ROMA.- El Papa ha presidido un solemne servicio por la ‘Pasión del Señor’, con el que ha conmemorado las últimas horas de la vida de Jesús y al que no han asistido feligreses a consecuencia de las medidas de confinamiento para evitar la propagación de la pandemia del coronavirus.
Durante el Viernes Santo, los cristianos conmemoran el momento en que Jesús fue capturado que señala el inicio de la Pasión y muerte de Cristo, por lo que la Iglesia católica no celebra ninguna misa en señal de luto.
Vestido de con los paramentos rojos, en recuerdo de la sangre derramada por Jesucristo en la cruz, Francisco se ha postrado durante unos minutos en el suelo de la basílica de San Pedro del Vaticano, completamente desprovista de ornamento, iluminada por una luz suave en consonancia con la sobriedad de la ceremonia. Tras este momento de oración, el Pontífice se ha puesto de nuevo en pie para comenzar con la proclamación de la liturgia de la Palabra, que ha presidido como es habitual el predicador de la Casa Pontificia, el padre Rainiero Cantalamesssa.
La liturgia consiste en la lectura de tres textos bíblicos, entre ellos, la narración de la pasión de Cristo en el evangelio escrito por el apóstol Juan.
Cantalamesssa ha reflexionado sobre los efectos de la pandemia del coronavirus que, según ha detallado, ha despertado “bruscamente” a la humanidad del peligro mayor que siempre ha corrido, es decir, “del delirio de omnipotencia”. “Ha bastado el más pequeño e informe elemento de la naturaleza, un virus, para recordarnos que somos mortales, que la potencia militar y la tecnología no bastan para salvarnos”, ha señalado.
El sacerdote italiano de la orden de los capuchinos se ha preguntado a su vez cuál es la luz que todo esto arroja sobre la situación dramática que está viviendo la humanidad. De este modo, ha invitado a los cristianos a mirar a los efectos del virus, pero no sólo los negativos sino también los positivos y ha puesto como ejemplo el sentimiento de solidaridad. “¿Cuándo, en la memoria humana, los pueblos de todas las naciones se sintieron tan unidos, tan iguales, tan poco litigiosos, como en este momento de dolor?”, ha cuestionado.
De este modo, ha analizado cómo la humanidad se ha olvidado de los muros a construir porque el virus no conoce fronteras. “En un instante ha derribado todas las barreras y las distinciones: de raza, de religión, de censo, de poder”, ha incidido mientras que ha instado a no volver atrás cuando este momento haya pasado. En este sentido, ha pedido que tanto dolor, tantos muertos, tanto compromiso heroico por parte de los agentes sanitarios no quede en vano.
Para Cantalamessa, la cruz de Cristo ha cambiado el sentido del dolor y del sufrimiento humano. A su juicio, todo sufrimiento físico y moral ya no es un castigo o una maldición porque ha sido arrancada de raíz desde que el Hijo de Dios la ha tomado sobre sí.
“Así actúa a veces Dios con nosotros: trastorna nuestros proyectos y nuestra tranquilidad, para salvarnos del abismo que no vemos. Pero atentos a no engañarnos. No es Dios quien ha arrojado el pincel sobre el fresco de nuestra orgullosa civilización tecnológica. ¡Dios es aliado nuestro, no del virus!”, ha exclamado.
En este sentido, ha insistido en que si estos flagelos, en referencia al coronavirus, fueran castigos de Dios, no se explicaría por qué se abaten igual sobre buenos y malos, y por qué los pobres son los que más sufren sus consecuencias. “¿Son ellos más pecadores que otros? –se ha preguntado–. ¡No! El que lloró un día por la muerte de Lázaro llora hoy por el flagelo que ha caído sobre la humanidad. Sí, Dios sufre, como cada padre y cada madre. Cuando nos enteremos un día, nos avergonzaremos de todas las acusaciones que hicimos contra él en la vida. Dios participa en nuestro dolor para vencerlo”, ha señalado.
Finalmente, ha invitado a invertir los ilimitados recursos empleados para las armas en otros ámbitos como la salud, la higiene, la alimentación, la lucha contra la pobreza, el cuidado de lo creado. “Dejemos a la generación que venga un mundo más pobre de cosas y de dinero, si es necesario, pero más rico en humanidad”, ha instado.
El Papa presidió esta tarde el Vía Crucis, ceremonia que evoca el momento en el que Jesús cargó la cruz a través de Jerusalén antes de ser crucificado y que por primera vez no tendrá lugar en el Coliseo.