Hugo Martoccia
En las últimas horas, el Partido Verde anunció que dio marcha atrás en su intención de ir sin alianza para la elección del Senado en Quintana Roo. Durante toda la semana previa, los acuerdos se trabajaron con la información contraria. Hay un ida y vuelta constante de información contradictoria, que confunde a todos. “Faltan decisiones y mano dura”, dijo en las últimas horas alguien que milita en el marismo, pero que, como muchos, está cansado de ver cómo el Verde hace y deshace a su antojo la agenda política del partido guinda y del estado.
¿Habrá o no alianza para el Senado? Aún restan dos semanas y todo puede pasar. Pero esas supuestas dudas del Verde no son más que las señales de una estrategia que se está delineando con excesivo cuidado, porque abarca todo el poder. Jorge Emilio González Martínez parece decidido a resolver en la elección de 2024 la sucesión de Mara Lezama de 2027. Para nadie en la política es una sorpresa que el Niño Verde se atribuye los beneficios de esa sucesión. Por eso ha acelerado su estrategia de armado electoral, colocando a sus fichas en todos los espacios donde se dirima algo de poder real.
Las planillas que encabezará la 4T en Benito Juárez, Solidaridad, y Tulum, así como las fórmulas al Senado y al menos dos diputaciones federales tendrán nombres directamente ligados con Jorge Emilio.
No lo guía en esa tarea a futuro la ansiedad del político novel, sino más bien la experiencia de un hombre que ha padecido también los caprichos o sorpresas del sistema. En 2016, Jorge Emilio había pactado la sucesión de Roberto Borge hasta en los últimos detalles. Sólo se les escaparon un par: quedó en medio de una batalla de grupos de poder nacionales que encumbró a Carlos Joaquín, y de una rebelión electoral que nadie había previsto.
El líder verde ecologista no quiere sorpresas esta vez, y está alineando toda su estrategia alrededor de su proyecto sucesorio.
Breve repaso de un error
Las apetencias de Jorge Emilio con Quintana Roo son de vieja data. Tuvo un ingreso espectacular en 2002, cuando Juan Ignacio García Zalvidea ganó con las siglas del Verde el Ayuntamiento de Benito Juárez, y alcanzó otro momento estelar cuando logró ganar la elección estatal como candidato de mayoría relativa al Senado en la elección de 2012.
Pero sin duda el momento en el que estuvo más cerca que nunca de coronar su sueño fue en la víspera de la elección de 2016. Jorge Emilio era en aquel entonces un actor central de poder en el peñismo, que vio en Quintana Roo una de las piezas de cambio de las monumentales negociaciones políticas que se hacían en el país.
El Verde pactó con el PRI para la elección de aquél año quedarse con 7 de los 15 distritos electorales locales, y las presidencias municipales de Benito Juárez y Puerto Morelos. La rebelión al interior del PRI por ese acuerdo sin sentido se dirimió con una propuesta que muchos reconocerán en el presente; Roberto Borge les dijo a los priístas: “No se preocupen; la mayoría de los candidatos de ellos van a ser nuestros, pero con sus colores”.
La joya de la corona era el triunfo como gobernador de Mauricio Góngora y su posterior adhesión, ya como gobernador electo, al Partido Verde. Nada podía salir mal.
El entorno era óptimo. En la elección local intermedia de 2013 y en la federal de 2015, el tricolor había sido una aplanadora y el Verde había hecho crecer sus votos hasta ser una parte central de la alianza. En la elección de 2015, Remberto Estrada fue elegido diputado federal, y de allí saltaría a la alcaldía de Benito Juárez.
¿Qué pasó entonces? Hay versiones muy diversas, pero algunos hilos conductores las cruzan transversalmente a todas. En el ámbito nacional, por ejemplo, el entramado de poder del peñismo era tan vasto y diverso, que incluía sus propios antídotos.
Por eso, el plan de control de Quintana Roo encontró adversarios que tenían otros proyectos para el estado, como el entonces súper poderoso Luis Videgaray. A la par de esa visión alterna (que incluye muchos mas actores y situaciones) nació y creció la candidatura de Carlos Joaquín, que finalmente sería la que captaría algo en lo que pocos se habían fijado: el creciente descontento social hacia el autoritarismo borgista y el desastre de su gobierno.
Memorias del presente
Aleccionado sobre esa mala experiencia, Jorge Emilio no quiere sorpresas electorales ni de grupos de poder. Ya tuvo suficiente de las dos.
En el segundo punto parece tener todo más o menos bajo control. Su alianza con López Obrador parece haberse trasladado íntegramente hacia Claudia Sheinbaum, y los acuerdos no se han movido de donde estaban. No aparece un Videgaray en el horizonte inmediato.
El avance de su partido en el estado, desde 2016, ha sido constante y sólido, y ya tiene todo un aparato político y empresarial (con base en Cancún) que se mueve sobre objetivos concretos y negocios públicos y privados muy lucrativos.
Su relación con Mara Lezama es óptima. Jorge Emilio ejerce la prudencia en el ejercicio de su poder, y ha sabido mantener una posición de respeto con la gobernadora. Cualquier tema político sobre el que se la pregunte, responde: “Hay que consultarlo con la gobernadora”.
En el aspecto electoral, ahí sí, aparecen algunos fantasmas. Este ida y vuelta de no decidir si competir solos en el Senado, tiene que ver con eso. Algunos dicen que el Verde es el que tiene más para perder ¿qué pasa si se hunde en un cuarto o quinto lugar en esa elección? Hasta hoy, ninguno de los enjuagues estadísticos y operativos que se utilizaron en 2022 para alcanzar el 22% de los votos, les garantizan ni siquiera la mitad de ese porcentaje en 2024.
Por eso, gana espacio la idea de mantener la alianza con MORENA y PT, en la cual el Verde ya tiene posiciones sólidas. Parece un hecho que Eugenio Segura será el primer candidato al Senado, aunque por MORENA, y que el partido mantendrá las dos diputaciones federales que hoy tiene. Así, la lista de nombres ligados al Verde parece que resuelve el problema electoral, y deja al partido como el mejor posicionado hacia la sucesión de 2027.
Pero no todo es tan simple. El problema electoral está en la tropa propia. El Verde, para ganar en una eventual sucesión en 2027, necesita los votos de MORENA, y allí parece que podría gestarse una complicación desde esta misma elección.
Hasta hoy, el lopezobradorismo ha tenido una disciplina electoral que ha soportado, literalmente, cualquier cosa. Pero ya son muy claras las señales desde diversas partes del país de que esa disciplina ha comenzando a resquebrajarse. Parece que la disciplina férrea a los designios del líder, se irá con su líder.
La rebelión interna
La segunda parte del título de esta columna alude al morenismo inconforme; un colectivo heterogéneo y tumultuoso, que sin embargo empieza a encontrar cada vez más puntos en común. El primero de ellos es el rechazo al Verde.
Esa estela de disconformidad tiene matices diversos. Hay quienes se quejan dentro de un esquema de poder con el cual están cómodos (algunos son servidores o funcionarios públicos, y otros meros aviadores) pero otros se quejan casi desde el ostracismo y el rencor, y esos son más peligrosos.
Esta semana, La Opinión dio a conocer una nota sobre los cruces que la propia Mara ha tenido con los morenistas en un chat que comparten por Whatsapp. Las quejas son cada vez más amargas, y cada día parece más difícil para la gobernadora contener a ese grupo con su carisma o sus palabras.
Y ese problema no es sólo a ras de tierra. También está en el propio seno del poder. Los referentes territoriales del morenismo (léase alcaldes y alcaldesas, entre otros) se preguntan en qué momento Mara los va a sentar para discutir lo que van a hacer con las candidaturas federales. Al fin, son ellos los que deberán convencer en las comunidades que, por ejemplo, una fórmula Gino Segura – Anahí González es la mejor representación de la 4T al Senado.
En ese mismo entorno ven algunas cosas raras. Por ejemplo, en los últimos días toda la estructura del programa Mujer es Poder en Tulum, Felipe Carrillo Puerto y José María Morelos se le dio a gente del antiguo sistema y vinculado a un sector del Verde.
Son 15 mil mujeres beneficiarias en manos de intereses electorales muy específicos, que no tienen nada que ver con MORENA.
Sobre esas aguas turbulentas se mueve Marybel Villegas. Esta semana, la senadora confirmó que no se registró y no irá a la reelección por el Senado. De manera paralela, revivió sus contactos nunca perdidos con el PT, entendiendo, quizá, que la candidatura de MORENA para Cancún ya es de Ana Paty Peralta y ahí no hay nada que hacer.
Esta columna lo mencionó en más de una oportunidad: el PT le permite a Marybel hacer 4T desde otra trinchera interna. Si el descontento morenista se agiganta, las cosas podrían tomar caminos impredecibles.
A esos escenarios internos complejos la 4T debe sumar otros asuntos pendientes. Un posible rompimiento de Marcelo Ebrard; la ya segura candidatura de Roberto Palazuelos por MC, y el posible resurgimiento del FAM si Hugo Sánchez los moviliza desde Cancún, por ejemplo.
Aun así, debe decirse, hasta hoy nada mueve las encuestas. La 4T tiene un piso cercano al 50% en la elección federal, y del 40% en la local. Prácticamente nadie duda de que volverá a ser la primera fuerza estatal. Pero un par de errores estratégicos podrían hacerle perder posiciones claves.
Lo dicho: en 2013 y 2015, el PRI y el Verde arrasaron con Roberto Borge. Cuando se preparaban para iniciar una segunda era de eternidad en el poder, la realidad los alcanzó. Mara está hoy en una situación muy diferente a la del ex gobernador. Pero nunca está de más mirar con atención la historia del estado, que suele reescribirse cada cierto tiempo, sobre la base de un guión preconcebido.