Por: Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
Está en la mente y palabra de todos, incluso en aquellos lugares donde han tenido la fortuna de recibir un poco de lluvia. La sequía está fuerte y no hay indicios de lluvia.
A estas alturas años atrás ya había caído un par de lluvias fuertes antes de la semana santa o incluso había lluvia durante esa temporada, arruinando parte de las vacaciones. Pero en los últimos años el clima ha estado diferente.
Y no es solo percepción. Desde el año pasado, Jones reportó en la revista Nature que de acuerdo con la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), una agencia científica del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, la temperatura promedio en los océanos ha estado subiendo a valores nunca registrados (climatereanalyzer.org). Enero y febrero 2024 batieron récord de temperatura máxima en el planeta. Hace una semana en Brasil se registró más de 60 grados de sensación térmica. El 23 de marzo pasado, el Diario de Yucatán reportó que Oxkutzcab es el nuevo “infierno mayor de Yucatán, batiendo su propio récord, esta vez con 43.0 grados centígrados.
Las altas temperaturas normalmente traen como consecuencia sequías. El Sistema Meteorológico Nacional, que monitorea la sequía mostró que, para la 1ª quincena de marzo 2024, el porcentaje del territorio nacional con sequía moderada a excepcional fue de casi 60%, un valor mayor que en febrero y se espera que crezca en los siguientes meses. CONAGUA reportó que hasta el 15 de marzo los peores niveles de aridez se detectaron en la frontera entre Chihuahua y Sinaloa, en Hidalgo y el norte de Veracruz. O sea que hay lugares peores que donde estamos en Quintana Roo. En la revista Nexos se publicó el 11 de marzo pasado un artículo del autor Guillermo N. Murray Tortarolo quien hace un análisis sólido y elocuente, pero con cierto dejo de desesperanza, del comportamiento del clima en México, con la tendencia actual, que no deja lugar a dudas de las causas antropogénicas, muchos especificarían androantropogénicas, con bastante razón, que lo explican.
Ciertamente, hay explicaciones, pero ¿hay políticas púbicas integrales, acines y actores que conduzcan una estrategia nacional y estatal para atender este problema? La tendencia actual señala que, si bien todos perdemos con la sequía y el calentamiento global, los pobres serán, como siempre, los que más pierdan.
No tenemos información científica o de otras fuentes, suficiente y sólida, que nos permita diseñar la estrategia, porque no tenemos una eficiente interfase entre ciencia/conocimiento y política púbica articulado con la toma de decisiones.
¿Sabemos que cobertura vegetal se necesita para garantizar el buen funcionamiento del ciclo del agua? ¿Sabemos cuál es la deforestación actual y su tendencia al futuro cercano? Sabemos que hay agricultura de roza tumba y quema, pero también sabemos que cuando se hace bien la velocidad de recuperación de la vegetación natural es superior al de otras formas de reforestación, pero ¿sabemos cómo aplicar esos conocimientos o solo se prohíbe por prohibir? Muchos proyectos de “desarrollo” que han deforestado enormemente los ecosistemas, quedan impunes, sin medidas de recuperación. ¿Sabemos en qué condiciones están nuestros acuíferos y como se mantienen? ¿En qué nivel están? ¿Sabemos qué medidas tomar para garantizar la recuperación de los acuíferos?
Las preguntas antes planteadas merecen atención y que la sociedad tenga acceso a sus respuestas, con datos sólidos. La no acción conduce a escenarios peores que las experiencias en Brasil u Oxkutzcab.
Es cuanto.