Por Hugo Martoccia
La noticia de que Anahí González ha dejado de ser la coordinadora del equipo de Claudia Sheinbaum en Quintana Roo disparó consideraciones políticas de todo tipo, pero sobre todo dejó en claro que hay una sola coalición que hace y deshace en la política local. El nombre de Anahí, que perdió mucho lugar en la carrera por la presidencia municipal de Benito Juárez, fue reemplazado rápidamente por nombres de toda clase. La lectura es obvia: sólo la 4T tiene vida política al punto de que puede poner y sacar nombres sin problemas; los demás partidos juegan a otro juego.
No se trata de un hecho que sucede por obra de la casualidad. Es una decisión política de la gobernadora Mara Lezama, que ha calcado el modelo de las “corcholatas” presidenciales, y lo ha extendido por todo el estado.
Por eso si no está Anahí están Ana Paty Peralta, Marybel Villegas, Mildred Ávila o Vero Lezama para pelear en Cancún. Por eso Irazú Sarabia tiene agenda propia en Othón P. Blanco; por eso Mario “Bebo” Aguilar se mueve en Felipe Carrillo Puerto; por eso Diego Castañón y Silvia Dzul hacen mancuerna en Tulum, pero también se mueve Jorge Portilla; por eso Juan Carrillo aceita su estructura en Isla Mujeres, pero Atenea Gómez no deja de pensar que quizá la 4T le tenga reservada una buena sorpresa. Por eso, en fin, Renán Sánchez puede ser candidato en Cozumel aun cuando gobierna una morenista.
En el entorno más cercano de Mara leyeron, desde el principio, que la jugada del Presidente Andrés Manuel López Obrador al adelantar la sucesión y mandar a los candidatos a hacer campaña, si bien no estaba exenta de riesgos, significaba elevar la marca Morena hasta los cielos. Y Mara, de algún modo, lo copió.
Pero una de las características es que el número de aspirantes no debe ser infinito; debe ser controlado. La 4T juega sólo con 5 candidatos que están en la calle y en los medios todo el tiempo. La oposición no tiene nada. Meses atrás, el propio presidente enumeró los candidatos opositores, y presentó una lista de alrededor de 60 nombres. Decir que una coalición tiene más de 60 candidatos, es lo mismo que decir que no tiene ninguno.
En Quintana Roo, Mara deja que los nombres corran hasta cierto punto. Pero sabe cuándo frenar la andanada. Ha logrado, sin embargo, que quienes ella quiere, crean tener posibilidades. Esa es una habilidad de Mara. Se sabe que quizá uno de los mayores méritos políticos de la gobernadora es hacerle creer a cada uno que tiene con ella una cercanía que no tiene con los demás. De ahí a imaginarse candidato, hay sólo un paso.
El resultado de la estrategia ha sido similar a la federal. Hoy, Mara tiene en su equipo los únicos nombres con posibilidades reales de ganar alguna elección, con la única excepción de Solidaridad. Eso no implica que no haya riesgos potenciales, como la oposición en Cancún. El problema es que para ganar una elección hay que tener un candidato. Y, hoy, la oposición no lo tiene.
En Medellín, días atrás, el analista y encuestador Roy Campos dijo en una conversación privada con algunos quintanarroenses que estaban allí en un evento, que la oposición no existe en Quintana Roo. No es una intuición; son mediciones concretas que dan números casi escandalosos.
Todo eso demuestra que la estrategia de las corcholatas ha funcionado en Quintana Roo como en el país. En ambos casos, lo que se decida al interior de la 4T será seguramente lo que refrenden las urnas. El único problema real de Mara parece ser, y aquí ya se ha dicho, cómo gestionar los espacios en la alianza para que el PT no se vaya por su lado y el Verde no se convierta en un problema.
Pero ese es un tema diferente, que requiere su propio análisis.
Conocer a Mara
La otra parte de esta situación, donde aún hay algunas dudas, es hasta donde Mara va a llevar el armado de su coalición política, que es mucho más amplia que la electoral. La gobernadora tiene aliados en todos lados; algunos lógicos o inevitables, como Jorge Emilio, y otros impresentables e innecesarios, como Carlos Joaquín. En el medio hay una lista que incluye personajes casi inexplicables.
Hay quienes ven en esa estrategia de estar bien con todos una fortaleza, dicen que suma y construye; hay quienes (esta columna, por ejemplo) ven una debilidad, porque se pierde el mensaje y el perfil político.
Pero hay versiones diversas sobre eso, y todas están bien sustentadas. Hay un libro político que hace furor en Argentina, que se llama “Conocer a Perón” (una lectura muy recomendable para cualquiera que le guste la política) sobre los últimos años del tres veces Presidente de ese país, un hombre muy polémico, pero un líder político de una capacidad estratégica nada común.
El libro está escrito por uno de sus principales colaboradores de esos años, y en un párrafo hace referencia a algo que podría aplicar perfectamente para el Quintana Roo de hoy. Dice:
“El General estaba decidido a emplear su conocida estrategia de sumar todos los elementos que fuera posible para aumentar la masa crítica propia y tener desconcertado al enemigo acerca de cuáles eran sus verdaderas intenciones”.
¿Está Mara jugando una estrategia similar? Puede ser. Pero, vuelve a decirse, hay que tener claros los límites para jugar un juego tan difuso.
La necesidad de una épica
Perón es una buena referencia para pensar en el costado épico de todo relato político. El General creó un movimiento que basó gran parte de su proyecto en un relato que incluía un aspecto épico en cada momento. Tenía un costado comunicacional, de mensaje y de relato político, muy parecido al de AMLO.
Mara necesita hoy de una estrategia similar. El problema de acordar con todos y sumarlos al proyecto, es que la mayoría de los ciudadanos puede olvidar por qué la votaron. Por eso, el proyecto requiere un recordatorio, algo que unifique.
Quizá no haya un mejor proyecto de lucha épica que la salida de Aguakan. La permanencia de la empresa es insostenible por donde se la mire, y Mara tiene en sus manos terminar con esa pesadilla para la sociedad.
La gobernadora dijo hace un tiempo que Aguakan se iba a ir del estado, y hasta ahora nadie ha escuchado que haya dicho lo contrario. Pero la parsimonia del Congreso, el actuar ladino de CAPA, y la presión política y empresarial a favor de la empresa, quizá la están haciendo dudar.
No debe hacerlo. La salida de Aguakan puede convertirse en una bandera como el aeropuerto de Texcoco para López Obrador. ¿Va ser fácil? Claro que no. La dificultad es una condición de las batallas épicas. Pero esas son las batallas que normalmente definen la grandeza y el legado de un gobernante.
El destino de Anahí
Una digresión final para el tema Anahí. La diputada se pasó el fin de semana buscando aliados que desmientan su salida como coordinadora de Claudia Sheinbaum. Las alianzas que busca son mediáticas, porque en la política todos saben lo que pasó.
Pero más allá de lo que logre en los medios, en el fondo nada va a cambiar: no importa cuántas veces se repita la mentira de que ella sigue ahí; siempre será mentira. Anahí tiene futuro político y electoral, incluso en 2024, y sólo debe entender que a veces las cosas no salen como uno quiere. Punto. Esa la ley de la vida.
El verdadero problema, sin embargo, va mucho más allá de Anahí. El problema es Cancún y lo que quiere hacer Mara. La posibilidad de que Anahí sea candidata es casi nula, y eso surgió hace escasos días desde el entorno más cercano de Mara. Desde allí se difundió que Ana Paty le había ganado esa posición a la diputada. Por eso el morenismo salió en busca de nuevas candidatas.
¿Qué hará Mara? Aún no está claro. Pero si Anahí no es opción, ya no debería insistir. Cuando las decisiones políticas se convierten en un capricho, se transforman, a la vez, en un casi seguro error.