Por Fidel Villanueva Madrid *
De entrada debo decir, que la Cruz de la Bahía es un símbolo religioso, cierto, pero no sólo con ese fin la colocamos bajo el transparente mar del Arrecife Los Manchones el 17 de agosto del año de 1994.
Eran esos días en que a Ramón Bravo Prieto no lo calentaba el sol, pues muy molesto andaba al ver como día y noche nuestros arrecifes estaban siendo destruidos por el turismo de masas.
“Necesitamos un distractor para los buzos, –propuso en varios foros- una Cruz, como el Cristo de Cozumel. Eso es. Vamos a proyectarlo y a promoverlo hasta en Cancún, porque ni a los náuticos vecinos les conviene que desaparezca el arrecife.
Hay que decir que, si el buceo diurno sin control es destructivo, el nocturno de plano es un grave atentado al hábitat submarino. Y eso Bravo Prieto lo salía a contemplar impotente por las noches, desde la playa de “Villa Sirenia,” tan a tiro de piedra de “Los Manchones”, donde a la actividad nocturna la delataban los haces de luz, y en noches de calma, los gritos y la música de los “arriesgados turistas buzos” a los que nadie les decía que no se debe molestar a los arrecifes y sus componentes durante las noches.
Los prestadores de servicios de la isla compartían las inquietudes de Ramón. Destaco entre ellos a Rogelio Magaña Castro, Jorge Luis Cárdenas Bazán, Crisanto Pastrana, Manuel “Nika Cárdenas Magaña, Salvador Vidal Monterrey, Gustavo Rodríguez Orozco, Jesús Garrido Díaz, Enrique Lima Zuno y quien escribe. Ofrezco disculpas si algún nombre no aparece, pues cito de memoria. En realidad, trato de destacar a quienes le pusimos dinero al proyecto.
Cito ahora el nombre de un célebre isleño, quien tánto significó para que la Cruz de la Bahía siga siendo realidad.
Raúl Magaña Carrillo…
A ese nombre respondió un naviero y comerciante nativo de Isla Mujeres que nació el 4 de mayo de 1934 y falleció el 22 de diciembre del año 2013.
Fundador que fue de la emblemática empresa Transportes Turísticos Magaña, se distinguió siempre por su carácter fuerte y a la vez bondadoso, y fue junto con su padre y hermanos líderes de la IV Delegación de Gobierno primero, y del Municipio por muchas décadas, en las que dominaron la política y la economía local.
Cuando recuerdo a Raúl Magaña Carrillo y familia, llega a mi mente aquella costumbre que tuvieron de disponer de sus barcos para hacer labor social con la comunidad, especialmente, cuando se trababa de fiestas populares tradicionales.
Dado que no fue nada afecto al aplauso o a la adulación, diría que sólo cumplo en estas líneas con el elemental deber de reconocerle que “La Cruz de la Bahía” está donde está, gracias a la altruista colaboración que brindó, cuando en 1995 el ciclón Opal, primero, y Roxanne después, dejaron desecha la obra que el prestigiado escultor hondureño-mexicano, Enrique Miralda, realizó a petición de Bravo Prieto.
Respecto a Miralda, fallecido el 28 de septiembre de 2010, diré que había realizado antes el llamado “Cristo de Cozumel”, el cual también se colapsó, lo que sugiere que estructuralmente sus obras no eran aptas para ser sumergidas en las fuertes corrientes del Caribe. La cuestión es, que extraer la cruz, repararla y devolverla a “Los “Manchones” fue arduo trabajo que parece olvidarse. Por ello, cito su reconstrucción en 1995.
La Cruz un proyecto de Ramón Bravo
Pero para dimensionar mejor el trabajo desinteresado de Raúl Magaña Carrillo, veamos un poco cómo se gestó un proyecto que ideó Ramón Bravo en 1992, preocupado por la sobrecarga de visitantes a los arrecifes de Isla Mujeres.
Desde principios de ese año, acompañado de los hermanos, Emilio y Rogelio Magaña Castro, andaba Ramón buscando patrocinadores para financiar la construcción de la cruz.
Un fresco día de febrero de ese año, llegó hasta las oficinas de la Comisión de Agua Potable acompañado de Salvador Vidal Monterrey y me externó:
“Oye Fidel, mira este proyecto; cuesta unos ciento sesenta mil pesos, “Chavira” (apodo de Salvador), le entra con veinte. Necesitamos juntar el resto ¿aportas algo?”
Había que ser insensible para no hacerlo y me anoté, pero con cantidad menor, dadas mis posibilidades como empleado de gobierno.
“Muy bien, ya somos tres –dijo Ramón- ahora vamos a ver al “Chilero.”
El Compadre de Ramón le puso también de sus entonces escasos dineros, y enseguida Jorge Cárdenas Bazán, Presidente Municipal electo entonces, también aportó lo suyo. La cuestión es que en unos días ya se había reunido casi la cuarta parte del costo del proyecto.
Entusiasmado, Bravo Prieto avisó a Enrique Miralda para que fuera preparando lo necesario para construir la cruz, mientras seguía tocando puertas para reunir el total del costo de la obra, lo cual no fue posible entre la comunidad.
En junio de ese año fui nombrado Director del Fideicomiso Solidaridad, y dados los fines conservacionistas del proyecto de Ramón Bravo, con la venía del Consejo Directivo lo incorporé dentro del menú de acciones a realizar, comprometiéndonos a poner el 50% del costo total, que con viajes, traslado y colocación de la cruz ya superaba los iniciales ciento sesenta mil pesos. Lo que faltaba de dinero había que buscarlo fuera de la isla.
“Pues vamos a ver con cuánto se apuntan los náuticos de Cancún –nos dijo Ramón Bravo, en una reunión del Fideicomiso- dado que ellos también aprovecharán, lo que, además de proteger el arrecife, será un nuevo atractivo para el turismo”
Alberto Friscione Carrascosa recordará que no le entraron así porque sí, y lo sabe porque fue un buen conciliador y promotor del proyecto.
En ese año se trabajaba en la creación del Parque Nacional Costa Occidental de IM-Punta Cancún- Punta Nizuc, y la distribución espacial para prestadores de servicios de ambos municipios estaba bastante tensa. Los isleños anteponían razones históricas, y los cancunenses su mejor capacidad de respuesta, tanto económica, como en la mayor cantidad de turistas interesados en la vida submarina. No fue fácil abrir los puños para darnos la mano.
La cuestión es que buscando como reunir el costo total se nos fue también 1993. A principios de 1994 el liderazgo de Beto Friscione, de Manuel y Pablo Mirabent, así como de Diego de la Peña se impuso, y los vecinos aportaron también de su peculio para tan noble fin.
Total, que animado por lo reunido, el entonces Gobernador Mario Villanueva Madrid, dispuso que el Fideicomiso Fondo de Solidaridad Isla Mujeres aportara el saldo.
Recuerdo que hasta el nombre del proyecto fue conflicto, quedando al final, como: “La Cruz de la Bahía” para no herir susceptibilidades. El Escultor Miralda cumplió, y para julio de 1994 ya estaba la cruz en la ínsula, en espera de ser instalada.
Metidos también en la propuesta de hacer festejos por la fundación de la ciudad de Isla Mujeres, propuse como fecha para instalar la cruz el 17 de agosto, lo cual se llevó a cabo con la presencia de Jean-Michel Cousteau, el entonces Presidente Municipal Jorge Luis Cárdenas Bazán, ambientalistas, náuticos, el Gobernador del Estado, el Gobierno Municipal, la comunidad, y especialmente la iglesia católica, a cuyo titular en Isla Mujeres, José Eduardo Pérez Hernández, sólo hubo que dotarlo de equipo de buceo para que bendijera y hasta oficiara una misa submarina, junto a la Cruz de la Bahía. Esto lo hizo con el apoyo del barco “Cabaret”, propiedad del empresario Javier “El Pescador” Fernández Ramírez, siendo el evento una hermosa fiesta ese 17 de agosto de 1994.
Colapsa la Cruz de la Bahía
Y cuando nadie lo esperaba, en septiembre de 1995 el huracán Opal destruyó la cruz. De nuevo hicimos la “vaquita” para ayudar a la reconstrucción, unos aportando dinero para materiales, y otros buceando, cargando y trasladando las secciones rotas. En esto José Manuel “Nika” Cárdenas Magaña tiene reconocido mérito junto a Ramón Bravo, pues le dedicó todo su tiempo para sumergirse y ayudar a extraer la cruz del fondo del mar, así como para volverla a colocar en su sitio ya restaurada, sin menoscabo de lo que aportaron Facundo García Góngora, “Chilero” Magaña y Crisanto Pastrana, entre otros experimentados buzos.
“Chilero” no paró en mientes y aportó su lancha pesquera: la “Alicia”, la cual, a pesar de no contar con más de 26 pies de eslora y un pequeño motor, “se fajó” para recibir sobre su borda los segmentos en que quedó fragmentada la cruz. Javier Fernández apoyó otra vez, ahora con una lancha y un ayudante ¿en qué no ayudaba nuestro amigo ausente?
Llevarla de “Los Manchones” hasta el varadero de Raúl Magaña fue otra aventura. Entre Bravo Prieto y Raúl tuvieron que habilitar una vieja balsa, añadiéndole tambores vacíos para que flotara de nuevo y aguantara la marejada. Luego, remolcándola con el camaronero “El Rey”, de Ariel “Picho” Magaña, se trasladaron los restos hasta el muelle de piedra de la familia Magaña.
La Reconstrucción de la Cruz de la Bahía
No fue labor inmediata. José Manuel “Nika” Cárdenas Magaña, protagonista importante en esa labor, me comentó que les ocupó más de cuatro meses.
“En esto, mucha gratitud debemos a Don Raúl” –sentenció Nika- porque hubo que quitar innumerables golpes a la delgada lámina, y aplicar, cuidadosamente, pedazos del mismo metal donde hacían falta, pues hubo fragmentos que no aparecieron bajo el mar. Fue un buen trabajo artesanal que dejó la fachada de la cruz como nueva.”
A su vez, Raúl Magaña me expresó que cuando Ramón Bravo fue a pedirle ayuda para reconstruir la Cruz de la Bahía no lo pensó dos veces. Las siguientes son sus palabras:
“Ramón me dijo que no tenía dinero y que tampoco me lo iba a pedir; que sólo sabía que yo podía ayudarlo a restaurar la cruz. ¿Cómo decirle que no a un hombre tan íntegro?
¡Claro que lo ayudé! Le prometí que ni diez huracanes juntos volverían a destruir la cruz. Y te diré que lo apoyé por tres razones: por amor a mi tierra, por cariño a Ramón, y por respeto a la religión católica. Así que dispuse a mis trabajadores, entre ellos tres soldadores, para se aplicaran a la limpieza y preparación de los segmentos en que me entregaron la cruz.
Parecía una labor difícil, y vaya que lo fue –agrega- porque la lámina de bronce que se utilizó en su construcción estaba bastante delgada. Hubo que soldarle por dentro varillas de acero de una pulgada de espesor para que resistiera después las condiciones extremas bajo el mar, expuesta a altas y fuertes mareas, ocasionalmente de huracanes, en un lugar de baja profundidad donde se encuentra instalada.
La base original de la cruz fue cambiada, pues la que trajo de México era apenas de 50 por 25 centímetros. La que tiene hoy se la construí de acero y cemento y es de 1.50 por 1.50 metros.
Ramón Bravo Prieto, a quien poco veía antes, estuvo ahí todos los días para ver cómo íbamos con el trabajo. Fueron cinco meses de labor, hasta dejar la cruz casi indestructible, pues su peso aumentó casi tres veces.”
Rogelio ”Chilero” Magaña, estima que el peso la cruz pasó de una tonelada a cuatro o cinco, por la cantidad de cemento que se le colocó por dentro para evitar que de nuevo colapsara.
José Magaña Galué recuerda que otro colaborador constante lo fue el Padre Eduardo Pérez, celoso guardián de la fe cristiana en la isla:
“Como anécdota te comento que, cuando necesitamos poner de cabeza la cruz para trabajar con su base, buscamos la manera de evitar las visitas del cura, pues temíamos que tomara como falta de respeto ver ese símbolo religioso invertido, y es que el cura llegaba a cada rato y metía las manos como cualquier obrero. Hay que ser honestos y reconocerle ese mérito” –relata.
Por cierto, mucho debemos también a los trabajadores de Raúl Magaña Carrillo. Su hijo Ariel me transmite los nombres:
Hilario Rodríguez Chí, Jefe del Varadero,
José Antonio Can Calan Maestro Soldador,
Ángel Rafael Cahuich Chi Maestro Soldador,
Carlos Ix Maestro Albañil
Cuando la cruz quedó terminada fue llevada de nuevo a su refugio del arrecife “Los Manchones”, y otra vez la vieja panga y “El Rey”, hicieron la travesía desde el Varadero de Raúl Magaña.
A la hora de descenderla, cuando la grúa o “winch” del camaronero levantó en vilo la cruz el viejo barco crujió…y todos temimos un percance. Pero nada pasó. Para “Nika” Cárdenas:
“Fue un instante de muy alta tensión, en el cual nos sentimos tan amigos del mar como de Jesucristo”. -externó.
Luego, los acerados cables fueron deslizando lentamente la cruz hasta las manos de Ramón Bravo, del Padre Eduardo, de “Nika” Cárdenas, de “Chilero Magaña”, y de Facundo García, entre otros, quienes fueron guiándola hasta el lecho del mar, mientras María Vallejo, compañera de Ramón Bravo, iba registrando con su cámara submarina todos los detalles del evento.
Ahora se fijó la cruz de tal manera que no ofreciera resistencia a la corriente marina. Bravo Prieto la quería sobre pura arena. “Respeten las piedras –decía- son parte del arrecife”. Colocarla sobre arena era muy riesgoso, explicó “Chilero”, porque la misma corriente socavaría la base y derribaría la cruz. Al fin, sobre arenas apenas superficiales a la roca quedó la nueva “Cruz de la Bahía”, fijada al lecho marino con cemento hidráulico. Quedó tan bien reforzada que ni “Wilma” la movió de su sitio.
En su base está inscrito que fue restaurada gracias a Raúl Magaña Carrillo, quien ese día, desde la borda de “El Rey”, miraba orgulloso cómo su obra llegaba a buen fin. El hombre no aceptó recompensa cuando se le ofreció. Tal vez porque en sus actitudes siempre ha estado presente aquella célebre frase de la Madre Teresa de Calcuta:
“Bienaventurados los que dan sin recordar…y los que reciben sin olvidar”
Célebres personajes acudieron al evento, entre ellos Jean Michel Cousteau y Mario Villanueva Madrid, Gobernador del Estado, que tuvieron a un gran afitrión en Vidal Monterrey, desde su “Nakeed Lady”
Descansen en Paz Ramón Bravo Prieto y su benefactor Raúl Magaña Carrillo, a quien dedico estas líneas en el Vigésimo Noveno Aniversario de la Cruz de la Bahía, como sencillo homenaje a su callada labor.
Descansen en paz también Crisanto Pastrana, “Nika Cárdenas y Gustavo Rodríguez Orozco, pues son los grandes ausentes este 17 de agosto de 2023, en que, gracias a la voluntad política de la Presidenta Municipal, Atenea Gómez Ricalde, estaremos de nuevo en los dominios de Bravo Prieto, a quien iremos a honrar acompañados de sus amigos, agradecidos con el Padre Raúl Sánchez Alonso por impartirnos una Misa, con nuestro Diputado Julián Ricalde Magaña que “disparó las aguas”, y con Francisco Fernández, que tan amablemente nos trasladó en su embarcación
Creo que el sencillo evento es lo menos que merece Ramón Bravo Prieto, porque siempre demostró un amor a ultranza por Isla Mujeres, su tierra adoptiva
Concluyo agradeciendo y reconociendo a Alberto Friscione Carrascosa, quien desde Cancún acudió con varias embarcaciones y hasta con el Padre Hubert Reiner, quien dará las bendiciones submarinas.
Gracias, Beto. Ha sido magnífica tu idea de reunirnos, como antes, donde Ramón Bravo nos dejó el mejor de sus proyectos.
Fidel Villanueva Madrid, es cronista de Isla Mujeres