La del 2 de junio será la elección más grande en la historia de Quintana Roo y, por supuesto, lo que roba la atención son los comicios presidenciales.
Son elecciones concurrentes, es decir, federales y estatales en la misma jornada. En lo local, lo que resulta más atractivo es la renovación de los ayuntamientos, de donde salen los nuevos presidentes municipales.
También ha llamado la atención de alguna manera los comicios de senadores, sobre todo por el caso de la suplantación de la acción afirmativa de cuota indígena por parte de Morena. Y en el rincón ha quedado la elección de diputados locales, que implica la renovación del Congreso del estado.
Quizá la elección legislativa podría ser hasta más importante que la renovación de los ayuntamientos, sobre todo por las aberrantes condiciones de la actual Legislatura. Solo en lugares similares a las dictaduras más bananeras ocurre lo que pasa en Quintana Roo.
Una sola fuerza tiene el 80% de los escaños del Congreso del estado. Es decir, que Morena-Verde-PT tiene 20 sillas, además de contar con otros dos aliados paralelos, mientras que la oposición, es decir, PAN, PRI y MC, tienen un representante, respectivamente. Mientras que a nivel nacional Morena va por el Plan C, es decir, tener la mayoría calificada (66% de las curules) en ambas cámaras federales, en Quintana Roo tienen el 80%, que para efectos es el ¡¡88!!… Casi unanimidad.
Claro, esta situación extraordinaria, anormal, tiene su origen en la traición del exgobernador Carlos Joaquín, que abandonó al PAN y al PRD y entregó el Gobierno del estado (y de paso el Congreso) a Morena.
Se ve difícil que Morena logre una “victoria” tan apabullante como en 2022. Incluso, en la alianza PRI-PAN se siente optimista en 5 distritos de Cancún y Playa del Carmen.
Pero Morena le apuesta a su marca y va por el carro completo, incluido el dominio y sometimiento total del Poder Legislativo este 2 de junio.