• Sigue siendo tratada como una casta subordinada. Usada como una marca sin regalías, discriminada, excluida: en los niveles más bajos de pobreza.
• Hasta la cultura -último patrimonio que le quedaba- está siendo expropiada por la marca del neoliberalismo salvaje del turístico, con la complacencia de la 4T.
Por: Jorge A. Martínez Lugo
La creación del Territorio Federal de Quintana Roo el 24 de noviembre de 1902 fue una decisión geoestratégica político-militar de Porfirio Díaz para delimitar la zona de influencia geográfica y social de la Guerra de Castas y terminar con este conflicto que le impedía establecer el control de su soberanía en la frontera sur.
Era insostenible para la dictadura la existencia de un pueblo, una raza, que renunció al dominio de la sociedad mayor y vivía en la selva, donde creó su propia nación, se regía autónomamente -con territorio, estructura económica, política, militar y religiosa propia- y mantenía relaciones con un gobierno extranjero fuera de las reglas del gobierno nacional.
Buscaba también, con la creación del nuevo Territorio federal, acabar con la amenaza de ese gobierno extranjero, Gran Bretaña, de seguir expandiéndose al norte del Río Hondo. El objetivo mexicano era establecer-defender de una vez por todas la lejana y olvidada frontera sur; es decir, hacer valer en los hechos el Tratado sobre Límites Internacionales entre México y Honduras Británicas, firmado nueve años antes, el 8 de julio de 1893.
La Guerra de Castas –que para Paul Sullivan fue la más exitosa entre las rebeliones indígenas cimarronas en América Latina y el Gran Caribe al perdurar del 30 de julio de 1847 al 3 de mayo de 1901– fue herencia de los gobiernos criollos que prevalecían en la alejada Península de Yucatán, posterior y a pesar de la Independencia y la Reforma, que gobernaban como en los tiempos de la colonia, en plantaciones en condiciones de esclavitud, en una sociedad peninsular donde sólo habían dos razas: la criolla española gobernante y la maya esclavizada.
Quintana Roo fue la delimitación del coto de caza de la dictadura de Porfirio Díaz para cercar y derrotar a la última generación de generales mayas rebeldes, ya menguados y divididos, después de más de cincuenta años de guerra y para ello mostró la peor cara de la dictadura, al enviar a sus generales más sanguinarios como el propio Ignacio Bravo, Victoriano Huerta, entre otros.
LA TOMA DE LA CIUDAD SANTA
Al tomar Bravo la capital de la nación maya rebelde, Noj Kaaj Santa Cruz Xbalam Naj, hoy Felipe Carrillo Puerto, la encontró vacía; los mayas se replegaron a la selva aún más inhóspita; los persiguió a los pueblos-santuarios y el 3 de mayo de 1901 declaró ganada la guerra que inició en 1847, con un saldo de más de 250 mil muertos.
Al haber encontrado vacía la antigua ciudad santa, al no haber una última derrota tangible, Bravo hizo la declaratoria oficial que necesitaba el gobierno nacional y puso su nombre a la ciudad: Santa Cruz de Bravo y la hizo capital del Territorio Federal.
Se acabó la guerra, pero a los mayas no les llegó la paz ni la justicia que buscaban desde 1847.
CASTA DERROTADA, SIN GRACIA DE GUERRA
Al pueblo derrotado no se le concedió ninguna gracia de guerra, sino se le sometió como a una casta derrotada, marginada, excluida y discriminada; condiciones que ni la Revolución Mexicana pudo cambiar: la pobreza y la miseria del pueblo maya prevalecen hasta la fecha.
Hoy en día existen poco más de 200 mil maya-hablantes en Quintana Roo y unas 500 mil personas que se asumen como indígenas. Son los herederos genéticos de la antigua civilización maya que fue sometida por los españoles por 300 años de coloniaje; luego otros 200 años del México independiente y más tarde por Porfirio Díaz; actualmente, según las propias cifras oficiales…