Redacción/NOTICARIBE PENINSULAR
Ciudad de México. La sorpresa del boricua Édgar Berlanga fue no caer noqueado. El casi desconocido peleador terminó los doce asaltos de pie y sin permitir que el campeón indiscutido Saúl “Canelo” Álvarez culminara esta noche mexicana con un desenlace explosivo. Pese a que no pudo fulminar a su retador, el monarca pelirrojo conservó sus tres cinturones de peso supermedio -CMB, AMB, OMB- por decisión unánime en el combate realizado en la arena T-Mobile de Las Vegas ante más de veinte mil asistentes.
Parecía un simple trámite para el Canelo por las trayectorias tan distintas. El mexicano llegó con 61 victorias en 65 combates. Berlanga, casi un desconocido, estaba invicto en 22 peleas. Esta noche sufrió su primera caída, pero a pesar de eso, se le veía eufórico al final del combate.
“Al final soy un ganador”, dijo Berlanga; “me siento afortunado de poder estar aquí. Pudo elegir a cualquiera para pelear, pero me escogió a mí y eso lo agradezco”.
Canelo Álvarez es un viejo lobo marino. Sabe azuzar al público y ser el centro de atención. Una vez terminada la pelea, respondió a sus detractores.
“Ahora qué van a decir después de esta pelea, pero soy el mejor peleador y aunque gane siempre van a seguir hablando”, dijo el pelirrojo.
El contraste era notorio. Canelo, 34 años y 1.71 de estatura se medía ante un Berlanga de 27 años y 1.85. Frente a frente parecían dos rivales de divisiones diferentes.
El primer episodio era un enigma para descifrar esas diferencias, pero apenas fue un interludio, sin daño para nadie. Sólo para probar la potencia y seguridad del adversario. Canelo salió en su versión más ofensiva, con la iniciativa de caminar al frente y no esperar para contragolpear como hizo en combates anteriores. Siempre adelante y con la habilidad que ha desarrollado para quitarse los golpes con el juego de cuello, cintura y hombro.
Cuando Berlanga sintió más confianza, en el tercer episodio, se arriesgó al ataque con un jab que se notaba poderoso, coherente con su tamaño. Pero ahí surgió la experiencia del Canelo, un depredador al que le ofrecieron un flanco y no lo desperdició, pues conectó al boricua con una zurda directa a la mandíbula que lo envió a la lona.
El rostro de Berlanga expresaba preocupación, como si descubriera la magnitud del entuerto en el que se había metido. Hacia atrás, en retroceso temeroso, sin la gracia de quien sabe caminar en reversa para preparar el contrataque. Canelo acechaba paso a paso, en corto, con el puño amenazante y listo para terminar todo en un estallido fulminante.
Pero el puertorriqueño recuperó confianza y absorbió el castigo que le lanzó el Canelo, quien lo castigó con una izquierda que entraba con facilidad.
Todos esperaban una solución rápida y contundente del mexicano, pero en el décimo episodio Berlanga seguía firme, soportando los frecuentes upper que Álvarez le metía con facilidad. El boricua no se tambaleaba. Casi al final de ese round, se engancharon en un duelo de provocaciones, se gritaron cosas nada amables pero sin meterse las manos.
Terminaron bastante enardecidos pero sin que el mexicano lograra demoler a Berlanga. Apenas terminó la pelea, ambos se abrazaron y se pidieron disculpas.
Berlanga le confesó que se sentía mal de haberlo insultado en el episodio diez, pero que era parte de la pelea. Canelo le respondió que lo entendía y que lo había hecho muy bien, eufórico aunque sin nocaut, exclamó: “¡Viva México, cabrones!”.