Por Hugo Alday
Siempre hemos considerado a la columna como la base de cualquier construcción. La Real Academia de la Lengua Española nos dice que que la columna es un “soporte vertical de gran altura respecto a su sección transversal”.
La masonería fue incisiva en dejar clara la importancia, por ejemplo, de las doce columnas del Templo de Salomón. Los edificios más altos tienen columnas verticales y horizontales que los sostienen.
Columnas son las que dividían a los ejércitos para hacerlos más fuertes desde las legiones del gran Imperio Romano, pero por lo mismo, a cualquier falla de esas columnas se podía provocar un caos, como el que sucedió en la Torre de Babel, que al desentenderse quienes la edificaban, culminó por desplomarse y dejar de proyectar los altos fines para los cuales se creaba.
El más temido enemigo de Roma, el general cartaginés Aníbal, también fue un claro ejemplo de la importancia de las columnas en la defensa de sus fronteras, hasta la llegada de Publio Cornelio Escorpión que pudo derrotarlo y conquistar África después de décadas de intentos fallidos por cinco cónsules y sus respectivos legionarios.
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Por ello, es de suma importancia no perder de vista la columna en política, en la empresa, en la sociedad, en la familia y en el cuerpo humano. Porque si falla la columna colapsa todo el sistema.
Colapsa la selección de futbol sin una columna rígida y potente que ataque y defienda los embates del oponente.
Colapsa la familia si cualquiera de sus principales sostenedores desaparece, se evade o fallece.
Colapsa el gobierno que permite que su columna dividida en tres poderes autónomos no logre un verdadero equilibrio político.
Colapsa el cuerpo humano cuando su columna no está firme o se encuentra dañada, afectando todos y cada uno de los órganos relacionados con con los enlaces eléctricos de la propia médula como intestinos, vejiga, piernas o riñones.
Esa es la importancia de la columna.
Hoy en México, estamos por adentrarnos en un episodio en que no hemos navegado en la historia, un episodio en el que probablemente los enlaces que permiten la función del Estado entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial puedan dañarse, y por lo tanto nos corresponde a todas y a todos, hacer nuestro mayor esfuerzo para que no se pierda ninguna función orgánica del Estado y pueda seguir funcionando con normalidad. Definitivamente, por el bien de todos.