Por: Fabián G. Herrera Manzanilla
El 31 de Marzo de 1978, fue publicada en el Periódico Oficial, la Ley sobre las Características y el Uso del Escudo de Quintana Roo.
Y a 45 años distancia amerita hacer un breve recuento histórico, de las heráldicas que tuvo Quintana Roo, desde su creación, despejando dudas y aclarando algunos datos.
Recordemos que nuestra Entidad que nació oficialmente el 24 de Noviembre de 1902, careció de elementos identitarios que nos definieran como quintanarroenses, sólo la Cultura Maya que es nuestro origen milenario nos permitió preservar ese legado la Guerra de Castas que inició en Julio de 1847, que ocasionó varios efectos en la Península de Yucatán.
Centrando nuestra atención en los escudos que tuvimos desde que éramos Territorio Federal, reseñamos brevemente el primero, que es atribuible al famoso pintor mexicano Diego Rivera y sus ayudantes, cuando en 1923 le fue encargado plasmar su obra en la sede de la Secretaría de Educación Pública, sita en la Ciudad de México, aún visible hasta nuestros días en el primer nivel denominado “Plaza de las Fiestas”, junto con los de Hidalgo, Morelos, Nayarit, Sonora y Sinaloa, que igual no contaban con uno que los distinguiera como tal y por eso Rivera y sus ayudantes los crearon.
Le sigue otro que existió en una base de la legendaria “Torre del Reloj” y está basado únicamente en un testimonio oral que Juan Álvarez Coral insertó en su libro, diseñado por el artista italiano Gaetano Maglione, mas solamente hay un dibujo del mismo y nula evidencia fotográfica o bibliográfica, pero aún así se ha tomado como el segundo que tuvimos como enclave federal en el gobierno del doctor y general José Siurob Ramírez, que comprendió de 1927 a 1930.
Cuando el escultor colombiano Rómulo Rozo visitó la ciudad y Quintana Roo, como integrante de la Expedición Científica Mexicana en 1937, el general Rafael E. Melgar, Gobernador del Territorio, de 1935 a 1940, le encargó entre otras cosas estilizar el escudo, pero él a través de su privilegiado cincel hizo varias versiones, de las cuales, el general Melgar optó la versión visible en la fechada del Hospital Civil “Morelos”, como el distintivo de su gobierno. Haciendo la aclaración, que por este motivo extraoficialmente se le ha atribuido a Rozo el tercer escudo quintanarroense, pero no hay sustento de lo anterior.
En los gobiernos posteriores varios escudos y diseños fueron adoptados y utilizados, el controvertido y polémico Margarito Ramírez Miranda, al concluir el segundo y tercer piso de Palacio de Gobierno en 1946, mandó esculpir una versión más estilizada; el ingeniero Aarón Merino Fernández, quien lo relevó tenía el suyo y los demás optaron por utilizar el que más les gustaba en pocas palabras; la prensa y algunas fuentes usaban igual aquel más les agradaba, así como en algunas fuentes bibliográficas.
Al año siguiente de convertirnos en Estado Libre y Soberano, surge la intención de adoptar uno propio, lo cual, generó opiniones encontradas entre Carlos Hoy y Juan Álvarez Coral, ya que cada uno de ellos tenía su versión e interpretación de los escudos que existieron, pero gracias a la labor política del entonces Secretario Auxiliar de Gobierno, el distinguido Primitivo Alonso Alcocer, la polémica se calmó entre ambos historiadores locales y pausó el proyecto.
Sería hasta el 27 de Octubre de 1977, que el licenciado Jesús Martínez Ross, primer Gobernador Constitucional del Estado, firma la iniciativa dirigida a la I Legislatura Constitucional, sobre el uso y características de un escudo quintanarroense, acompañando 6 proyectos de la autoría del ilustre payobispense Elio Carmichael.
Y fueron difundidos en la prensa local y exhibidos en la antigua sede oficial de la máxima soberanía, para conocimiento público; entre algunos generó cierta molestia argumentando que no había necesidad de borrar de la historia los anteriores, sin embargo, nunca se legisló sobre la heráldica y la interpretación de sus componentes ningún autor la difundió, todo fue especulación y subjetividad.
Para evitar polémica y a fin de socializar al escudo que nos identificaría como Estado Libre y Soberano, los diputados optaron por lanzar una convocatoria para tal efecto; 3 audiencias públicas se efectuaron; sumándose varios proyectos como los de Víctor Romero Vara y el diseñado por la Asociación de Profesionistas de Quintana Roo, al frente del doctor Carlos Pérez Quintal, José Vivas Sabido y Manuel Rosado Rivero, Síndico del Municipio capitalino, por mencionar algunos.
En las sesiones públicas Elio Carmichael participó y defendió sus proyectos, así como su versión de los anteriores; Juan Álvarez Coral por su parte expuso que los escudos anteriores podían adecuarse sin olvidar su diseño, algo que le parecía muy acertado a Eyden Azueta Novelo y otros payobispenses que estuvieron pendientes de todo ese proceso.
Todos los proyectos recibidos también fueron exhibidos en los bajos de Palacio de Gobierno, para el debido conocimiento de la ciudadanía, pues la legislatura insistió mucho en no tomar una decisión olímpica con relación a ese tema, creando una comisión que estuvo a cargo del abogado y diputado Carlos Sosa Huerta.
Pero fue hasta el 31 de Marzo de 1978, cuando en la prensa local una plana completa difundió el escudo oficial del Estado, cuya ley se publicó el mismo día en la gaceta oficial.
Eligiéndose un diseño del gran pintor y muralista Elio Carmichael, que le dio un toque muy particular y colores al que sería ya nuestro escudo, sin perder, aquellos componentes de los anteriores, como los famosos pinos que nunca fueron pinos, sino árboles estilizados alusivos a la gran riqueza forestal que tuvimos.
A cuatro décadas y media de tan importante acontecimiento y ante la proximidad de cumplir medio siglo de emancipación, resulta vital difundir estos apuntes históricos para el debido conocimiento de las nuevas generaciones y aquellos que piensan que no tenemos una heráldica propia.
Ojalá vuelva a imprimirse un folleto actualizado con los símbolos quintanarroenses como antes el Gobierno del Estado y el Poder Legislativo lo hacían.
Pues es muy lamentable que muchos no sepan todo este proceso histórico y ni mucho menos la letra del himno, junto con nuestra indumentaria y demás elementos identitarios que tenemos, aunque muchos no lo crean.