Por: Jorge González Durán.
Ahora que don Andrés Quintana Roo es llevado de aquí para no se sabe donde por una grúa, transcribo este texto que es un modesto homenaje al héroe epónimo de nuestro estado, y una foto de 1975 en la que defensores de la integridad de nuestra entidad le rindieron homenaje, encabezados por Alvaro “El Colorado”Marrufo, un luchador por nuestra entidad, injustamente olvidado. Que nuestra desmemoria no sea una sombra permanente.
El héroe epónimo de nuestro Estado, don Andrés Quintana Roo, fue un hombre que se adelantó a su tiempo porque tuvo una visión de largo aliento. Fue un hombre de leyes y de letras; fue poeta y guerrero; fue precursor y prócer de nuestra independencia nacional; creador de instituciones republicanas y legislador de vanguardia.
Don Andrés nació el 30 de noviembre 1787, en Mérida, Yucatán, en el seno de una familia liberal, y falleció en la ciudad de México el 15 de abril de 1851. Su padre, don Matías Quintana, sufrió persecución por su temprana adhesión a los principios independentistas entonces todavía en gestación, y por su oposición a la explotación de los indígenas.
Don Andrés Quintana Roo, desde su temprana juventud se adhirió a los ideales que preconizaban la independencia sobre las bases de la libertad y la justicia. Su formación profesional fue rigurosa, porque para él, como para todos los hombres y mujeres de su linaje espiritual, el conocimiento era el arma más eficaz para combatir a las tiranías y para luchar por el advenimiento de un nuevo orden social.
Para divulgar el pensamiento independentista fundó y dirigió periódicos que contribuyeron a esclarecer desde en el ámbito intelectual el sentido y la razón de los nuevos tiempos que se abrían en los campos de combate.
Su espíritu se forjó en medio de dos tiempos. El del México colonial que agonizaba, y el del México independiente que él contribuyó a gestar.
Ideólogo de la independencia y con elevado prestigio como hombre de letras y con sus reconocidas prendas de abogado, Don Andrés Quintana Roo presidió la Asamblea Constituyente que formuló la Declaración de Independencia. Son muchas sus contribuciones a la gestación y a la consolidación de la independencia nacional, tanto en el ámbito periodístico, legislativo y en la judicatura. Pero también hay que destacar sus dotes poéticas. Se le considera el Poeta de la Independencia, sobre todo por su obra 16 de Septiembre, que es un sentido canto a la gesta encabezada por el padre de la Patria, don Miguel Hidalgo y Costilla.
Andrés Quintana Roo y Leona Vicario unieron sus vidas en 1813, pero también se unieron en el mismo acento patriótico que selló el destino de sus vidas.
De esa noble estirpe se nutre el espíritu de nuestro Estado. Los quintanarroenses no llevamos en vano el nombre de uno de los héroes más lúcidos de la independencia nacional.Su nombre es inspiración y es acicate. Su coherencia política y su fortaleza moral son los ejes indestructibles en los que su generación, brillante y combatiente desde la trinchera del pensamiento y de la acción, construyó los cimientos de nuestra nacionalidad.
Don Andrés Quintana Roo fue un creyente de la educación, de la ciencia y de la cultura como el andamiaje insubstituible para la edificación de un alma nacional fuerte y luminosa. Por eso en 1826 fundó el Instituto de Ciencias, Literatura y Artes, y posteriormente, en 1836, fue elegido Presidente Perpetuo de la Academia de Letrán, institución fundada por don Guillermo Prieto, y de la que eran miembros los intelectuales liberales más prestigiados de ese tiempo, entre los que podemos mencionar a Ignacio Ramírez, José Joaquín Pesado, José María Lafragua y Manuel Payno.
En su maravillosa ¨Memoria de mis tiempos¨ , don Guillermo Prieto narra este pasaje inolvidable:
“En una de las tardes, tristona por cierto, llamó a la puerta de la Academia un viejecito con su barragán encarnado a cuadros, con su vestido negro, nuevo y correcto, y su corbata blanca, mal anudada, y su sombrero maltratado… Era penoso el andar del anciano, su cuerpo noblemente inclinado. Tez morena, ojos muy expresivos y brillantes, y una frente verdaderamente olímpica y llena de majestad. El viejecito tocó la puerta, y sin más espera se entró de rondón en el cuarto y se sentó con el mayor desenfado entre nosotros diciendo:
-Vengo a ver que hacen mis muchachos. La Academia se puso en píe y prorrumpió en estrepitosos aplausos que conmovieron visiblemente al anciano… El nombre de Quintana Roo, que tal era nuestro visitante, fue pronunciado por todos los labios y por aclamación irresistible fue elegido nuestro presidente perpetuo. El júbilo por este nombramiento fue tan ardiente como sincero: nos parecía la visita cariñosa de la Patria…”
Estas líneas conmovedoras de Guillermo Prieto nos dan cabal idea de la dimensión histórica y moral de don Andrés Quintana Roo.
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