Por Manuel Enríquez
¿Podríamos imaginar a la humanidad sin arte?
No.
Sin arte no habría manera de expresar el sentido de la vida: no podríamos manifestar la introspección, la fe, la imaginación, las ideas, la religión, ni la identidad. En pocas palabras, el espíritu estaría vetado.
Y eso, quizá, sería tanto como no tener alma o no apreciar la vida, sería como andar por ahí sin ver lo que la vida nos ofrece a diario, sin escucharla, sin sentirla.
Es tal la necesidad del arte que, de hecho, desde los tiempos de los Neandertales, en el paleolítico, hace 150 mil años, había ya manifestaciones artísticas sobre su existencia. Ahí están las cuevas en España en cuyas paredes y techos se observan pinturas rupestres que expresan el primitivo sentido de la vida con animales o seres amorfos como una veneración y, poco después, con seres que son como chamanes que desde entonces prefiguran la necesidad de creer en algo o en alguien, lo que constituye la primera manifestación proto-religiosa de la humanidad.
Pero el arte no sólo es para apreciar la vida, valorarla o para creer en algo a través de símbolos -como ocurrió en la prehistoria- o en el arte egipcio o en el griego para exhaltar su mitología o la belleza de Helena con la de Paris, o la lucha de Laocoonte y sus hijos contra la serpientes o, claro, la gran mitología prehispánica con la Coatlicue o Tezcaltipoca, o Quetzalcóatl, o Huitzilopochtli, sino también el arte sirvió a grandes maestros para sobrevivir como lo hízo Miguel Ángel que andaba sin dinero y aceptó forzado, por necesidad, a pintar la Capilla Sixtina, obra que el Papa en turno no quería pagarle hasta que la finalizara.
O para satisfacer a los Reyes de tantos palacios en el mundo y revelar sus vidas en obras cuyos misterios aún sorprenden como ocurre con Las Meninas de Velázquez (leer a Michel Focault). O expresar el inicio de la rebeldía a la época anterior como ocurrió con los grandes maestros del impresionismo.
O para manifestar la angustia de los tiempos modernos (Arte Moderno) con los avances tecnológicos que desplazan al hombre o que amenazan la especie con guerras atómicos. Recordemos al gran pintor inglés William Turner con el encuentro de dos barcos de dos épocas distintas, o el famoso “grito” de Edvard Munch.
El arte es denuncia, puede ser acusatorio, de defensa de Derechos, de Rebeldía, de autocrítica, de conciencia ( Arte Conceptual, Arte Contemporáneo).
La única manera que tenemos para explicarnos y expresar lo anterior, además de la ciencia o de la religión, es a través del arte, de su lenguaje, del arte a través de 5 -opcionales- de las 7 clasificadas como Bellas Artes: la literatura, la arquitectura, la música, la pintura y la danza (aunque por supuesto también mediante otras muchas más formas artísticas cono la escultura, el cine, la fotografía, el cómic, la gastronomía, la cerámica, la joyería, la perfumería, la alta costura, el arte urbano, el graffiti, el Pop Arte, los Ready Made, los Performance, entre otros.)
¡¿Qué seríamos sin estos lenguajes fundamentales que llamamos Bellas Artes?! (a reserva de teorizar sobre la “belleza” en otro momento con la reseña, para empezar, por ejemplo con el libro “La historia de la belleza” de Umberto Eco).
Esa es la importancia del arte en la humanidad y de ahí la obligación de fomentar su desarrollo democratizándolo para que no quede sólo en la élite.
El arte es un escape, es una vía básica de crecimiento espiritual, de paz, de entendimiento. Es un camino maravilloso a comprender la tolerancia, la inclusión, la paz interior, la defensa, la concientización y a la paz social.
Sin arte hay descomposición individual y colectiva, en lo político, en lo económico, en lo psicológico. Descomposición como la que conllevan los prejuicios, lad ideologías y su radicalismo al igual que fanatismo, la ignorancia, la intolerancia, la imposición, la drogadicción, el consumismo, el libertinaje y la violencia en cualquiera de sus formas.
El arte refleja los más profundo que hay en el alma de un individuo pero también de una sociedad.
El arte revela la crisis de valores de una sociedad, de una época.
De modo que el arte es espíritu, el espíritu es arte. La vida es espíritu. El arte es vida. La vida es arte.
El arte resulta tan vital para el ser humano como lo es el lenguaje mismo, sea primitivo o actual. Sin la redención el arte, el ser humano se convierte en una olla de presión puesta en la estufa hasta el punto de la ebullición: si no se abre la válvula estalla brutalmente en mil pedazos como un vómito agresivo, salpicando, en todas direcciones y sin distinción, todo lo que tiene adentro.
Así es el arte:
Si cerramos su válvula en el ser humano y no permitimos su liberación, estallaría, sería la autodestrucción o simplemente “sobreviviríamos, quizá, como zombis.
Por eso hay que democratizar el arte para que la redención alcance al mayor número de personas.
El arte se encarga de mostrar, de exhibir, de describir, de denunciar, de acusar, de explicar, de escudriñar, de dibujar, de moldear o sonorizar o actuar, y hasta de predecir tanto lo que está a nuestro alcance o a nuestra vista como lo que no lo está.
Arte radical conceptual
Recordemos los trabajos radicales de Performance de Emma Villanueva, de Rocío Bolíver, de Mónica Mayer o Maris Bustamante, para hacer conciencia, conciencia de todos los temas que se les ocurrieran, por ejemplo sobre la violencia contra la mujer o de su condición. Como ese Performance en el que una mujer defeca en pleno Zócalo de la ciudad de México y sobre una propaganda de EPN. O aquel otro en el que el visitante percibe el vapor de sangre de víctimas de asesinatos o de violaciones.
Cómo podemos ver, el arte no tiene límites, está abierto a la imaginación y fantasía, lo que es una necesidad vital para el ser humano.
Otro ejemplo de cómo el arte refleja el espíritu de la condición humana y su vida en sociedad, lo tenemos en Gustav Klimt y Marcel Duchamp, y más radical aún en Piero Manzoni, los tres de la misma época, principios del siglo XX en pleno arte moderno
Por un lado, tenemos la hermosa pintura titulada Dánae, de Gustav Klimt, en la que el artista representa un episodio de la mitología griega (arte surrealista): a una joven mujer, cuyo padre la había encerrado en una torre de bronce a fin de cuidarla de los peligros de la vida, en tanto que el Dios de todos los dioses del Olimpo, Zeus, decide seducirla y para ello se transforma en “lluvia de oro” (con manejó magistral de los colores) que le cae a Dánae desde su hermosa cabellera pelirroja y que fluye por sus piernas hasta preñarla, cuyo resultado es su hijo Perseo el mismo que logró matar a Medusa. Maravilloso manejo de colores que logra Klimt, sobre todo en esa lluvia dorada.
Pero por otro lado, tenemos lo que algunos consideran anti-arte: “La fuente”, por ejemplo, de Marcel Duchamp que no es otra cosa más que un simple urinario masculino que compró en una tienda X y que mandó así, tal cuál cómo se lo dieron en la tienda, a una exposición de arte Independiente de la que resultó una obra de arte premiada porque muchos le vieron formas diversas como la de figurar la vagina de una mujer o considerar que era la versión moderna de la lluvia dorada de Klimt en Dánae.
Ni una ni otra. Duchamp sólo quiso burlarse de la sociedad del momento y reflejar la descomposición de la misma.
De igual objetivo, pero de manera más burda y radical, lo hizo el italiano Piero Manzoni con su lata de excremento sellada (una simple lata de atún que contiene 30 gramos de su propio excremento, “mierda de un artista”), misma que en su momento vendió en lo equivalente a 30 gramos de oro y que años después, post mortem del autor, esa misma lata fue subastada en Milán a un precio 275 mil dólares. Lo que reveló Manzoni con su lata , cómo obra de “arte conceptual”, precisamente fue la decadencia en la que ha caído la concepción del arte y su comercio en una sociedad esclavizada al consumismo desbordado y entregada a los vaivenes del mercado.
Pero al final de cuentas, el arte es un eslabón interconectado con las etapas históricas, cuyas características nos muestran los antecedentes de un presente, nos explica a su manera el momento que le toca, al tiempo de vislumbrar la época que viene.
Es pues que, hoy por hoy, la violencia generalizada en muchas partes del mundo, y la decadencia de valores como el respeto, el creciente consumo de drogas, sobre todo en los jovenes, y/o la desesperanza y depresión global que embarga a millones de seres humanos, podría pensarse que es una forma de autodestrucción humana por falta de oportunidades y de canales de expresión y por la ausencia de educación, de valores y de ese lenguaje que permite liberar la presión de la olla que todos y cada uno de nosotros cargamos en nuestra conciencia.
Democratizar el arte es redimir el espíritu humano.
Es por esto que proyectos como el de Litorales, que hoy se inaugura, es de aplaudirse en un mundo de consumismo aplastante. Litorales resulta un esfuerzo importante y necesario de redención humana.
Gracias por la invitación.