Por Hugo Martoccia
Un repaso de nombres, decisiones y posturas políticas de este proceso electoral, deja en claro que no se está construyendo la victoria de un partido específico con sus aliados (léase MORENA y la 4T) sino que vamos camino al armado de un Partido Único o un gran Pacto, en donde de una u otra forma cabe cualquier expresión política, venga de donde venga y proponga lo que proponga.
Ese movimiento da lugar a lo que aquí se ha llamado varias veces el “Morenismo Conservador”, un espacio político donde caben morenistas y panistas por igual, referentes de la derecha y la izquierda, políticos-empresarios y empresarios-políticos, y todos (aún sus enemigos) sostenidos por los votos de un líder, Andrés Manuel López Obrador, cuyas ideas sólo llegan hasta los discursos de los políticos locales, pero nunca pasan más allá.
El término Morenismo Conservador es casi un oxímoron (Figura retórica de pensamiento que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto) y muestra claramente la liviandad ideológica y política de ese proyecto.
No está de más recordar que el último oxímoron de la política mexicana (lo dijo Vargas Llosa) fue el “Revolucionario Institucional”, que en su tránsito entre uno y otro término, pasó de la fuerza popular a las camarillas del poder.
La referencia al PRI no es gratuita. Quiere simbolizar que el Morenismo Conservador es malo para la política quintanarroense, pero eso no significa que no pueda ser electoralmente muy exitoso y que pueda perdurar muchos años.
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UNIDAD O SOCIEDADES
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La primera señal de la consolidación del Morenismo Conservador tuvo que ver con la negociación política que se hizo alrededor de Mara Lezama. En este espacio se dijo en otras oportunidades: lo que en un momento se gestó como “unidad” debajo de su figura (lo cual tenía una lógica política impecable) pasó a convertirse en “sociedades” con diversos actores políticos, que terminan desdibujando el proyecto.
Marybel Villegas es un ejemplo. Pasó de aliada del Proyecto Mara a socia. Será diputada plurinominal, se le darán más espacios, y tendrá un lugar preponderante en los tiempos por venir. Y todo esto sin tener, quizá, ni una sola coincidencia de fondo con Mara.
La inclusión de la ex titular de Sefiplan Yohanet Torres en el Partido Verde también evoca la construcción del Morenismo Conservador. Yohanet es una señal de la sociedad política con el gobernador Carlos Joaquín, con todo lo que eso significa. Nada más ni nada menos que (guste o no) un acuerdo que incluye alguna forma de continuidad.
Más allá, están los acuerdos de MORENA con los alcaldes opositores. La situación electoral de Bacalar se decidió antes con el alcalde “Chepe” Contreras que con el PT; con Lili Campos hay señales de que van intentar no cruzarse electoralmente (más allá de lo que defina Jorge Emilio con el Verde Ecologista) y lo de Atenea Gómez es aún más amplio, porque el acuerdo incluye la candidatura de Julián Ricalde por la 4T en el distrito 1.
Se trata de sociedades con grupos políticos absolutamente dispares.
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UN CONGRESO DE UNIDAD
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Un dato político casi escalofriante que reafirma todo esto: en la mayoría de los distritos a Mara realmente le daría casi lo mismo que sus candidatos ganen o pierdan. El hecho de querer ganarlos tiene más que ver con un dato estadístico que supone poder político y fuerza, pero no mucho más.
Unos ejemplos. En el distrito 8 ¿Mara se sentiría más cómoda con un triunfo de Isaac Janix por el PT, o con el panista Frank López? ¿La candidata panista del distrito 1 Adriana Teissier o Hernández Cobos, del MAS, serían más o menos difíciles para acordar que Julián Ricalde? En el distrito 10 ¿La verde ecologista Estefanía Mercado sería más fiel a la causa que la panista Kira Iris San?. ¿Y que decir de Paoly Perera o José Maria Chacón en el distrito 12?. ¿O de los distritos del sur vinculados con Yensunni Martínez, que nunca consolidó su alianza con Mara?. Y la lista continúa.
Quizá uno de los pocos distritos donde ese escenario podría ser diferente sería en el 5. Allí, el PAN lleva a Reyna Durán, que parece tener una ruptura irreconciliable con Mara. Pero del lado de MORENA va de candidata Mildred Ávila, que tiene poco o nada que ver con el Proyecto Mara; su pertenencia y fidelidad política están y estarán siempre en otro lado.
Hay distritos o listas plurinominales donde los candidatos de la 4T son más peligrosos para Mara que los candidatos de los partidos opositores. ¿Alguien cree que los panistas Cinthya Millán o Faustino Uicab serían opositores? ¿O el perredista Gerardo Mora? ¿Y qué decir de la priísta Candy Ayuso?.
Como se dijo, tendría más problemas Mara con la morenista Marybel Villegas, la petista Trini Guillén, y hasta con Yohanet Torres o la misma Mildred Ávila, que con los otros partidos.
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CANDIDATURAS DE UNIDAD
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La consolidación del Morenismo Conservador se ve también en las candidaturas a la gubernatura. Más allá de Mara, tres proceden de la misma 4T, e incluso aún hay dudas sobre la verdadera voluntad de competir que tienen.
En el caso de José Luis Pech, candidato de Movimiento Ciudadano, su salida de MORENA se vincula a una operación política del Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, para evitar la candidatura de Roberto Palazuelos.
Lo de Laura Fernández, candidata del PAN-PRD-CPQ, ha dado otras vueltas. Pero su reunión con Adán Augusto de esta semana abre algunos interrogantes. ¿Quiso decir que se mantiene cerca de la 4T? ¿O que pase lo que pase el 5 junio la continuidad del Morenismo Conservador está garantizada?. Si se analiza bien, cualquiera de las dos respuestas conduce más o menos al mismo lugar.
El candidato del MAS, Nivardo Mena, ganó su primera elección, en 2018, como parte del PT y la 4T.
Y de la candidatura de Leslie Hendricks en el PRI sólo hay que decir una cosa, para que se entienda en toda su magnitud lo que significa: esa candidatura surgió de una reunión en donde estaba presente, y dio su anuencia, Mara Lezama. Poco hay que agregar a ese dato demoledor.
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EL PACTO POR QUINTANA ROO
Hagamos un repaso de la columna, y veamos quiénes están dentro del Morenismo Conservador.
El paraguas protector son los votos de AMLO (los votos opositores son funcionales); el vértice político es Mara Lezama, y a sus costados, más cerca o más lejos, se ubican Jorge Emilio, el PT, Carlos Joaquín, Marybel Villegas, el marybelismo, Mario Villanueva y una parte del villanuevismo, la familia Ricalde, la familia Hendricks, y grupos políticos donde militan gente como Mildred Ávila, Greg Sánchez, Isaac Janix y Mauricio Góngora, entre otros, así como referentes destacados del borgismo residual y del felixismo. Las ramificaciones políticas y económicas de esos nombres son casi incalculables.
En un segundo círculo, por acuerdos y conveniencias, figuran las alcaldesas panistas Atenea Gómez Ricalde y Lili Campos, el ¿priísta? Chepe Contreras, la familia Mora y el PRD de Los Chuchos, gran parte del panismo local, y un sector no menor del MC.
No hay oposición real; todos están de acuerdo.
¿Se puede romper ese acuerdo? Difícilmente haya grandes cambios de aquí a 2024. Pudieran haber algunas traiciones puntuales, pero serían dentro del mismo paraguas electoral de AMLO; hasta ahora no hay nada más allá de esa frontera.
Después de 2024, como ya se dijo en este espacio la semana pasada, podrían pasar varias cosas. Si la 4T implosiona, Mara podría quedar en medio de esa batalla, o convertirse en la virreina de Quintana Roo. Pero ese es otro tema.
Si este escenario de “sociedades políticas” perdura más allá del 5 de junio, el Morenismo Conservador llegará al poder para mantener las cosas como están; lo conservador no pretende transformaciones; sólo medidas cosméticas. Todo dependerá entonces de Mara Lezama, y de su voluntad política y convicción en hacer algo diferente.
Esta suerte de “Pacto por Quintana Roo” hace recordar al infame “Pacto por México”, que signaron PRI-PAN-PRD y PVEM en la época de Enrique Peña Nieto.
Por cierto, hubo un político que se opuso ferozmente a ese acuerdo; se llama Andrés Manuel López Obrador, y la historia demostró que tenía razón.