Francisco J. Rosado-May
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Decenas de académicos que enviaron su derecho a réplica al Sistema Nacional de Investigadores, por no haber salido en la lista de favorecidos en dicho sistema en la evaluación 2023, recibieron resultados la semana pasada. A decir verdad, dada la larguísima lista se puede percibir que prácticamente todas las réplicas encontraron eco.
A partir del Decreto de creación del SNI, en julio de 1984, los investigadores mexicanos se someten a evaluación y, de ser positivo el resultado, reciben una “beca” nada despreciable en una de las categorías de Candidato o Investigador/a Nacional nivel I, II o III. La beca ha sido una forma para retener a investigadores porque el ingreso de su sueldo nominal no es suficiente para ofrecerles una vida digna, semejante al de sus pares en otros países.
En los casi 40 años de vida del SNI, hay pocos cambios cualitativos y cuantitativos en la evaluación. Si bien no hay duda de que el sistema ha traído grandes beneficios a la ciencia y tecnología de México, también hay evidencias de acciones y decisiones que sugieren que el sistema necesita renovarse a fondo, aun cuando las evaluaciones son “por pares académicos”. Por ejemplo, en el ambiente académico se sabe de “Investigadores NACIONALES” que en la práctica no solo no tienen el nivel que se espera, sino que difícilmente saldrían bien librados al someterlos a estándares internacionales; el impacto de su trabajo no es del nivel que tiene en el SNI. ¿Cómo entender, por ejemplo, pares evaluadores señalando que un artículo en el que la/el académico que se somete a evaluación forma parte de un equipo de 10 o más coautores, no tiene tanto valor como se es primer autor? Estos pares evaluadores de hecho ¡no saben que los grandes avances en conocimientos, especialmente en artículos o capítulos de libros clasificados como en tercer nivel, es la forma actual y de prestigio para co-crear conocimiento!
Pero la situación antes descrita, que en realidad es mucho más serio de lo que parece, no es privativo de México. Académicos de varios países están proponiendo nuevos esquemas para evaluar su función en la sociedad y en su institución.
Po ejemplo, el 29 de noviembre, 2023, la revista Science publicó el artículo de María de los Ángeles Orfila “España busca cambiar la forma de evaluar a sus científicos y terminar con la dictadura de los artículos científicos” (traducido del inglés al español por FJRM). La idea se basa en reconocer que los académicos en las universidades tienen una gama de actividades mayor al de solo investigar; además la investigación y sus resultados en la práctica sigue un proceso que no es reconocido ni apreciado cuando se toma solamente la publicación. Y la presión para publicar varios artículos en un año provoca que los académicos descuiden otras actividades igual de relevantes como la docencia o la gestión o la vinculación con su entorno social.
En otras palabras, el sistema de evaluación que se centra en publicaciones científicas, artículos o capítulos de libro o libros, también explica la creación de torres de babel y de “vacas sagradas” en las instituciones y muy poco, demasiado poco, impacto en el desarrollo del país.
El tema no es nada fácil, pero algo hay que hacer para incentivar una adecuada función integral de los académicos en las instituciones de educación superior. La actual ya está tocando fondo. Otros países ofrecen salarios muy buenos a los académicos sin necesidad de entrar en un juego perverso de tener un SNI o equivalente, ciertamente con mecanismos transparentes y adecuados de evaluación.
Valdría la pena pensar en nuevas formas de incentivar la actividad académica, con altos valores éticos y con impacto positivo en nuestro desarrollo, tanto a nivel estatal como nacional.
Es cuanto.