Por Agustín Labrada
ACTO ÚNICO
PERSONAJES.
SILVIA RAMOS: Escritora de teatro y poetisa.
ENTREVISTADOR.
ESCENARIO: Un puerto lleno de barcas y gaviotas aparece en el fondo. En primer plano, dialogan los personajes. La variedad de banderas y el atuendo disímil de los transeúntes impide distinguir cuál es la ciudad donde está ese puerto. En la distancia cruzan melodías: sones y boleros, tangos y valses… Sobre el agua flotan botellas con mensajes. Sopla el viento.
ENTREVISTADOR (Mirando hacia una inexistente cámara): A mi lado se halla la dramaturga y poeta cubana Silvia Ramos, quien ha fungido como maestra universitaria de Análisis Teatral y ha realizado numerosas investigaciones sobre el teatro, por las que ganó el Premio de la VII Conferencia Científica Internacional celebrada hacia 1990 en La Habana.
Ha publicado artículos, ensayos, poemas y obras dramáticas en su isla, donde obtuvo, además, diversos premios nacionales, como el “José Antonio Ramos” —que concede la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba— por su libro Tula 1854, que gira en torno a la poetisa decimonónica hispano-cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda y sus singularidades como mujer escritora.
Obras suyas fueron escenificadas por grupos teatrales hasta que el Consejo Nacional de las Artes Escénicas dictaminó que dos de ellas no eran “oportunas”. Se disolvió su grupo y no pudo representarse más nada. Desde abril de 1998, el mes más cruel según T.S Eliot, reside en los Estados Unidos.
ENTREVISTADOR: ¿Recuerda el instante de su niñez en que manifiesta la primera inquietud hacia el teatro?
SILVIA: Creo que siempre fui un poco “teatrera”. Desde que tengo uso de razón, me recuerdo observando a las personas e intentando recrearlas. Ciertamente, en esa época yo no tenía la menor intención de llamar teatro a lo que hacía, pues ni siquiera sabía qué era o qué podía ser el teatro, pero vivía con mucha intensidad aquellos personajes, colocándolos en situaciones imaginarias y haciéndolos interactuar mucho más allá de la simple imitación infantil… Mi escenario favorito era la casa al revés. Me tendía en el piso y utilizaba el espacio del techo para crear a mi voluntad un mundo diferente. Entonces, relataba en voz alta los sucesos mientras mi abuela se divertía con aquella “función” siempre diferente. Un día decidí escribir las historias y llené muchos papeles de garabatos que imitaban la manera en que había visto escribir a los adultos… Creo que esa fue no sólo mi primera experiencia como dramaturga, sino también la mejor. ¡Nunca he escrito un texto con tantos y tan diversos niveles de lectura…!
ENTREVISTADOR: ¿Existían antecedentes artísticos en su familia?
SILVIA: No a nivel profesional y ninguno en el campo del teatro. Sin embargo, hay un personaje en mi familia que influyó notablemente en mi orientación vocacional. Se trata de un tío abuelo que estudió pintura en la Academia de San Alejandro y que siempre tomó muy en serio y estimuló muchísimo mis primeros textos y dibujos. Yo lo adoraba, me esforzaba por seguir siempre sus indicaciones… y aún hoy pienso en él en primer lugar cada vez que escribo o pinto algo.
ENTREVISTADOR: ¿El paisaje y el contexto influyeron en su sensibilidad estética?
SILVIA: Pienso que no existe sensibilidad estética que no perciba intensamente y en consecuencia reaccione del mismo modo al paisaje y el contexto que le toca habitar. Claro que esta influencia a veces es favorable y otras veces es funesta para la sensibilidad, pero de esos contrastes, sus interacciones y los diversos modos que creamos para trascender sus efectos más destructivos, nacen la particularidad y la riqueza de cualquier cultura. En mi caso, creo definitivamente que sí, que el ser una “criatura de isla”, como nos llamó Dulce María Loynaz, ha influido e influye muy fuertemente en mi modo de ver y de recrear estéticamente el mundo.
ENTREVISTADOR: ¿Quiénes fueron los primeros maestros y en qué circunstancias orientaron su vocación hacia un campo profesional dentro de la dramaturgia?
SILVIA: Bueno, luego de aquellos garabatos aprendí a leer y a escribir muy rápidamente, pues sentía una gran necesidad de hacer ambas cosas… y tanto leí y escribí que mis maestros me sugirieron siempre que me dedicara a la escritura, pero nunca lo tomé en serio, a pesar de que seguía escribiendo con bastante regularidad cuanto pasaba por mi cabeza. Creo que inconscientemente eludía comprometerme con una profesión tan difícil…, de manera que estudié diseño primero e ingeniería mecánica después, sólo para comprender que no podía ni quería hacer otra cosa que no fuera escribir o pintar… En esos momentos, decidí matricular en la Facultad de Artes Escénicas del Instituto Superior de Arte, único lugar en Cuba y uno de los pocos lugares en el mundo donde se forman escritores dramáticos. No fue fácil, pues por mi edad ya no me permitían matricular en los cursos diurnos, así que comencé a trabajar como secretaria de la doctora Graziella Pogolotti, en aquel momento decana de esa facultad y matriculé la carrera en los cursos nocturnos.
La entrada en el Instituto Superior de Arte cambió significativamente toda mi vida. En principio, porque fue una inmersión total en el ámbito del arte en general y del teatro en particular. La Facultad de Artes Escénicas vivía entonces su mejor época, de manera que tuve el privilegio de trabajar y de aprender a la vez con maestros de la estatura de la propia Graziella Pogolotti, Rine Leal, Gloria Martínez y Raquel Carrió… y fue a través de ellos que pude intuir por primera vez la esencia del teatro y de la dramaturgia.
ENTREVISTADOR: ¿Cuándo se produce su primer éxito como autora de teatro?
SILVIA: En realidad, no he tenido ningún “éxito” significativo hasta estos momentos, si se entienden como éxito la repercusión y el reconocimiento social de mis obras. No obstante, desde un punto de vista estrictamente personal, creo que fue un éxito contundente el hecho de que dos de ellas fueran censuradas en Cuba en el año de 1991, una de ellas apenas tres días antes de su estreno en el Teatro Nacional. En general, se piensa que el reconocimiento social se expresa por aprobación y halago, pero si tenemos en cuenta las circunstancias y factores que otorgan este reconocimiento en la época que nos ha tocado vivir y crear en nuestro país, pienso que el mayor éxito y el que más orgullo me puede causar es precisamente la censura.
ENTREVISTADOR: ¿Sus obras parten de un núcleo básico: los personajes, el conflicto, el ambiente, el tema…?
SILVIA: Creo que no hay constantes. Para mí, la ideación dramática puede comenzar por una imagen plástica, una melodía o la particularidad de un rostro que descubro al caminar por las calles. Son muchas y diferentes las puertas de entrada y lo realmente importante para lograr abrirlas son la autenticidad, la intensidad y la profundidad del impulso creativo. Sin embargo, lo que más me interesa del teatro es su capacidad de hurgar en la naturaleza del ser humano y, en consecuencia, siempre termino trabajando los personajes más detenida y cuidadosamente que todo lo demás, aun cuando muchas veces no “parta de ellos” a la hora de comenzar la escritura.
ENTREVISTADOR: ¿En cuál corriente, temática y formal, se encausa con mayor dinamismo su creación dramatúrgica?
SILVIA: Me reta cualquier tema que profundice en el ser humano y en sus relaciones consigo mismo y con el mundo, y ahí entra todo lo que se entiende como teatro. En relación con las corrientes formales, pienso que vivimos en una época de relativización implacable que incluye desde los formalismos a ultranza hasta los francos disparates y en esto, como en todo, los extremos se tocan… Personalmente, creo que el aspecto formal de mis obras es sólo una expresión muy limitada del universo imaginal que las crea y en consecuencia las corrientes son muchas y turbulentas…
ENTREVISTADOR: ¿Cómo ve el panorama de la dramaturgia femenil en el medio del teatro cubano en el tránsito de las últimas décadas?
SILVIA: Contra la dramaturgia cubana de las últimas décadas conspiran muy fuertemente las dificultades de todo tipo que lastran tanto la edición como las posibilidades de puesta en escena de las obras en Cuba. Hay muchas obras engavetadas y no siempre lo que llega a las editoriales y los escenarios es precisamente lo más significativo.
Este fenómeno afecta por igual a la dramaturgia femenina que a la masculina y creo que, más que pensar en diferencias, es importante emprender un trabajo de búsqueda y rescate antes de que se pierdan definitivamente obras y figuras que pueden ser importantes.
Lamentablemente, esta situación anula no sólo la posibilidad de conocer a los autores y sus obras, sino también la posibilidad misma de desarrollo de la dramaturgia cubana, pues al no acceder a la interacción natural con la práctica y con el público, estos autores se estancan, se enquistan, deforman su lenguaje y finalmente pierden su vitalidad creativa.
ENTREVISTADOR: ¿Qué temas se soslayan y permanecen como tabú en ese teatro?
SILVIA:Pienso que los temas que se soslayan son comunes a toda la dramaturgia cubana actual y tienen que ver tanto con la censura oficial como con la autocensura consecuente… Un ejemplo significativo es el tema de la homosexualidad, en el que ha existido cierta apertura oficial en los últimos tiempos, y otro el tema de la ineficacia del sistema de gobierno imperante, el cual es definitivamente intocable.
ENTREVISTADOR: ¿Cómo podría lograrse una eclosión de fertilidad creativa en la dramaturgia y la escena asumida por la mujer en el teatro cubano actual y sus dos sedes geográficas: La Habana y Miami?
SILVIA: Existe una gran potencialidad creativa en ambos lugares, pero también existen grandes obstáculos. En el caso del teatro que se hace dentro de la isla, los obstáculos están determinados fundamentalmente por la escasez de recursos económicos tanto para la edición como para el montaje de las obras, la censura oficial y la arbitrariedad consecuente en las valoraciones críticas que determinan el otorgamiento del derecho de edición o montaje, la mediocridad de la mayor parte de los funcionarios culturales encargados de tomar decisiones en este sentido y, como consecuencia de todo esto, una falta de estímulo aplastante para la creación teatral.
En el caso del teatro cubano que se hace en los Estados Unidos, el panorama no es mejor, ya que en la mayoría de los casos resulta muy difícil financiar la producción de las obras. El teatro pocas veces es rentable y su producción, tanto escénica como editorial, conspira contra la economía personal de sus creadores, ya sea en términos directamente monetarios como en términos de tiempo. De manera que sería necesario primero encontrar recursos económicos que permitan producir y editar obras en un lugar y en el otro, y en segundo lugar promover un trabajo conjunto donde ninguna de las dos partes niegue a la otra, sino que ambas asuman la importancia de unirse y complementarse. Estos serían los requerimientos básicos, digamos que el terreno mínimo sobre el que trabajar.
ENTREVISTADOR: ¿Qué características prevalecen en la literatura dramática desde la antigüedad hasta estos tiempos llamados posmodernos?
SILVIA: La literatura dramática es un fenómeno demasiado amplio en estos momentos para poder encontrar constantes válidas. Mientras en unos casos prevalece la creación de personajes, en otros desaparece la idea misma de personaje teatral, y lo mismo ocurre con nociones como el conflicto o la fábula. De hecho, en la actualidad cualquier texto puede ser tomado como punto de partida o como complemento de la creación escénica. Y aún si restringimos el término a la literatura exclusivamente escrita para la escena, creo que lo único que puede prevalecer como característica común es esta intención teatral.
ENTREVISTADOR: ¿Por qué la mayoría de los espectadores de América Latina prefieren la telenovela, como manifestación dramática, antes de que el teatro artístico?
SILVIA: Estamos asistiendo a un fenómeno de masificación cultural en el cual el arte dramático está siendo escindido en dos tendencias igualmente destructivas. Por una parte encontramos el arte que se somete a las necesidades de un mercado cada vez menos culto y exigente en términos cualitativos.
El consumidor dramático mayoritario pide distracción empaquetada de manera cómodamente repetitiva y los productores se esmeran en complacerlo con el fin de multiplicar sus riquezas. Por otra parte, tanto el teatro como el cine “de arte”, en su afán de escapar de esta maquinaria realmente destructiva, se refugian en tendencias abiertamente elitistas a cuyo disfrute estético no tiene acceso el público mayoritario, reafirmando entonces la tendencia de este público a preferir el arte masificado.
Creo que los extremos de este fenómeno no son precisamente la telenovela y el teatro artístico, puesto que dentro del mismo teatro se pueden encontrar muchísimas producciones sin otra pretensión estética que la indispensable para nutrir la taquilla, es decir, la menos creativa posible.
ENTREVISTADOR: ¿El teatro se ha trasladado a la escena política? ¿Son los políticos actores? ¿Son sus escribas autores dramáticos?
SILVIA: No, no creo que esa fauna pueda aspirar a categoría alguna dentro del arte, aunque ciertamente hayan aprovechado siempre de manera inteligente los recursos técnicos del teatro y de la dramaturgia para manipular a su favor la atención y los sentimientos de los más ingenuos.
ENTREVISTADOR: ¿Son sólidas dramatúrgicamente las nombradas obras de creación colectiva?
SILVIA: Creo que en las obras de creación colectiva puede existir tanta solidez dramática como en cualquier otro tipo de obra y de hecho he visto algunas muy superiores en este aspecto a la mayor parte del teatro tradicional al uso. En esto, como en todo, el resultado depende mucho más del nivel artístico de los creadores que de la técnica utilizada para realizar su obra.
ENTREVISTADOR: ¿Le gustaría vivir en la época del Teatro de Oro Español o del Teatro Isabelino inglés, tan mitificados hoy por la historia del arte?
SILVIA: No, de ningún modo. Cada cual vive sólo en la época que le ha tocado vivir y sólo para ella trae su equipaje. Me siento muy bien en mi época, creo que he tenido la oportunidad de asistir a fenómenos sociales y en consecuencia también culturales y artísticos que no sólo no tienen nada que envidiar a esos hitos de la historia, sino que los superan con creces.
ENTREVISTADOR: ¿Los medios electrónicos destruirán la tradición teatral cimentada durante largos siglos?
SILVIA: Gracias a Dios no tengo nada que ver con la paranoia generalizada en relación con los avances tecnológicos y sus consecuentes cambios de nuestras tradiciones. Todo es y será útil para enriquecer y no para destruir, siempre que sepamos utilizarlo de este modo. Estoy convencida, además, de que la verdadera tradición vive en el alma más que en la forma de expresión del arte.
(Atardece y en esa hora confusa, antes de que se enciendan las luces, los barcos pasan como dibujos grises. Un blues se va apagando lentamente. De perfil, los personajes sostienen un diálogo de mudos. Cae despacio el telón.)