales penetraron en el legendario recinto sagrado de los mayas. Pero sólo encontraron una ciudad vacía y silenciosa.
Con desfiles, fiestas y misas celebraron en Mérida la ocupación militar de Chan Santa Cruz, y el general Bravo, recibió condecoraciones, fue declarado “ciudadano yucateco” y Chan Santa Cruz en adelante se llamaría : Santa Cruz de Bravo.
El 31 de marzo de ese mismo año el contraalmirante Ángel Ortiz Monasterio se había posesionado de Bacalar sin hacer un solo disparo; también estaba abandonado. A partir de entonces este poblado se llamó Bacalar de Cetina. El último general de plaza, Felipe May, fue asesinado en abril de 1901, por pretender negociar con las fuerzas expedicionarias. Y mientras el gobernador de Yucatán, Gral. Francisco Cantón, hacía una visita en Chan Santa Cruz para condecorar a Bravo, los mayas se escondían en la selva con sus cruces. Unos se dirigieron a Chumpón y otros a Yokdzonot Guardia, Xcacal y Chan Cah.
El 23 de septiembre de 1901 Bernardo Reyes, secretario de guerra y marina por instrucciones del Presidente Porfirio Díaz, presentó al secretario de gobernación, el proyecto para crear un territorio federal en la parte sudoriental de la península de Yucatán.
El 24 de noviembre de 1902 de creó el Territorio Federal de Quintana Roo, que el 8 de octubre de 1974 se convertiría en Estado Libre y Soberano.
Del 15 de Octubre de 185 al 3 de mayo de 1901, Noh Cah Santa Cruz Balam Nah -Chan-Santa Cruz- fue la capital del único estado independiente indígena que existió en nuestro continente por tanto tiempo. Es una utopía que renace en la memoria del tiempo.
Quintana Roo, para decirlo con unas cuantas palabras, no existiría sin la lucha que sostuvieron los mayas por medio siglo en defensa de su autonomía.